¿Cómo ser coherentes?

El 3 de septiembre empecé mi día leyendo periódicos, como lo hago ya, hace algún tiempo. En estos tiempos de pandemia, elecciones e inestabilidad global– es difícil sorprenderse de alguna noticia en particular, pero ese día, escondido entre tantas noticias – encontré algo. Unas cuantas líneas que me hicieron levantar las cejas en sorpresa y me provocó un ligero dolor de barriga.

 

‘Alcaldía de Cochabamba planea llevar a cabo festejos varios, para celebrar las efemérides del 14 de septiembre, costo aproximado, 500,000 Bs.’, parafraseando.



 

Rabia.

La pandemia no ha terminado, como es evidente – se han perdido centenares de vidas cochabambinas y miles más continúan contagiados o enfermos. Los efectos económicos y la reducción de ingresos son dramáticos, urgentes y reales. A esto, se suman las enormes carencias infraestructurales y de liderazgo, que nos sitúan, peligrosamente cercanos, a mayores y más complejos riesgos y retrocesos.

Por casi medio año, como tantos otros bolivianos, he dedicado importante parte de mi tiempo, y recursos, en tratar de apoyar y aportar (en algo) los estoicos esfuerzos del sector salud y otras valiosas organizaciones ciudadanas brindando diversos apoyos a raíz del Covid-19. Ha sido evidente y cristalino el generalizado sentimiento sobre la falta de capacidad y celeridad de respuesta por parte del estado en todos sus niveles. Es por eso, que esta noticia me dejó con la boca seca, porque demuestra que incluso encima de la inoperancia y negligencia, que puede haber con nuestras autoridades, hay algo peor; indolencia e indiferencia.

Es mi consideración que hay poco o nada que celebrar hoy. Que, de hacerse, debió ser una ceremonia sombría y respetuosa a quienes han arriesgado tanto y a quienes han perdido mucho. El municipio, en muestra de coherencia, humanidad y solidaridad debió dirigir todo gasto y esfuerzo, con total ahínco, hacia inversiones en salud, apoyo a necesidades críticas y al certero impulso a políticas de reactivación económica. No podemos celebrar la vida, mientras conciudadanos padecen y sufren a escasas cuadras de las fiestas.

Es por esto, que decidí hacer algo.

Empecé a averiguar – a indagar sobre la veracidad de ese nauseabundo titular. Reuniendo información, como es dolorosamente evidente hoy, confirmé que la noticia era cierta. Un par de personas cercanas a la Alcaldía de Cochabamba me dieron a entender que los eventos de festejo se habían armado de manera caprichosa y desprolija – e incluso que, no existía consenso interno sobre lo apropiado del gasto. Seguí llamando y escarbando. Empecé conectando con mis amistades y conocidos del sector cultural, algunos otros amigos del sector salud – todos compartían el criterio de que estas actividades eran indolentes, insensibles a la gente enferma o a las familias que han perdido un ser querido.

¡Entonces, una idea! Advertirle a la nuestra Alcaldía sobre su error, sugerir cambios y proponerle ayuda.

Armado con mi optimismo, y la información recogida, me permití enviar una carta personal y ciudadana, dirigida a la Secretaria de Cultura de Cochabamba. Pero no solo para hacer crítica, sino también con sugerencia y una propuesta concreta al municipio. Una propuesta imposible de rechazar; una donde nos beneficiemos todos de un uso más responsable del gasto propuesto y, también, una propuesta que le permita al municipio generar una necesaria señal de responsabilidad y coherencia. “Imposible de rechazar” – me decía a mi mismo, mientras escribía mi carta. La propuesta era simple. Primero, que desistan de los actuales planes, en forma y presupuesto. Segundo, con la ayuda de gestores culturales se co-construya una diversa, y más modesta, serenata. Esta nueva versión solidaria,  reduciría drásticamente el innecesario gasto de Bs.500,000 y el excedente ahorrado del anunciado monto, se destine a una o varias necesidades críticas en salud y cultura.

Hago un especial ahínco en el sector cultural para resaltar dos cosas importantes, la primera; es que el sector cultural, ha sido particularmente golpeado con la pandemia – además cuenta con nulas o carentes normas municipales de promoción, mecanismos de capital o fondos concursables – es más, la alcaldía arrastra enormes deudas y pagos devengados a este sector. Segundo, imagínense, que aun siendo un sector tan olvidado y descuidado; las mujeres y hombres de este vital sector, aseguran no necesitar asistencialismo, ni migajas – y vienen gestionando contra viento y marea, profunda y necesaria política pública nacional y municipal, con claros y necesarios objetivos. Aún en la precariedad de su propio sector, reconocen la importancia de que primen la solidaridad y la empatía, por encima de los intereses sectoriales. Eso es dignidad.

