Evo Morales resultó de nuevo envuelto en una polémica en algunos medios de información, que refrescaron un dato de agosto de 2020 para recordarle que había decidido renunciar un día antes de la decisión final, el 10 de noviembre de 2019. ¿Qué papel jugaron las Fuerzas Armadas?

Un extracto de su libro aludido el domingo —con base en una reseña vieja de La Razón— cuenta no solo la noche en que el líder político había decidido renunciar, sino el papel previo de las Fuerzas Armadas en su determinación.

“Asomaron los peligros cuando a principios de noviembre, con el mando, con todo el mando, nos reunimos”, recuerda Morales en su libro Volveremos y seremos millones. El golpe de Estado, el exilio y la lucha para que Bolivia vuelva a gobernarse, publicado por la editorial Planeta y que abunda en alusiones a golpe, golpistas y golpismo.

En el capítulo Una elección limpia y un golpe sucio, el exmandatario se refiere a los pasajes que experimentó cuando efectivos de la Policía Boliviana se amotinaron el 8 de noviembre en medio de un conflicto cívico liderado por el entonces presidente del Comité pro Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, contra los resultados de las cuestionadas elecciones del 20 de octubre y el gobierno de Morales.

Motín policial

Cuenta que el jueves 7 de noviembre ya estaba informado del amotinamiento. “Ya no era acuartelamiento, era amotinamiento”, aclara.

Ante el “motín policial”, Morales recuerda que preguntó “¿qué hacemos?” al entonces comandante de las Fuerzas Armadas, el general Williams Kaliman. Éste simplemente respondió: “No hay muchas balas”.

El exmandatario cuenta que la respuesta del jefe militar implicaba muertes. “Y al quejarse de que había pocas balas, hablaban de muertes”, concluye.

No atendió el requerimiento, “por dos razones”: Primero, porque los militares solo estaban pensando en matar, y, segundo, porque cuando tuvieran que actuar dirían: ‘¡No tengo bala!”.

Incluso relata que muchos elementos del Alto Mando de las Fuerzas Armadas habían pedido la renuncia de Kaliman. “Escuché una cinta de grabación” con ese pedido, dice Morales.

La ‘sugerencia

Eran los movimientos previos al 10 de noviembre, cuando en la tarde el propio Kaliman, en conferencia prensa, sugirió la renuncia del mandatario. “Sugerimos al Presidente del Estado que renuncie a su mandato”, dice la frase final.

Eran cerca de las 16.00 de ese domingo. Una ola de renuncias se había desatado, entre ministros, senadores y diputados del Movimiento Al Socialismo (MAS). Antes, Camacho y el entonces líder del Comité Cívico Potosinista (Comcipo), Marco Pumari, y el abogado Eduardo León habían logrado ingresar en el hall del Palacio de Gobierno con una carta de “renuncia” para la que la firme Morales, una bandera tricolor y la Biblia.

La renuncia de Evo Morales junto a Álvaro García y Gabriela Montaño en Chimoré, a las 16.52 del 10 de noviembre de 2019.

Morales cuenta las horas previas. “¿Y cómo se demuestra que las Fuerzas Armadas en el último día, el 10 de noviembre, en la mañana, ya estaban en el golpe?”, se pregunta.

Afirma que ante las protestas de cooperativistas e indígenas, entre las 08.00 y 09.00 de ese domingo, aviones chinos K8 ya estaban sobrevolando las protestas sin su autorización.

“Qué es el Presidente. Que el Presidente no había dado ni orden ni autorización”, recuerda.

Dice que en esa circunstancia dijo “hagan lo que quieran, pero si actúan así, esto ya es un golpe”.

“Llamo al comandante. Me dice: ‘No es un golpe, es importante evitar un enfrentamiento y evitar hechos de sangres’”.

