Concertación Democrática

Emilio Martínez Cardona

La experiencia histórica universal indica que los grandes procesos de transición democrática han requerido de amplias coaliciones electorales, como lo demuestra el caso de la Concertación chilena, que viabilizó una salida sin accidentes del pinochetismo. Sucede que las dimensiones de la tarea requieren del concurso de muchas fuerzas y sobrepasan a los proyectos unipersonales.



En contrarruta a este sentido común, en Bolivia no se ha sabido o no se ha querido construir una política de Frente Democrático, apostando en cambio, únicamente, al denominado voto útil como herramienta para “arañar” la posibilidad de una segunda vuelta, cuando la otra vía podría haber conducido a una victoria nítida en primera ronda de las fuerzas contrarias al populismo autoritario.

Habría que remontarse a la foto de los ex presidentes y otros líderes del 2017, cuando Carlos Mesa, Tuto Quiroga, Víctor Hugo Cárdenas, Rubén Costas, Luis Revilla y Samuel Doria Medina esbozaron lo que podría haber sido, y que se rompió al año siguiente con la jugada en solitario del primero.

En la postura reacia al Frente Democrático han pesado tanto el personalismo como cierta concepción “antipolítica”, o más precisamente antipartidos, que desconoce la lógica de todo sistema democrático, buscando un endoso incondicional a un líder supuestamente “ciudadano” o extrapartidario.

Y así llegamos a una recta final donde el Movimiento Al Socialismo aparece situado a sólo 1,3 puntos de la victoria en primera vuelta. Queda apenas una semana para evitarlo y la pregunta es si sólo el voto útil será suficiente, teniendo en cuenta que, con un resultado estrecho, las fuerzas cocaleras y sus aliados verán la ocasión para desestabilizar la democracia.

Urge entonces la difícil pero necesaria tarea de intentar un acuerdo. Son siete días para que, por ejemplo, Mesa pida ayuda a los Demócratas para un control electoral en gran escala y se comprometa a impulsar un Pacto Fiscal autonómico; para que el plan económico de Tuto sea incluido como una de las columnas vertebrales de la próxima gestión de gobierno; para que Camacho ceda la franja superior de la papeleta y conserve a sus uninominales como bancada fiscalizadora.

Es posible que las ideas de este artículo disgusten a casi todo el mundo y está bien que así sea: los buenos acuerdos son los que dejan a todos un poco inconformes.

De no procederse de esta manera, no quedará más que esperar a que la coerción del voto resignado asegure el tránsito al balotaje, en un final de infarto. Que el 18 de octubre nos encuentre confesados.