Madre escribe a María Nela, su hija ministra: Lloramos juntas las muertes físicas, los lutos

María Nela Prada Tejada es hija de dos políticos del MAS: Ramón Prada, exprefecto de Santa Cruz y Betty Tejada expresidenta de la Cámara de Diputados.
María Nela Prada Tejada, ministra de la Presidencia. Imagen de money.com.bo
María Nela Prada Tejada, ministra de la Presidencia. Imagen de money.com.bo

Fuente: Opinión

La madre de la flamante ministra de la Presidencia, María Nela Tejada, le escribió una carta en la que le recuerda su convicción por su lucha. Muestra su orgullo por su carrera. “(Eres) militante de esa democracia de mujeres y hombres inteligentes; no idiotas infectados”, le dice.

María Nela, quien viene de un linaje político, es hija de Ramón Prada -exprefecto de Santa Cruz-y Betty Tejada -expresidenta de la Cámara de Diputados-, ambos militantes del Movimiento Al Socialismo, MAS.



María Nela es cruceña y militante del MAS desde 2005. En su discurso en la posesión del gabinete ministerial resaltó: “Estamos en etapa crítica y no es momento de enfrentamientos».

Betty Tejada, este lunes le escribió una carta a su hija ministra:

“Mi amada niña hoy mujer pero siempre niña, correteando colibríes, abrazando tu tierra y apretándola fuerte en tu corazón con amor inmenso, esperanza, sueños, con dolor intenso y sembrando cada día a la misma hora la certeza de que sí; hay mujeres y hombres justos, sin mal, jóvenes sin odio, racismo ni ignorancia social; no importa si de izquierda o derecha pero militantes del amor, jóvenes que encuentran en la justicia social el camino para la paz.

Cuando lloramos juntas las muertes físicas, los lutos; cuando cada día vivimos las muertes civiles y los estigmas crueles en carne propia y hacia los mismos de siempre, los pobres, los mismos campesinos, los mismos sembradores de la tierra; tus compañeros; yo tuve miedo, tuve pánico y te pedí que dejaras tu lucha y dejaras tu camino lleno de piedras pero me miraste a los ojos con los tuyos bañados en lágrimas de impotencia y desde tu corazón doliente y con crespones negros, me dijiste «no madre, no los puedo dejar» y partiste a abrazarlos en medio de las llamas del odio y también del amor, ese amor que es tu militancia, tu vocación, lejos de los que creen desde la derecha o la izquierda, que «en política vale todo».

Esperamos con tus hermanas María Cecilia y María Laura largas horas, con miedo porque podían detenerte; esperamos pidiendo a tu padre que no te soltara la mano un segundo, hablamos a amigos, tocamos puertas; hasta que nos llamaste al medio día o a las once y dijiste «no se preocupen, todo bien» y te quedaste en tu trinchera con los tuyos. Vos no sos la que abandona el barco en la tormenta.

Allá enfermaste de la pandemia y lloré por no poder ir a cuidarte, ponerte mentisan en tu nariz, en tu garganta, en tu pecho, en tu espalda y en tus pies y darte limonada caliente y llenar tu habitación de eucalipto y besarte y abrazarte y cantarte; pero ya no pude hacerlo y me quedé mirando tus pasitos desde que cumpliste un año. Los mismos de hoy, correteando la vida y construyendo peldaño a peldaño esa democracia social que no odia, que ama a la humanidad sin distinción alguna y que entiende que si no nos perdonamos, la guerra no acaba.

Militante de esa democracia de mujeres y hombres inteligentes; no idiotas infectados de ambición, odio y poder vacío de amor. Esa democracia de los jóvenes limpios que no degradan la política de tanto robarle a los pueblos sus sueños, sus bienes y su futuro. Esa democracia sin corruptos y sin caudillos soberbios, inalcanzables y sordos que ignoran que el poder acaba y lo que cuenta es lo que sembraron.

Ahora me entero que vas a asumir un cargo grande y quiero correr, volar, llegar a vos hija amada y contarte mi orgullo porque sé que no es el cargo el fin que nunca buscaste ni te interesa, sino el medio. Lo que festejamos con vos mi María Nela, mi María Cecilia y mi María Laura es tu lucha, es tu siembra, es creer, creer, creer; no en el hombre, porque tenemos fallas todos. Creer en la revolución del amor. Mi bella niña, gracias porque hoy tu padre está inmensamente feliz abrazándote y yo; ya pa qué, pa qué. Parezco un aguacero corriendo al río para bañar la tierra y esperarte en nuestro Piraí con nuestras piedras gigantes con tu pincel y paletas”.