A un año de noviembre, hay heridas abiertas y dos narrativas en pugna

 

Muertes sin justicia, violencia y terror sucedieron a la renuncia de Evo Morales tras la movilización ciudadana por indicios de fraude. Los bolivianos aún no hallan la vía para la reconciliación.

Fuente: Página Siete / La Paz



Ha pasado un año desde uno de los peores noviembres que vivió Bolivia en su historia. Y en este tiempo, lejos de aclararse, los hechos luctuosos, de terror y violencia aún permanecen  en la nebulosa entre la negligencia de la justicia, las heridas que no sanan y la pugna de dos narrativas  por imponer su verdad.

Movilización ciudadana versus  golpe de Estado son las tesis de estas narrativas sobre los hechos que el 10 de noviembre condujeron a la renuncia de Evo Morales, después de que las Fuerzas Armadas le retiraran su apoyo y tras 21 días de protestas ciudadanas contra el fraude denunciado en las elecciones del 20-O.

“En  Bolivia, las Fuerzas Armadas, subordinadas en principio al poder político, le ‘sugirieron’ al Presidente que ‘renuncie a su mandato presidencial’. Morales dimitió a las pocas horas. Se trata de un golpe de Estado, aunque se busquen eufemismos. Y no hace falta esperar 40 años para decirlo”, sostuvo el periodista y sociólogo argentino  Pedro Brieger en una columna de CNN.

Esta postura fue defendida internacionalmente por Evo Morales tras su renuncia. Logró al principio apoyo de círculos progresistas y se reforzó tras  las masacres de Sacaba y Senkata y el retorno del MAS al poder, tras ganar las elecciones del 18-O.

Por el otro lado, los argumentos recalcan la movilización ciudadana que desde todo el país protestó contra el fraude y mantuvo 21 días de protestas. Con el antecedente de que Morales no obedeció el resultado del 21F de 2016 que dijo no a la repostulación, la tercera, de Morales.

“¿Pero qué clase de golpe es que   sufrió Morales si los militares supuestamente ‘golpistas’ no asumieron el poder inmediatamente después? ¿Y cómo es que la presidenta entrante depuso a esos jefes militares y a la jerarquía policial que se amotinó? ¿Y alguno de esos ‘golpistas’ obligó a los jefes del Senado y Diputados a renunciar a sus cargos, provocando el vacío de poder de 48 horas? No hubo, pues, golpe de Estado. Un presidente megalómano y deseoso de eternizarse en el poder fue derrocado en las calles mediante protestas pacíficas”, afirmó el periodista Raúl Peñaranda en su columna titulada La posverdad del golpe de Estado.

Mientras las narrativas opuestas intentan imponerse y ganar un lugar oficial  -es sabido que la historia la escriben los vencedores- Bolivia aún soporta las heridas que, un año después de aquel noviembre, no sanan.

 

El 10 de noviembre de 2019, tras 21 días de movilización ciudadana contra el fraude electoral denunciado el 20-O, Evo Morales renunció a la presidencia. Antes hubo tres caídos en las protestas,  amotinamiento de la Polícia y la  “sugerencia” de las FFAA para que el mandatario dimita y  gente protestando en las calles.

Destinado a marcar la historia, ese 10 de noviembre amaneció con quemas de  casas   de autoridades masistas y emboscadas a flotas de los que denunciaban  fraude. Tras la renuncia del que fue mandatario durante 14 años, en la Plaza Murillo  hubo un breve festejo de los movilizados  seguido de  largas noches de terror. Partidarios de Morales quemaron casas, vandalizaron zonas  y sumieron al país en el miedo.

El 12 de noviembre, asumió el poder   Jeanine Añez en un gobierno transitorio que tenía el reto de pacificar el país para avanzar “a la brevedad posible” a un proceso electoral. Tres días después, el 15 de noviembre, en Sacaba se produjeron muertes de ciudadanos que rechazaban al gobierno transitorio. Y el 19 del mismo mes cayeron otros  en Senkata en el operativo militar por  levantar el bloqueo en la planta de gas. El informe Crisis de Estado, violación de derechos humanos en Bolivia, de la Defensoría del Pueblo, concluye que en ambos casos hubo una masacre.

