Pensando en Bolivia

Lavive Yañez Simon

Es necesario detenerse y tomar conciencia para asimilar con objetividad la vorágine política que estamos viviendo, fraudes, violencia entre otras actitudes que intentan trastocar lo intangible, esos valores que no son manipulados ni destruidos, menos vistos con el ojo humano interesado.

Hay que tener sensibilidad, creatividad, ser congruente con tus principios para escribir historias de progreso. El magnetismo del carisma no se detiene, porque este surge en el interior del ser. Es ese estado de sentirse bien consigo mismo, esa sensación de libertad de conciencia que transmites en el liderazgo.



Los políticos no lo asimilan, menos pueden ejercer, porque la política está contaminada de mediocridad, ejercida por seres incongruentes con sus valores, quienes hacen de su escudo la blasfemia, en su poca, casi nula capacidad de transformar a partir de sí mismo, de crear nuevas formas para ser y hacer las cosas. Si las personas en lugar de buscar pelos en la dignidad de otros cambiaran de actitud frente a la corrupción y la delincuencia institucionalizada» la política partidaria estuviera fortalecida con instituciones éticas para ser formadoras de líderes capaces de llevar los destinos del país hacia el progreso a partir de la evolución humana en valores y no utilizarlas de trampolín político al servicio de los intereses de las «logias de poder».

Es inaceptable lo que estamos viviendo, la delincuencia ganó estrellas y la jerarquía determina el grado de culpabilidad y no así la justicia. La escala de valores humanos ha sido invertida por la ambición desmedida de los que hacen política de oportunidad, sin ninguna formación ni vocación de servicio, y como defensa, enlodan la dignidad de quienes no comparten sus aberraciones, porque el poder les da el coraje de trastocar los valores en un sistema sin justicia. En el ejercicio de la democracia los valores, jamás debieran ser trastocados.