Luego de la Covid, viudas de policías enfrentan la burocracia y las deudas


Algunas vieron morir a sus compañeros de vida en sus brazos, en puertas de hospitales, y otras no lograron ni siquiera ver el cadáver. Por meses, 60 de ellas viven un “calvario” para cobrar el seguro de vida.

Fuente: paginasiete.bo



 Carlos Quisbert  / La Paz

Luego de perder a sus compañeros de vida, las viudas de los policías que fallecieron “en cumplimiento de su deber”, afectados por el coronavirus, luchan contra otras  secuelas que les dejó hacer frente a la enfermedad: la discriminación y la burocracia estatal.

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 Aún llorando por  sus pérdidas, varias de ellas   viven desde hace un año un “calvario” para cobrar  sus beneficios y el seguro de vida, dinero que en gran parte será destinado al pago de  deudas.

“Es un calvario, ni siquiera me dejaron llorar bien la muerte de mi esposo (16 de julio de 2020). No me pude despedir, no tengo ni una foto de su cuerpo, ni siquiera estoy segura de que enterramos el suyo. Entre la funeraria y el cementerio me sacaron 26.000 bolivianos, nadie nos ayudó. Al día siguiente (del funeral) me llamaron para que inicie los trámites, pero mire, ni le he llorado bien y  pasaron meses sin poder cobrar lo del seguro de vida y las AFP (terminó los tramites la semana pasada), además que nos tratan mal y todo es para pagar las deudas, es insostenible”, lamentó, por ejemplo, María Eugenia Apaza Mamani, viuda del sargento segundo Víctor Hugo Copaquira Castañeda.

Como ella, más de 60 mujeres, de las 192 víctimas registradas en la Policía, se vieron desamparadas ante las complicaciones que les impuso la burocracia estatal para probar que eran las esposas, que tenían hijos, que sus esposos evidentemente fallecieron por coronavirus y que se contagiaron “en cumplimiento de su deber”.

En los casos más graves, las viudas llevan más de seis meses recorriendo las calles de La Paz, de institución en institución, acudiendo a las ventanillas luego de horas de largas filas.

El sufrimiento es mayor cuando se trata de viudas que llegan de otros departamentos y deben recurrir a “trucos” para lograr un avance en su papeleo ante el Comando General de la Policía, y Univida, la empresa de seguros que solicita requisitos distintos en cada caso, sin que ellas entiendan las razones, afirma Jhasmín Gutiérrez Aliaga, esposa del sargento primero Juan Pablo Laura Rivero, el primer policía muerto por la Covid-19, el 23 de junio de 2020.

“El día que lo enterraron (26 de junio) era su cumpleaños, iba a cumplir 43 años”, recuerda la viuda, quien quedó a cargo de tres hijos y ahora debe dividir el dinero de los beneficios sociales con la familia de la primera relación de su esposo y las deudas que asumió por la atención médica de ella, el fallecido y su bebé de menos de un año.

El nombre de Jhasmín es conocido entre las viudas,  varias le agradecen la guía que les proporcionó en medio del dolor y el desconocimiento de cómo hacer valer sus derechos, ante intentos de extorsión de dirigentes y funcionarios que les pidieron: “Me tienes que reconocer el 10%” o “para los pasajes”, por lo que decidieron formar una asociación, para la cual ya tienen un libro notariado en el que recolectan las firmas para lograr su  personería jurídica.

“Creo que nadie más que otras esposas van a entender el dolor y todo lo que debemos pasar luego de perder a nuestros compañeros, con los que teníamos tantos planes y de la noche a la mañana lo hemos perdido todo y nos quedamos con deudas y los hijos para mantener”, afirma Gutiérrez.

“La misión de la Policía Boliviana es ayudar a las viudas de nuestros camaradas y para eso se ha dispuesto un instructivo”, dijo  a  Página Siete el comandante de la Policía Boliviana, Jhonny Aguilera, luego de atender a las viudas el 1 de febrero,  cuando entre los más de 2.000 policías recuperados del coronavirus ya había 87 reinfectados, según recuentos internos.

