Pablo, el chico de la mermelada…


 

 

Hace mucho estaba cubriendo las elecciones nacionales y fui a realizar una nota en Palmasola.
Entrevistas, imágenes de apoyo…
¡Listo!



Ya salíamos, cuando alguien me agarró suavemente del brazo.
– Shiclets, mi hermano.
– ¿Te acordás de mí?

Lo miré.

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Le faltaban varios dientes y tenía la piel curtida, con un extraño color verdoso oscuro. Se veía sucio y con el cabello casi hasta los hombros.
– Soy Pablo, Pablito, de Mermelada; íbamos a Klan Man, por Viva María.
-dijo el hombre.

Entonces lo recordé.

Era un pelau pintudo y bien vestido, alegre y buen tipo. Estaba en el colegio y cada domingo esperaba los dancing. No molestaba a nadie pero cometió un error.

Se juntó con quien no debía.

A la rápida, me contó que se metió a llevar drogas y que acabó preso, que mató a un tipo en defensa propia y que le habían dado treinta años de prisión.
Estaba claro que también consumía.

Mi amigo Pablo…

Tantos buenos recuerdos…

– ¿Me prestás dos pesos? -dijo con una mirada que ya no era de este mundo.
Le di un abrazo, le presté dos pesos nos despedimos y luego salimos con el camarógrafo…

En el minibús del canal miraba pensativo por la ventana y tenía en mi ropa el mal olor de mi amigo, mezclado con el olor de mi perfume.
No me importaba, pero me dolía…
Al tiempo supe que lo mataron y nadie fue a buscar su cuerpo.

¡Malditas drogas!

El ESCRIBIDOR.