Quiero ser claro con lo siguiente; evidencio que hay observaciones válidas, en la forma y fondo de las contrataciones de la serenata y actividades conexas, y también, que las actividades que propone y ejecutara la alcaldía tienen un cierto olor a proselitismo, pero ese no es el problema medular. Sin duda habrá quienes se beneficien de los eventos de este fin de semana, y cualquier ciudadano está en el derecho y libertad de ofrecer servicios y productos al municipio y también de lucrar, si así lo consiguen con transparencia y rectitud. El problema es anterior y previo, es el concepto mismo e intencionalidad pública de la decisión tomada por el municipio. La señal clara que emite esta decisión es que vivimos en una normalidad donde prima la indiferencia y lo banal.

En los días posteriores a mi carta, y con la predecible reacción defensiva y paternalista de burócratas y otros tomadores de decisiones, se generaron varias llamadas e incluso una reunión con el municipio. Se evidenció el móvil político y de prebenda de sus actividades. Todo por encima de las quejas y reclamos del sector cultural, y a pesar de que el municipio se jactaba que el concepto era el beneficio al sector – nada menos cierto, más falso e hipócrita. Aun así, se intentó generar oportunidad de coordinación y co-construcción, el municipio no aprovechó la oportunidad de aceptar su error, prevenir mala publicidad, revisar sus acciones y generar cambios importantes y trabajar con los grupos y personas que les habían elevado criticas. Juntos se podría haber construido una ciudad ligeramente más humana. Yo tenía la esperanza de que esa reunión que se logró con el municipio sea señal una señal de apertura. ¿Por qué si el municipio ha proclamado públicamente que esta actividad tenía como eje central el apoyo al sector cultural y artístico – como reconcilian ese hecho con que la queja y pronunciamiento público de dicho sector rechazando contundentemente esta actividad? No sé.

Resalto, que, si algo es extremadamente esperanzador para mí, fue que, en el curso de estos afanes, me encontré con increíbles mujeres y hombres del sector cultural. Ellas y ellos merecen un incalculable respeto por el silencioso, y poco agradecido trabajo que hacen. Me ha reafirmado la convicción de que son más los cochabambinos que se rigen por la empatía, integridad y coherencia en lo que dicen y hacen. Junto con ellos se trazó esta pequeña cruzada, siempre con miras al diálogo y la co-responsabilidad.

Ustedes leerán esto mientras nuestra plata ya ha sido decidida y gastada – los actos y festividades ya en desarrollo – carritos con pantallas llevando luz y música a alejadas OTBs y fuegos artificiales desde el Cristo de la Concordia. El sector artístico y cultural ya hizo su postura pública, espero la encuentren y la lean.

Ayer y hoy, cerca de los festejos seguirá habiendo enfermos, esperando atención en aceras frías y familias de luto extrañando a un miembro querido. Y las necesidades, tan críticas, ¿qué se decidió no afrontar? Todavía sin resolución. Quizás medio millón de bolivianos no les parezca mucho – “menos que otros años” dirán otros – pero lo cierto es que, en mi opinión, un solo boliviano malgastado ya es una negligencia. Hemos normalizado la cantidad de daño que permitimos como ciudad. Corremos el enorme riesgo de volvernos cuerudos e indiferentes – quizás ya somos.

Mi carta y las gestiones sectoriales en consecuencia de mi misiva, quizás son ejercicios fútiles de acción ciudadana. Quedan ahí, para el recuerdo – sin respuesta – y peor, sin resultado. Las buenas intenciones de coordinación, y no de confrontación, perdidas frente a las defensas, excusas y racionalizaciones innecesaria de quienes defienden lo indefendible, pero que hoy, ostentan poder de decisión. Ojalá las acciones de los gestores silenciosos del arte, la cultura, la música o la salud, nos despierten de nuestro propio letargo. Quizás mi carta era eso, un comienzo personal.

Quedo siempre optimista de que podamos reencontrar nuestra humanidad y sensibilidad, que la solidaridad y firmeza de convicción que hemos evidenciado en nuestra ciudadanía, en los momentos de más dificultad se traduzcan en liderazgos claros, públicos y necesarios. Seamos coherentes.

Daniel es emprendedor social. Licenciado en Relaciones Internacionales & Ciencias Políticas y Máster en Administración.