“(Debe presentar) historia clínica o informe de la última atención que recibió antes del fallecimiento”,  señala una de las tres cartas que  la Aseguradora Univida envió a la Dirección de Salud de la Policía, observando por tercera vez el trámite que Marisol Arias Calle hace para cobrar el seguro de vida y los beneficios sociales que le corresponden por ley por la muerte de su esposo, el sargento segundo Javier Mamani Calle, el 26 de agosto de 2020.

“El día que el coronel Aguilera nos atendió en el Comando, uno de mis trillizos no quería irse, pensaba que su papá iba a salir en cualquier momento. Son cosas que nos parten el corazón y no hay a quién pedir ayuda. ¿Cómo  explicas a un niño que su papá está muerto y no lo puede ver otra vez? Sobre eso nos mienten, no nos ayudan y nos maltratan y no cumplen con el reconocimiento que merecen nuestros esposos”, relató Marisol, luego de escuchar las excusas que le dio una funcionaria, quien no le informó sobre  las observaciones y retenía la carta de Univida desde hace un mes.

Muertes en puertas de la CNS

 “Del servicio pasivo (desde el inicio de la pandemia hasta diciembre de 2020) han fallecido un total de 582 afiliados, entre  jubilados, cónyuges y viudas, lamentablemente. Algunos de ellos murieron  por falta de atención oportuna en la Caja Nacional de Salud (CNS)”, informó el presidente de la Asociación Nacional de los Suboficiales, Sargentos, Cabos y Policías Jubilados de la Policía Boliviana (Ansclajupol), Raúl Bustillos.

En lo que va de 2021, otros 48 afiliados de Ansclajupol perdieron la vida. Uno de esos casos fue el de un suboficial que falleció en puertas del Hospital Obrero, en brazos de sus familiares, todo por la demora en su atención en la CNS, aseguró Bustillos. Otra viuda relató su dolorosa experiencia, muy parecida,  pero en El Alto.

“Mi esposo ha muerto en mis brazos, en la puerta del Hospital de la Caja, de la exterminal, en la calle 7, se ha ido entre mis manos. He suplicado para que me den oxígeno, porque ya no podía respirar;  he rogado a todos, yo le di respiración boca a boca. Estaba sola, nadie me ha querido ayudar porque tenía Covid, me discriminaron (…) Para hacerle atender a mi esposo mi hija mayor ha hecho fila dos días en la Caja de Salud. Qué malos son en la atención, no respetaron ni que mi esposo era policía, que se ha contagiado cumpliendo su deber, pese a que él tenía epilepsia, esa enfermedad que le provocaron los golpes que le dieron en la cabeza cuando emboscaron a su patrulla mientras trabajó en la erradicación de coca, en la Asunta (Yungas) en  2010 (…). Qué feo año ha sido el 2020, pensé que íbamos a mejorar pero ha sido lo contrario. Tengo una deuda de 50.000 dólares por mi casa”, relató con la voz entrecortada bajo el barbijo y los ojos rojos por el llanto, Rita Sánchez Choque, esposa del suboficial Rolando Balboa Patty, quien falleció el 16 de julio.

Los meses pasan y las mujeres aún no logran hacer valer sus derechos  ni el ascenso póstumo
que les prometieron los jefes policiales y las autoridades del Gobierno.

 CNS dio   consultorios

  • Convenio  Luego de un convenio firmando con el Comando General de la Policía, la Caja Nacional del Salud (CNS) Regional La Paz, habilitó centros de aislamiento y atención para el tratamiento del coronavirus, tanto para el  sector activo como para  jubilados. Éstos se instalaron en el Hostal París, ubicado en la Plaza Murillo. También se instalaron tres centros de diagnóstico del virus, además de la contratación de servicios del Hospital Juan XXIII, informó el gerente regional de la CNS, Max González.
  • Colapso  Sobre la muerte de policías y pacientes en puertas de los policlínicos, González señaló que al margen del tipo de atención, estos casos se presentaron por el colapso de los centros hospitalarios, debido a los cuadros de salud agravados en los pacientes de forma repentina que causaron la falta de espacio.

