Julio Peñaloza y su artículo «En el país de Anabel Angus y Unitel»

Un polémico artículo escrito por el periodista Julio Peñaloza ha suscitado controversia principalmente en círculos de la política boliviana. Aplausos en el MAS (Peñaloza es afín a esta línea y esposo de la exdiputada Susana Rivero) y críticas en la oposición que advierte el sesgo en las columnas del citado comunicador.

Peñaloza comenta su trabajo, como parte de una serie de artículos que viene publicando en un matutino paceño, en la siguiente entrevista con el programa Detrás de la Verdad.



Fuente: Detrás de la Verdad

Por Julio Peñaloza Bretel

En el país de Anabel Angus y Unitel

En el primer año del tercer mandato de Evo Morales (2015), la televisión en Bolivia había cambiado ante la reconfiguración política y social del país, desplazándose hacia las plataformas del espectáculo y el entretenimiento en primer lugar, relegando a la información y al análisis de la actualidad noticiosa informativa a un segundo plano. Se trataba de una decisión estratégica en lo comercial y en lo político.

Considerábamos entonces que se había producido un cambio de prioridades de los medios de comunicación en Bolivia a partir de la puesta en vigencia de la nueva Constitución Política del Estado (CPE), validada en el referéndum del 25 de enero de 2009. Desde ese momento, las fuerzas empresariales comunicacionales inscritas en la lógica del mercado decidieron situarse en zonas en las que la política y el acontecer público nacional con altos niveles de conflictividad dejaran de ser de primer orden, para dar paso a un establecimiento de prioridades comerciales que tienen un primer elemento central en el entretenimiento y que en términos de producción y puesta en el aire audiovisuales pasan por franquicias de reality shows o programas de concursos que por ejemplo a Unitel, red nacional televisiva con más alto rating de entre todas las del espectro nacional, le permitió posicionarse lejos de aquella agenda que pasaba por la defensa intransigente de los intereses hacendales y terratenientes de las tierras bajas, dado que el gobierno nacional penetró en los sectores empresarial agroexportador y ganadero, rayándoles la cancha en la que quedaban separados los negocios de la política.

LÍNEA.
En la misma línea de lecto-escritura de la realidad boliviana, que la apropiada por la red de la familia Monasterios (Unitel) desde una lógica estrictamente mercantil y de fabricación de necesidades de consumo, la Red Uno del grupo Kuljis emuló a su más inmediata competencia y decidió apostar también por el entretenimiento de los eventos concursables de danza y canto con marca internacional, emitiendo un inequívoco mensaje al poder político cuando decidió despedir a su principal conductor, Enrique Salazar (mayo de 2015), por haber irrespetado a la ministra de Comunicación, Marianela Paco, en el programa Que no me pierda.

De esa manera lo periodístico noticioso terminaba siendo desterrado de las prioridades del medio y a cambio se entronizaba el show y el espectáculo como aspecto prioritario de su programación.

“No queremos pelear con el gobierno” era el mensaje de fondo, por lo que se decidió un rumbo informativo levemente diferenciado entre las emisiones para el oriente y para el occidente del país, pero muy alejado del estilo crispado y radical con el que se había combatido a Evo Morales y a su gobierno hasta días previos al triunfo del Sí a la nueva Constitución en las urnas. A partir de entonces, cesaría de manera casi terminante la amplificación de los mensajes sesgados y tendenciosos contra el gobierno que fueron moneda corriente entre 2006 y 2008. Cesaría, en términos concretos, el concertado rol opositor de la televisión privada contra el gobierno, encabezado hasta entonces por Unitel con Jimena Antelo como mascarón de proa.

Unitel y la Red Uno habían decidido poner el acento en ese precepto que dice que la televisión es en primer lugar un negocio y que más vale jugar a fortalecer la pauta publicitaria con anunciadores privados, renunciando a la radical línea opositora que había ejercido hasta 2008, cuando todavía las formaciones políticas alineadas detrás de los intereses de la clase dominante republicana, en lo político y en lo económico, creían que podían derrocar el proyecto político del MAS que ya llevaba más de una década de vigencia.

Como ya no era posible continuar apostando a las encerronas de dirigentes indígenas y campesinos, para ser triturados en los sets televisivos preparados para excitar el morbo de las clases medias, las dos redes televisivas con mayor alcance en cuanto a señal y captura de audiencia, Unitel y Red Uno, ejecutaron una traslación de contenidos informativo-noticiosos hacia la crónica roja y hacia la descripción superficial de los hechos que producen a diario la política y la economía.

Se trataba entonces de decisiones tácticas coyunturales, mientras el MAS continuara sellando su proyecto político hegemónico, de copamiento y control de las instancias públicas centrales y con tendencia a penetrar también las zonas autonomistas, a través de los municipios en los que la resistencia política de una oposición desparramada e inconexa se presentaba débil y se encontraba desprovista de potencia para la lucha diaria en los intentos de socavar la construcción del proyecto nacional popular en vigencia.

