El modelo que creó Luis Arce se ha agotado

Los días del modelo económico que, el ahora presidente electo, Luis Arce concibió y dirigió durante años cuando era ministro de Economía han terminado y no volverán.

La base de este modelo era la prosperidad exportadora del país, que, como sabemos, se asentaba en los precios extraordinarios de las materias primas. Estos precios no van a repetirse en muchos años. Es posible que nuestra generación no vuelva a verlos más. Además, la capacidad exportadora del país ha quedado gravemente deteriorada por la falta de inversiones durante mucho tiempo.

Sin los ingresos especiales de YPFB, ¿cómo se sostendrán las docenas de empresas estatales que se ha creado al amparo de dicho modelo, muchas de las cuales son deficitarias? No existe una respuesta para esta pregunta, que no implique un debilitamiento de las finanzas estatales y la estabilidad del tipo de cambio. Un mayor déficit fiscal implica siempre la pérdida de reservas internacionales. Esto solo puede conjurarse con la contratación de créditos internacionales, pero Arce, a contrapelo de esta necesidad, quiere dejar de pagar la deuda externa.



Una moratoria de la deuda, sobre todo si es unilateral, sería una pésima señal para todos los actores económicos. También han sido un muy mal comienzo las declaraciones del nuevo presidente sobre la devaluación del boliviano.

El modelo de Arce ya no puede funcionar por más tiempo; mientras más pronto el país entienda esto, menos sufrimiento causará la ideología a la economía y, por esta vía, a las personas de carne y hueso.

La oposición al modelo, en la que estoy empeñado por buenas razones desde que este fue creado, se ha vuelto ahora más necesaria que nunca. Los opositores tenemos que autocriticarnos por no haber sabido impedir que las ideas que están asociadas a este modelo sigan ganando las elecciones. Sobre todo, tenemos que renovar nuestra relación con los sectores de la población que son la base social de dichas ideas y del MAS.

Tenemos que mostrarles que nuestra crítica al despilfarro estatista no se debe a “dogmas neoliberales”, sino a nuestra comprensión de la realidad económica, y que solo busca ahorrar sacrificios a la población. El gasto sin generación de riqueza es fantástico a corto plazo, en especial para ganar elecciones, pero al precio de la impotencia económica y el dolor social a mediano plazo.

Voy a dedicar los próximos años de mi trabajo político a la tarea de mostrar la importancia de que el país adopte un modelo económico más abierto, que ponga a los emprendedores populares por delante de los funcionarios de las empresas públicas quebradas y que mantenga las finanzas saneadas y equilibradas.

Confío aportar de esta manera a una salida más pronta y eficaz de la crisis económica actual y a la creación de empleos y oportunidades económicas para mis compatriotas. No busco otra recompensa que esa: menos errores económicos significan también menos empresas cerradas, menos despidos y menos familias angustiadas y necesitadas.

El autor es presidente del Frente de Unidad Nacional (UN)