Pedido unánime:   ascenso póstumo para que sus  hijos los recuerden como héroes

 En puertas de la CNS
Rita Sánchez: Mi esposo ha  muerto  entre mis manos

La desesperación de ver desfallecer por falta de aire a su esposo llevó a Rita Sánchez a intentar salvar la vida del padre de sus tres hijos dándole  respiración de boca a boca, mientras estaba tendido en la acera a unos metros del policlínico de la Caja Nacional de Salud  de El Alto donde, según cuenta, le negaron la atención dos veces.

Jornadas antes de aquel aciago 16 de julio, la hija mayor de Rita -también enferma en ese momento- y el suboficial Rolando Balboa Patty había hecho fila dos noches y un día para que lo puedan atender en el policlínico de El Alto. Finalmente logró que una doctora lo viera;  él sugirió su internación, pero ésta lo envió de regreso a su casa . “Está sanando”, les dijo y les dio cita para la siguiente semana. Rolando falleció un día después.

“Se ha ido entre mis manos. Supliqué para que le den oxígeno.  ‘No puedo respirar’ me dijo mi esposo, he rogado a todos, le di respiración boca a boca. Yo estaba sola, nadie me ha querido ayudar porque tenía Covid, me discriminaron”  relató Rita a Página Siete.

Ahora la familia de Rolando pide el ascenso póstumo y un acto de homenaje, para que al menos  sus hijos   recuerden a su padre como un héroe. “En los campamentos dormía sobre camas de troncos que se hacía, él se merece ese ascenso, por sus hijos”, pide Rita.

Critica la burocracia
Marisol: Por los  trillizos no pudimos ahorrar nada

Marisol Arias Calle asegura que su esposo no se dio por vencido ante el coronavirus y luchó hasta el último momento. Lo recuerda como un hombre valiente, con el coraje de mentirle para no preocuparla.

“Estoy bien, voy a salir de esto”, fue el último mensaje que el sargento segundo Javier Mamani Calle  escribió a Marisol por   celular el 25 de agosto de 2020, un día antes de morir. Ella cree que no le dieron la atención debida y que el momento en que murió nadie lo  auxilió.

“El dinero que nos tienen que pagar es aporte de mi esposo, no nos están regalando nada, y lo del seguro de vida, que tantos meses no puedo cobrar, se va a ir para pagar las deudas, de alguna manera salvaré algo. Por nuestros trillizos (dos mujeres y un varón) no hemos podido ahorrar nada (…) Es un calvario hacer estos trámites, es un dolor de nunca acabar. Vengo desde Viacha casi todos los días pensando en  lo que pasó y no puedo estar tranquila”, relata Marisol.

Sola y sin conocimiento sobre los papeleos, luego de  aceptar que ya no tendría el apoyo de su esposo para cuidar a sus trillizos,  inició los trámites. “Lo que pedimos todas es que se dé el homenaje que merecen por el trabajo que han cumplido en la institución. Por lo menos eso tendrán mis hijos de recuerdo de su papá”, pidió la viuda.

Guarda grabaciones
Jhasmín: No lo creemos y esperamos que regresen

Jhasmín Gutiérrez Aliaga, esposa del sargento primero Juan Pablo Laura Rivero, el primer policía muerto por la Covid-19, el 23 de junio, es la representante de las viudas de policías víctimas del virus. De voz firme y segura, las otras  esposas la ven como la líder que logró guiarlas en ese mundo de papeleos en el que policías jubilados, funcionarios y dirigentes las maltrataban o intentaron sacar una tajada de los beneficios sociales.

