Al no hallar un espacio en un cementerio cercano o en crematorios, deudos peregrinan con el cadáver de su pariente por otros municipios o zonas rurales.
Fuente: paginasiete.bo
María Mena M. / Cochabamba
El cuerpo sin vida de una mujer yacía en el piso a escasos metros de la puerta de Emergencias del Hospital del Norte, en Cochabamba. Falleció en el interior de un vehículo minutos antes de que pudiera ser socorrida y tras un largo peregrinaje en busca de atención médica. Su organismo no resistió y perdió la batalla contra la Covid-19.
Las imágenes de esa tragedia, el 28 de mayo, reflejaban la dimensión de la pandemia en Cochabamba, el segundo departamento más golpeado con la tercera ola del coronavirus.
El cuerpo de la mujer de la tercera edad permaneció en el interior del taxi por más de tres horas, hasta que hombres vestidos con trajes verdes de bioseguridad lo cubrieron con bolsas negras en espera de la funeraria. El dolor de su familia no terminó allí.
No fue suficiente ver decaer la salud de su ser querido o peregrinar por medicamentos, oxígeno y por atención médica. Luego vino el calvario burocrático para enterrar o cremar el cuerpo.
Cientos de familias cochabambinas viven estas semanas el drama de decidir entre cremar o enterrar los restos de sus allegados. Los despiden sin velatorios, misas de cuerpo presente ni rituales tradicionales. Todo para evitar la propagación del virus.
Según los reportes del Servicio Departamental de Salud (Sedes) Cochabamba, en mayo se registraron más de 15.000 nuevos casos de coronavirus y más de 300 personas perdieron la vida a causa de la Covid-19.
Los protocolos sanitarios de la OMS/OPS, que sigue el Sedes, recomiendan la incineración de los cuerpos con Covid-19, pero debido a la saturación de los crematorios, no todos pueden acceder a este servicio.
Además, muchas familias prefieren el sepelio, con medidas de bioseguridad, en un cementerio donde puedan visitar a su ser querido. No obstante, ya no hay espacio en el Cementerio General de Cochabamba, por lo que los deudos se ven obligados a enterrar a sus familiares en camposantos de municipios cercanos a la capital.
Peregrinaje por un camposanto
La muerte de doña Paulina a causa de la Covid-19 no solo fue una desdicha familiar, significó también horas de búsqueda de un sitio para enterrarla
“Mi esposa casi se muere cuando se entera que su mamá falleció. Resulta que tenía Covid y su cuerpo no resistió”, cuenta Alejandro, yerno de doña Paulina.
Alejandro relata que a finales de abril, la salud de doña Paulina empezó a decaer, ella padecía diabetes en estado avanzado. Al tercer día no podía caminar y respiraba con dificultad. Entonces, sus tres hijas la llevaron al Hospital Viedma, donde los estudios revelaron que la señora era positiva a la Covid-19.
Doña Paulina estuvo internada en el Viedma por aproximadamente una semana, cuando aún los hospitales no estaban saturados y no era una odisea conseguir oxígeno ni medicamentos.
“Recién estaba empezando la tercera ola. Pudimos conseguir todo lo que nos pedían los médicos: medicinas y oxígeno, pero no fue suficiente”, continúa su yerno.
Todos los órganos internos de doña Paulina comenzaron a fallar, sobre todo su corazón. Requería con urgencia una intervención quirúrgica, pero los médicos temían operarla por la fragilidad de su salud.
Al día sexto de su internación doña Paulina falleció a causa de una falla multiorgánica provocada por el virus. La noticia fue un golpe para toda su familia, sobre todo para sus hijas.
Tras la muerte de doña Paulina empezó otra odisea para su familia, ya que debía decidir qué hacer con sus restos. Querían enterrarla en el Cementerio General de Cochabamba, pero debido a la saturación de éste, peregrinaron por varios camposantos de municipios vecinos: Tiquipaya, Apote y Colcapirhua, hasta que hallaron un espacio en Quillacollo.
La funeraria retuvo sus restos por más de 48 horas porque no hallaban un cementerio.
“La enterraron lejos de donde vivimos, pero al menos habrá un lugar donde visitarla y llorarla”, lamenta Alejandro.
Cementerios saturados
En Cochabamba solo hay tres cementerios que cuentan con hornos crematorios: en Cercado, Sacaba y Colcapirhua. Todos están saturados y operan en su máxima capacidad en esta tercera ola de la pandemia.