Entonces Morales invoca la Constitución y le recuerda a Kaliman que no solo tiene que avisarle de las acciones de las Fuerzas Armadas, sino “no poder mover nada, para nada” de todo el aparato logístico sin su permiso.

El avión presidencial

Un segundo episodio de la desobediencia militar previa a la renuncia sucedió entre las 10.00 y 11.00 de ese domingo. “Una nota, del Comando General, dice que el avión presidencial ya no dependía de mí”, relata el exmandatario.

Dice Morales que lo tomó sin mucha importancia. “Nos dice: ‘No, eso ya no depende del Presidente; por tanto, del comandante general de la Fuerza Aérea Boliviana. ¡Era otro golpe! Ya no podíamos decidir”.

La portada del libro de memoria de Evo Morales.

“Ése fue el indicador, antes nada. Y fue así que nos quitaron el avión presidencial en la mañana del domingo”, insiste.

Relata que dos semanas antes de las elecciones, un jefe militar le sugirió visitar los cuarteles. “Este mayor me estaba advirtiendo. Se daba cuenta o sabía qué iba a pasar. Su tarea era defender al Presidente, era escolta presidencial”.

Otro incidente vinculado a militares que Morales cita en el libro es el ocurrido el 9 de noviembre, cuando había aterrizado en Chimoré, en la plataforma comercial, para civiles, no militar. Un oficial “de avanzada” le había informado acerca de un preocupante hecho: un mensaje de texto que pedía “entregar” a Morales a cambio de “50 palos”, $us 50.000 dólares.

“Eran exmilitares”, concluye.

El vuelo de la renuncia

La tarde del 10 de noviembre, al saberse acorralado por las protestas, el motín policial y los cuestionamientos políticos, Morales quiso volar de nuevo a Chimoré desde la terminal presidencial de El Alto. “El piloto no quiso levantar vuelo. El piloto del avión FAB-01 no quiso ni siquiera abrir el avión. Y el piloto era el comandante del Grupo Aéreo Presidencial, el coronel Williams Guzmán, un quechua de Aiquile”, recuerda.

Se había producido un incidente:

—¿Qué pasa, coronel? Usted tiene la obligación de llevarme al Trópico.

—No.

Cuenta Morales que tuvo que llamar al comandante de la Fuerza Aérea, Jorge Terceros, de quien dice que negó el extremo. “No, no. Tiene que llevarte, pero ¿quién no quiere?”, cita al jefe militar.

Luego pudo viajar a Chimoré. Allí, a las 16.52 renunció a su mandato, acompañado del vicepresidente Álvaro García y la ministra de Salud, Gabriela Montaño. Nada más al bajar del avión, ya sabía de la declaración del Alto Mando de las Fuerzas Armadas, que había sugerido su dimisión.

En su libro, recuerda que había pensado internarse en la selva. “Pensé tirarme monte adentro, selva adentro para gobernar”.

Sin embargo, pensó que al día siguiente iba a desatarse una movilización “para retomar la plaza Murillo, la Casa Grande del Pueblo”.

“Pensé: si se movilizan, va haber enfrentamiento”, dice.

Hizo sus elucubraciones trágicas acerca de las posibles acciones de la Policía amotinada y “la gente civil de la derecha que habría disparado”: “En 10 días iba a haber más de 40 muertos, más de 400 heridos de bala, más de 1.000 detenidos”.

“Entonces dormí con la conciencia tranquila, la decisión de renunciar era un buen cálculo para evitar una masacre. Renuncié el domingo”, cuenta Morales.

´”Hasta que llegó el golpe. Y llegó ese día”, termina.

Luego hizo planes para abandonar el país, por recomendación de sus compañeros. México fue su destino, pero luego de un periplo también largo, desde la oferta de asilo del presidente de Paraguay, Mario Abdo Benítez; la llamada del entonces mandatario electo de Argentina, Alberto Fernández, y la invitación de Andrés Manuel López Obrador de refugiarse en su país, México.

Esa es otra historia.