“(Las viudas) no lo creemos, vivimos con esa sensación en las noches, de que van a regresar, que tocarán el timbre, que va a sonar el celular en la madrugada. (…) Muchas no vimos ni sus cuerpos. Es por  un sentido de humanidad, pero las enfermeras no nos dan ni una foto para convencernos. Decirnos ‘aquí está su esposo, ha muerto’, al menos eso”, afirma Jhasmín, luego de meses de compartir sus historias y reconocer su dolor en el de otras madres.

Sobre el  último mensaje  del padre de sus tres hijos, la joven viuda afirma que Juan Pablo siempre tenía un “te amo”   para ella. “Por algún motivo él decía: ‘Mamá es mamá, papá es papá, cualquier cosa que deba pasar a  la familia, que me pase a mí’. Me decía que me cuide y cuide a nuestros hijos. Tengo guardados los audios que me mandaba, a veces; en las noches me mato escuchando su voz, es doloroso lo que pasamos sin verlos”, confesó Jhasmín.

Pide ascenso póstumo
María: Debía estar bien para salvar la vida de mi esposo

Al contar los problemas que  sorteó  para terminar el trámite para el pago del  seguro de vida y otros beneficios que le corresponden como  viuda del sargento segundo Víctor Hugo Copaquira Castañeda, María Eugenia Apaza recuerda con dolor el último momento con su pareja.

“No me pude despedir de él. Antes de internarse se ha despedido de mi hijo (de 14 años), pero no lo pudo abrazar. Le dijo ‘cuánto quisiera abrazarte, hijo, pero esta enfermedad no me permite. Si hay que trabajar  vas a trabajar, vas a cuidar a tu mamá’, le dijo. Yo le pedí ‘no hables así’, pero de mí no se ha despedido. No me dijo ‘esto vas a hacer, esto te estoy dejando’, no me ha dicho nada, nada”, reclama María Eugenia al  recuerdo de su esposo, ese  10 de julio, cuando  fue internado en el Hospital Luis Uría, seis días antes de que un médico la llamara para pedirle un documento y decirle que él  había muerto.

No  cuestiona aquel recuerdo sólo por la falta de una  despedida, sino porque pese a que insistió en la atención para su pareja, no pudo salvarlo. “No hice caso de los síntomas que yo tenía, dije que debía estar bien, de pie, para salvar la vida de mi esposo”, asegura la viuda, que  pide honrar  la memoria del sargento y sus camaradas. “Queremos el ascenso póstumo, que los  hijos los recuerden como héroes”, exigió.

Pide  un homenaje
Esperanza: La Policía no me ayudó en nada cuando murió

Esperanza Molina Caballero afirma que hizo un solo reclamo a la Policía. Pedir que restituyan el oxígeno a su esposo, cuando éste ya estaba internado y en una etapa crítica en uno de los hospitales de la Caja Nacional de Salud (CNS), en Cochabamba. Logró su objetivo, pero  fue la última vez que mantuvo contacto con su pareja.

“Luego  que murió  la Policía no me ayudó en nada. Nosotros viajamos y logramos cada documento con mucho esfuerzo. Pagar 23 bolivianos por un certificado del Serecí para nosotras es harto, para que en La Paz la licenciada (que hace los trámites) nos tire con los papeles y nos trate mal, según como amanece su carácter”, aseguró la viuda, ante otro mes más sin lograr cobrar los beneficios de las AFP.

El policía Juan José Romero Peñarrieta falleció el 26 de junio de 2020. Esperanza, ahora a cargo de tres hijos, dos mujeres de tres y siete años y el varón de 13,  recuerda, aún con lágrimas, que su pareja logró despedirse de ellos. “A mis hijos les dijo que se cuidaran, a mí me dijo que tal vez no regresaría”.

“Quiero  el ascenso póstumo y  un homenaje en presencia de sus hijos, no como hicieron sus jefes para sacarse fotos. Era un buen policía,  se merece eso, por cumplir su deber no tenía tiempo ni para sus hijos, no era un vicioso”, pidió la viuda.

Fuente: paginasiete.bo