Una verdadera descentralización

En este siglo XXI hemos tenido luchas históricas desde Santa Cruz, hace años con la autonomía y hoy muchos pidiendo a gritos federalismo. Estas ideas nacen y se expanden con entusiasmo teniendo así atención en nuestro país por un mal que nos tiene estancados hace años, el centralismo.

Dentro de estos sistemas, la descentralización supone atomizar o disgregar los poderes de una organización de una manera administrativa, en este caso el Estado central. Esta acción solo supone una ínfima parte de lo que de verdad debería llegar a ser la autonomía o el federalismo, sin olvidarnos que la autonomía es un elemento esencial de la organización federal, esta misma debe encontrarse presente sea en menor o mayor medida. Hoy es justo y necesario profundizar los mismos, ya que supone dispersar la toma de decisiones y recursos en los tres niveles del Estado, como ser en áreas políticas y económicas, teniendo la capacidad de administrar libremente sus recursos según los intereses locales, de elegir sus autoridades, también de renovar sus estatutos autonómicos o federales, entre otros. Estas características se obtienen, pero aun bajo el seguimiento del Estado central a un nivel menor de tutela.

Esta idea va de mano de un manejo responsable permitiendo así reducir el peso del Estado central en el diario vivir del ciudadano, dando así mayores espacios de libertad y más atención a las necesidades específicas de cada región. Esta reforma implica una mayor participación ciudadana y en especial la idea gira en torno a buscar una asignación más eficiente de los recursos en el sistema económico. Esta búsqueda de eficiencia implica que los recursos sean provistos según las preferencias y necesidades de la gente al mínimo costo posible. Misma que implicaría un análisis meramente técnico de bienes públicos, externalidades, costos de transacción, etc.



Esta idea toma relevancia y vigencia cuando hablamos de Bolivia, un país tan diverso y plural. En un ejemplo burdo, el gobierno planea construir un hospital y una escuela por ciudad, probablemente en una ciudad necesitan tres colegios y un hospital, en otra necesiten dos hospitales y cinco colegios. Esa “homogeneidad” que buscan implantar desde el centro implica el uso ineficiente de recursos y los más perjudicados son los ciudadanos. De esta manera, se requiere aprovechar la información del gobierno local sobre el central, permitiendo llevar a cabo obras de acuerdo con las necesidades de la población.

Cuando analizamos la función del Estado, una de ellas es la asignación de recursos que recauda vía impuestos, lo que debe primar es buscar una asignación eficiente de recursos (misma que del Estado nunca va a provenir porque su interés es otro), para poder promover esto y mejorarlo en cierto grado debe existir dicha descentralización. Ahora, para llevar a cabo la misma es importante analizar con coherencia la realidad y hago énfasis en esta parte, ya que tiene cierta relatividad, dividir el poder es positivo, pero no significa que por disgregarlo mejore la situación si el proceso sigue siendo el mismo, si no existe ese manejo “responsable y racional”. Así como el gobierno puede poner un impuesto absurdo, de la misma manera podría hacerlo la alcaldía o gobernación departamental teniendo el país descentralizado.

Para iniciar este proceso es necesario hablar de un pacto fiscal como punta pie inicial. De descentralizar el presupuesto general del Estado (PGE). Realmente suena difícil, vamos a necesitar mucha voluntad política para llevarlo a cabo y haciendo énfasis en que toda función delegada sea financiada como corresponde. Que de nada sirve delegar competencias sin fondos económicos para poder ejercer las mismas como ocurrió estos últimos años.

¡Necesitamos una verdadera descentralización!

Y da mucha pena que hoy a poco tiempo de las elecciones ningún candidato haga el correspondiente énfasis en estas ideas tan necesarias e importantes debatir. No es solo hablar de descentralización como un mecanismo de organización netamente administrativo, siendo una simple asignación de competencias y no una reforma real de la estructura del Estado Boliviano.

Debemos preguntarnos: ¿Autonomía o Federalismo? Lo que hay que tener claro, es que el centralismo no es una opción.