Los convencidos defienden las narrativas en las que creen, víctimas de ambos bandos lloran muertos y el país aún no halla la vía cabal de reconciliación.

Los hitos que afianzan  dos narrativas

1 Paralización del TREP el 20-O, el detonante 

La paralización del TREP  la noche del 20-O  de 2019, cuando la diferencia entre Morales y Mesa era  siete puntos y su recuperación, al día siguiente, con una distancia de  24 puntos  que anulaba la segunda vuelta y daba el triunfo al presidente candidato detonó las protestas ciudadanas con el antecedente del referendo del 21-F de 2016, que había dicho no a la repostulación de Evo. Al menos cinco informes sostienen el fraude, que el MAS rechaza.

2 21 días de movilización de “las pititas”
Durante 21 días, movilizaciones ciudadanas protestaron en todo el país exigiendo la anulación de las elecciones. Mientras la protesta crecía, Morales la subestimaba  y  llamaba a sus organizaciones sociales a defender a su gobierno. Un año después de la protesta civil, en la que participaron muchos jóvenes, el término  “pititas” desde ámbitos masistas   intenta imponerse como sinónimo de golpistas, reforzando esa  narrativa.
3 El rol de la Policía y las Fuerzas Armadas

Cuando las protestas iban en ascenso, el 8 de noviembre comenzaron los amotinamientos policiales con el argumento que “la Policía no dispararía contra el pueblo”. Dos días después, las FFAA -entonces encabezada por el comandante Williams Kaliman, cercano a Morales- sugieron la renuncia del presidente. Esta posición reforzó la narrativa del golpe, no obstante Evo renunció sin dejar el poder en manos de los uniformados.

4 Las noches de terror y miedo tras la renuncia 

La noche del 10 de noviembre y las dos subsiguientes, después de la renuncia de Morales, hubo ataques, amedrentamiento y acoso violento de grupos del MAS. Atacaron unidades policiales y quemaron las casas del miembro del Conade, Waldo Albarracín, y de la periodista Casimira Lema, en La Paz. También se quemó una flota de buses municipales PumaKatari y se saquearon negocios. Estos hechos tampoco han sido totalmente esclarecidos.

5 Muerte en Montero, Sacaba y Senkata 

Durante los conflictos poselectorales y los primeros días del gobierno transitorio de Jeanine Añez, 35 personas de ambos bandos fallecieron. Antes de la renuncia de Evo Morales se registraron las primeras muertes en Montero y Cochabamba. El 15 y 19 de noviembre se produjeron  las “masacres” de Sacaba y Senkata que dejaron 23 muertos, la mayoría por arma de fuego. Ha pasado un año y estos decesos no tienen justicia.

6 Informes y contra- informes  de DDHH 

La ONU identificó “graves violaciones” a los Derechos Humanos en los conflictos poselectorales de 2019. La Alta Comisionada de Naciones Unidas para DDHH, Michelle Bachelet, expresó su preocupación ante la falta de  rendición de cuentas por las muertes en Sacaba y Senkata. Un informe  de Harvard denunció la violación al derecho a la vida y otros. La APDH de La Paz calificó este último como tendente a socapar a grupos irregulares del MAS.

7 El gobierno transitorio y el retorno del MAS

Las muertes en Sacaba y Senkata reforzaron la narrativa de golpe de estado  y apuntaron al gobierno transitorio de Jeanine Añez, que asumió el poder tras el vacío por la renuncia de Morales. La postulación de Añez a la presidencia, pese a su promesa de no hacerlo,   reforzó  las críticas, a las que se sumaron una veintena de denuncias de corrupción en su gobierno.   En las elecciones del 18-O, el candidato Luis Arce del MAS ganó por mayoría absoluta.