El Cementerio General de Cercado tiene dos hornos e inhuma hasta 14 cuerpos al día, mientras que los de Sacaba y Colcapirhua solo disponen de un horno cada uno y creman cuatro y seis restos por día, respectivamente.
En la puerta de la administración del Cementerio General de Cochabamba cada día se observan filas de hasta dos cuadras de familiares que solicitan la cremación o entierro de su ser querido. Para las cremaciones hay una lista de espera de hasta cuatro días, mientras que los funerales bajo tierra no están autorizados a menos que la familia tenga un nicho o lo haya adquirido con anticipación.
“No puedo recibir a más cuerpos porque tenemos un sistema que no nos lo permite. Además, estamos al tope de nuestra capacidad”, declaró la administradora del Cementerio General de Cochabamba, Lilian Scott.
Luto y división
El deceso de doña Aurora fue la continuación de una serie de hechos trágicos que dividió y generó discordia entre sus hijos.
“Mi mamá se puso mal de repente y no quiso ir al médico porque todos los hospitales estaban saturados. Ella decía que si iba a morir, tenía que ser en su casa, a lado de sus hijos y nietos. Y así fue. Falleció un día después del Día de la Madre”, relata Janneth en medio de lágrimas.
Cuenta que llamaron a la Policía para que efectuara el levantamiento del cuerpo. Tras una larga espera, lo trasladaron al Instituto de Investigaciones Forenses para practicarle la autopsia que confirmó la causa del deceso: falla pulmonar por coronavirus.
El informe forense sugería su incineración, pero dos de los cinco hermanos insistían en enterrar a su madre en un camposanto.
“Para el Cementerio General solo había que pagar a una funeraria que con los protocolos de bioseguridad cobraba como 2.000 mil bolivianos, pero no había espacio. En el Parque de las Memorias nos pidieron más de 2. 000 dólares por un espacio para cinco años. No nos poníamos de acuerdo”, explica Janneth.
En la discordia intervino el padre y resolvió enterrar los restos de su esposa en un camposanto de Tarata, a más de 30 kilómetros de la ciudad. No todos los hermanos asistieron al funeral.
Cochabamba aplica una cuarentena mixta con la esperanza de que haya un descenso en los casos positivos y decesos. Las autoridades sanitarias y municipales anticiparon que se prevé que el pico de la pandemia será a mediados de junio.
En Sacaba y Colcapirhua trabajan 12 horas
Los hornos crematorios cobran hasta Bs 1.094
Inhumar un cuerpo con Covid-19 cuesta hasta 1.094 bolivianos en los crematorios de Sacaba y Colcapirhua. En Cercado el servicio es gratuito, pero hay un lista de espera de hasta cuatro días debido a la saturación.
El administrador del Cementerio General de Sacaba, Medardo Montaño, explica que la incineración para los habitantes de ese municipio es gratuita, pero para cuerpos de otras regiones es de 1.094 bolivianos, igual que en Colcapirhua.
Según la tabla pegada en la puerta del horno de Sacaba, la cremación para cuerpos de adultos cuesta 1.094 bolivianos y de restos óseos 547 bolivianos; mientras que para menores es 820 y 410 bolivianos, respectivamente.
“La cremación siempre costó así. La gratuidad es para los sacabeños. Los familiares tienen que mostrar el carnet u otro documento que certifique que era de Sacaba”, afirma Medardo.
En 2020, durante la primera ola, ese horno cremaba por día hasta cuatro cuerpos. En la tercera ola esa cifra se mantiene porque no tiene capacidad para más.
El administrador añade que el horno funciona 12 horas continuas, de 7:00 a 19:00, y que la incineración de cada cuerpo demanda entre tres y cuatro horas.
Los sepelios en los cementerios de los tres municipios también colapsaron. En los camposantos de las zonas alejadas y provincias aún hay espacio, pero exigen que los difuntos sean del lugar.
Es el caso del cementerio de K’ara K’ara, al sur de la ciudad de Cochabamba. El camposanto tiene una superficie de ocho hectáreas y un área destinada exclusivamente para los decesos por Covid.
El administrador del cementerio, que prefirió guardar su nombre en reserva, informó que en enero por semana enterraban uno o dos cuerpos, pero en mayo la cifra se incrementó hasta cinco.
Si el deceso fue a causa del virus, el cuerpo es enterrado a tres metros y medio de profundidad, mientras que por otra enfermedad o por causas naturales lo sepultan a dos metros y medio.
Fuente: paginasiete.bo