Por eso puede resultar llamativo para quienes tienen práctica en el uso de la Memoria y el Archivo que Unitel y la Red Uno nada tuvieran que ver con lo que el ministro de la Presidencia de entonces, Juan Ramón Quintana, etiquetó como “cártel de la mentira”, a propósito de la instalación mediática del caso Zapata como dispositivo informativo electoral que fue útil en el torpedeo manipulatorio del referéndum del 21F y que inscribió a una radioemisora (Erbol), una agencia de noticias (ANF) y a dos diarios (El Deber y Página Siete) como los presuntos socios promotores de una afinada red político-mediática que habría influido significativamente en las decisiones del Soberano para que el No se impusiera por apenas dos puntos y fracción, neutralizando de esta manera el objetivo de buscar una nueva reelección para el binomio Morales-García Linera en las elecciones que se producirían en 2019 y consiguiendo una primera victoria significativa para la oposición en la última década, en la comprensión de que como a Evo no se le puede ganar en las urnas, era imperativo eliminarlo del ruedo electoral a través de la voluntad popular, no importando si se ganaba por media nariz.

En ese nuevo momento comunicacional que vivió Bolivia, según la lectura estratégica y militar del ministro Quintana, dos medios impresos y una radio de alcance nacional terminaron superando a la televisión en términos de influencia de opinión, cosa que hasta las elecciones de 2014 no había sucedido, debido a que se tenía asumido que los medios televisivos en primer lugar, casi a la par con las radioemisoras de alcance nacional —Erbol, Fides, Panamericana—, influían decisivamente en los criterios de las audiencias y potenciales electoras del país, quedando en lugar de incidencia menor, en términos masivos, los diarios y las páginas web.

Para que esto fuera posible, la irrupción de las redes sociales fue fundamental porque una cuenta de Facebook o Twitter hace a cada ciudadan@ un periodista sin cartón académico, pero capaz de generar círculos de debate y opinión que se retroalimentan y que tenían, por ejemplo, en la Agencia de Noticias Fides (ANF), en los diarios Página Siete y El Deber y en la red Erbol (el “cártel de la mentira”) los traductores mediáticos de los contenidos políticos que a la oposición le interesaba masificar —viralizar en las redes— con el propósito de influir terminantemente en los criterios de esa misma clase media, por lo menos en una porción significativa y decisiva de ella a la hora del voto, que apostó a quebrar la democracia pactada y el canon neoliberal dominante en el país durante dos décadas (1985-2005) con la elección de un político —Evo Morales— con paradigma ideológico y visión de país opuestos a los esgrimidos por los hasta entonces actores intercambiables del neoliberalismo.

La televisión que ayudaría a hacer contrapeso a las grandes cadenas antigobierno, adquirida por empresarios supuestamente sintonizados con el oficialismo —ATB y PAT—, no jugó el rol paraestatal que se le atribuyó, utilizando como argumento el favorecimiento de la pauta publicitaria gubernamental a dichas televisoras. Se trata de canales de televisión que en algunos sentidos privilegiaron la agenda gubernamental y de la gestión pública en sus distintas expresiones, pero en su manejo general de programación de formas y contenidos siguieron respondiendo a una visión comercial en la que impera el sexismo, el entretenimiento frívolo sin contenidos ideológicos y el periodismo noticioso-informativo “neutro”, tan “independiente” en forma y fondo como los medios que se proclaman defensores de un periodismo que rechaza los supuestos rasgos gubernamentales, autoritarios y violatorios de la libertad de expresión.

En la arena de los medios oficiales, de estructura propietaria estatal, Bolivia TV fue la televisora que acentuó su rol de transmisor en directo de los eventos gubernamentales masivos, con prioridad en la agenda presidencial de Evo Morales, y consolidó un perfil sesgado y unilateral, donde la pluralidad de voces era prácticamente inexistente. Su fortaleza residía en su potente señal, ya que ésta llega hasta donde el resto de las televisoras privadas no pueden, diseminando así el mensaje rutinario informativo del gobierno sin grandes matices y sin propensión alguna a la deliberación y a la confrontación de puntos de vista.

La incidencia de las estaciones televisivas con alcances parciales en lo nacional, y las locales departamentales, tiene otras características, en las que coexisten la publicidad estatal en sus distintas expresiones y la vinculada a la iniciativa privada de bienes y servicios.

Destacaba por su enfoque apolítico Bolivisión, parte de una cadena de televisoras situadas en distintos países de América Latina, de propiedad mexicana; Radio Televisión Popular (RTP), con su misión-visión de “Comunidad de la vida”, en la que lo originario y ancestral, emparentado con lo ecológico, tienen importancia, lo mismo que el entretenimiento musical popular de las esferas cholas paceñas, mientras que en lo noticioso presentaba un enfoque plural.

Con el panorama hasta aquí descrito tenemos que las redes televisivas de alcance nacional presentaban las siguientes características esquemáticas:

1) Unitel y Red Uno. Prioridad: entretenimiento. Característica informativa dominante: Crónica roja. Información oficial y opositora como fuentes, tratadas de manera epidérmica, sin apuesta por líneas editoriales claras e ideológicamente identificables.

