El número real de muertes durante el brote de COVID-19 en Bolivia es casi cinco veces mayor que la cifra oficial. Así lo señala un análisis del periódico estadounidense The New York Times (TNYT), sobre las cifras de mortalidad en el país ante la presencia del coronavirus, lo que indica que “Bolivia ha sufrido una de las peores epidemias del mundo”.

“El extraordinario aumento de la mortalidad, ajustado en función de su población, es más del doble que de Estados Unidos, y muy superior a los niveles de Italia, España y el Reino Unido”, señala el reportaje. “Las nuevas cifras de mortalidad revisadas por el Times sugieren que el número real de muertes durante el brote es casi cinco veces mayor que la cifra oficial”.

En la nota, el diario revisa la difícil situación sanitaria en el país, alimentada por un gobierno transitorio limitado en sus políticas para hacer frente a la pandemia y con denuncias de corrupción de por medio, y protestas de organizaciones para la realización de las elecciones presidenciales, que al final fueron postergadas del 6 de septiembre al 18 de octubre.

“Desde junio han muerto unas 20.000 personas más que en años anteriores, según un análisis del Times de los datos del Registro Civil de Bolivia, una cifra enorme en un país de solo unos 11 millones de habitantes”, indica el periódico, “el seguimiento de las muertes (por todas las causas) da una imagen más exacta del verdadero número de víctimas de la pandemia, según los demógrafos, porque no depende de la realización de pruebas, que ha sido muy limitada en Bolivia. Las cifras de mortalidad incluyen a las personas que pueden haber muerto por la COVID-19 y por otras causas porque no pudieron recibir atención médica”.

El análisis revela que en La Paz, la sede de gobierno, “el quíntuple de personas murieron en julio en comparación con años anteriores, una tasa comparable a la de Madrid durante su peor mes. En los llanos tropicales de la región del Beni murieron más de siete veces las muertes habituales, una cifra que supera la de Bérgamo, Italia, durante su pico”.

El director del Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF), Andrés Flores, afirma en la nota que “la demanda en su oficina sugería que el recuento oficial de las muertes de la COVID-19 era muy bajo”. Y se indica que las vidas adicionales perdidas “en su gran mayoría no se reconocen” ante la escasez de pruebas por la falta de reactivos y la crisis política imperante.

“Aunque las estadísticas oficiales de Bolivia muestran un aumento severo en la mortalidad a partir de julio, el cierre de las oficinas de gobierno durante el aislamiento de abril significa que casi no se registraron decesos ese mes. Funcionarios del Registro Civil de Bolivia, que emite los certificados de defunción, advirtieron que al menos algunas de las muertes ocurridas en abril podrían haber sido registradas en meses posteriores, lo que sesgaría la tasa de mortalidad”, añade el reportaje.

Para el TNYT, la escala del aumento en la mortalidad no solo se confirma por el colapso de los centros hospitalarios, sino por el desborde de los crematorios, cementerios y agencias de recolección de cadáveres de Bolivia.

El Ministerio de Salud prevé que el pico de los casos de COVID-19 se dé plenamente en septiembre, aunque algunos departamentos ya llegaron a una meseta. Hasta el viernes, se reportaron 107.435 contagios en el territorio nacional, 4.366 fallecimientos a causa de la enfermedad y 42.141 pacientes recuperados, siendo Santa Cruz y La Paz los departamentos más golpeados.