2) ATB y PAT. Prioridad: entretenimiento. Característica informativa dominante: Agenda abierta con temáticas política, económica, social, de seguridad, y deportes. Línea editorial tenue, privilegiando en algunos capítulos la agenda gubernamental y la gestión pública. Un par de programas con entrevistas fueron sus cartas, con acento oficialista y con agenda híbrida entremezclada, en los que los temas de fondo quedaban tapados por los desfiles y concursos de belleza y el fútbol.

3) Bolivia TV oficialista, sin matices. Útil informativamente hablando, pero sin gran tratamiento periodístico por géneros y formatos. Muy unilateral, sesgada en su manejo de contenidos. Estigmatizada como medio al servicio de la imagen presidencial.

La prueba más rotunda de que la televisión dejó de ser trinchera opositora a ultranza del gobierno es que Evo Morales y Álvaro García Linera se pasearon por todas las estaciones televisivas, participando en programas especiales durante la campaña por el Sí previa al referéndum del 21 de febrero de 2016.

Resignada la televisión privada con altos índices de audiencia a que el MAS gobernaba el país demasiados años en el contexto de los períodos presidenciales bolivianos, Unitel fue perfeccionando sus estrategias de marketing y sofisticando sus puestas en escena, y para ello la figura excluyente se llama Anabel Angus, comunicadora social graduada con nota máxima de tesis, conductora de programas infantiles y juveniles en sus inicios, y estrella indiscutible de Calle 7 (franquicia originada en Televisión Nacional de Chile), un programa inscrito en la onda de los reality shows, en los que jóvenes mujeres y varones concursan por equipos, muestran sus destrezas psicomotrices y exhiben unos muy cincelados cuerpos de gimnasio.

ÁÑEZ.
Anabel tiene más de un millón de seguidores en Facebook y 920.000 en Instagram. Debe ser la envidia de políticos y opinadores pretenciosos que tienen un 50% de seguidores falsos como si fueran verdaderos, muy lejos, por supuesto, de los acumulados por la exitosa Angus. Muchas chicas y chicos de las ciudades quisieran ser como ella: de gran porte, muy empática y carismática como animadora televisiva del show más visto de la televisión boliviana desde 2014, que continúa vigente.

Suficiente con caminar por todos los puestos de las Siete Calles, la zona comercial más tradicional y popular de la Santa Cruz antigua para verificar que todos, en distintos tamaños y modelos de televisores, tienen sintonizado el programa de esta heroína que anima escaramuzas diarias de los equipos rojo y amarillo, condimentadas por esas recreaciones melodramáticas selladas por la competitividad y los celos. Solo un milagro permitiría que alguna casera tuviera sintonizada otra estación televisiva.

Anabel era la imagen indiscutida de Unitel, hasta que la estación número uno en audiencia nacional decidió convertirse en transitoria a la par de Jeanine Áñez presidenta. De hecho, la televisora fundada por el emenerrista y terrateniente Osvaldo Pato Monasterios (1926–2011), alguna vez senador cercano a Gonzalo Sánchez de Lozada, nos ha regalado un documento histórico fundamental con la senadora beniana anticipándonos el 10 de noviembre de 2019 que llegaría a La Paz a “asumir la presidencia que le correspondía” (Unitel, Trinidad), cuando todavía ni siquiera la había llamado por teléfono para ofrecerle el cargo el operador electoral de Carlos Mesa, según sus recientes declaraciones ante el Ministerio Público, ahora que se encuentra procesada y con detención preventiva.

La transición de Jeanine Áñez fue acompañada fiel y puntillosamente por Unitel. Se convirtió en la Bolivia TV del golpismo, interrumpiendo su programación habitual para dar paso a cuanta noticia extra o de último momento surgiera “desde el lugar de los hechos”, con intensidad entre el 10 y el 20 de noviembre, cuando Evo Morales se iba del poder y Jeanine llegaba gracias a la coordinación de esos que podrían considerarse los cuatro jinetes del apocalipsis boliviano: Tuto Quiroga, contraparte de la embajada de los EEUU; Gonzalo Terceros, comandante de la Fuerza Aérea; Óscar Ortiz, senador del Movimiento Demócrata Social (Demócratas), y Luis Fernando Camacho, presidente del Comité Cívico de Santa Cruz.
No hay evidencias sobre si Anabel Angus se adscribió o no a la causa “pitita”.

A estas alturas parece un ejercicio irrelevante el intentar averiguarlo. Lo cierto es que con la catastrófica derrota electoral sufrida el 18 de octubre de 2020 por “los transitorios”, como les llaman en la misma Santa Cruz, puede estar segura que otra vez vuelve a reinar en Unitel reinstalada en su zona de seguridad: Calle 7 y similares, entreteniendo a las audiencias bolivianas y otra vez prudentemente equidistante de la agenda informativa y noticiosa del país y sus alrededores.

La Transición
«Unitel se convirtió en la Bolivia Tv del golpismo en noviembre de 2019»

Fuente: Detrás de la Verdad
Fuente: deRedes.tv