Anahí, Rominna y David dejaron su cotidianidad para ser bomberos voluntarios. Desde Chochís cuentan su historia y cómo es un día combatiendo incendios.
Por Brissa Pabón
Fuente: El Deber
“Era un escenario tenebroso, solo se veían troncos negros de árboles convertidos en cadáveres. Alumbraba con mi linterna y podía ver nidos colgando y animales muertos. Todo olía a muerte, era un bosque convertido en desierto, un lugar que albergaba tanta vida hecho cenizas. Esa primera experiencia me cambió la vida”. Así recuerda Anahí Paravicini la primera noche que entró a un bosque de la Chiquitania devastado por los incendios.
Periodista, actriz y bombera voluntaria. Anahí, conmovida por los incendios ocurridos en 2019 donde se quemaron más de 1 millón de hectáreas, decidió hacer algo más que quedarse de espectadora. “Veía lo que sucedía por televisión y me afectó mucho, me deprimí. No podía estar tranquila, estaba en casa y me preguntaba ¿por qué estoy aquí? Si allá necesitan manos”, relata.
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas
Llegó desde La Paz hasta Roboré con la idea de documentar y ayudar a difundir la situación desde su condición de periodista. “Conocí el refugio de fauna silvestre, vi la condición de los animales, entrevisté a médicos, biólogos y me adentré en las comunidades», recuerda.
En esa primera experiencia conoció a Diego Suárez, comandante de la Unidad de Bomberos Voluntarios Quebracho, quien la invitó a integrarse. “Me desesperaba al ver que ya no habían herramientas suficientes y trataba de apagar el fuego con la misma arena que podía recoger con las manos, era un dolor que no se puede explicar», recuerda con angustia Anahí.
Rominna Roca es otra de las bomberas voluntarias que se incorporó a la unidad hace poco más de un año. Es ingeniera electrónica de profesión, pero la pasión y espíritu de servicio la llevaron a dedicar parte de su tiempo a la extinción de incendios.
“En 2019 me sentí frustrada, quería ayudar como voluntaria, pero por falta de experiencia solo podía colaborar recolectando víveres e indumentaria. No quería quedarme con los brazos cruzados y me comuniqué con el comandante de bomberos Quebracho para poder formar parte de la unidad.”, cuenta.
El año pasado durante la cuarentena realizó una serie de capacitaciones virtuales, que luego puso en práctica en actividades presenciales. El mismo año operó por primera vez en Copaibo.
David Castedo formó parte del inicio de Bomberos Quebracho, ahora una organización que no sólo se enfoca en la liquidación de incendios forestales, sino también participa en tareas de arborización en áreas afectadas e imparten educación ambiental a niños y jóvenes.
“Comencé en 2019 asistiendo como voluntario junto a un grupo de amigos en Taperas, en un principio brindábamos apoyo en el monitoreo de las áreas con un dron. Ahí conocí a otros voluntarios con la misma visión y ganas de ayudar y decidimos formar Bomberos Forestales Quebracho”, comenta.
El día a día
La batalla empieza por la noche, al presentarse menores temperaturas y una mejor visión para detectar el fuego.
“Tratamos de trabajar toda la noche, aprovecharla al máximo. Salimos a las 7 de la noche, llegamos a un punto donde se haya hecho monitoreo previo durante el día para entrar de manera segura y trabajamos hasta las 6 o 7 de la mañana”, explica Anahí.
Sin embargo, los días en los que el fuego está cerca de alguna comunidad y amenaza vidas humanas, las horas de trabajo continúan de corrido en el día, en la que la temperatura supera los 30 grados centígrados.
“Durante el día tenemos una reunión con los comandantes de otras unidades y con el personal del Ejército, decidimos qué área patrullaremos y salimos a realizar el monitoreo con el dron, recorremos varios kilómetros”, comenta David.
“Se visitan todas las comunidades que están en riesgo, retornamos con esa información a campamento, presentamos un informe y se planifican las acciones de liquidación nocturnas”, agrega el voluntario.
Lo más común para todo el personal son las enfermedades respiratorias por inhalación de humo durante periodos prolongados, algo que debilita los pulmones y genera náuseas. También llegan a padecer de dolores musculares y de articulaciones por el esfuerzo físico, descompensaciones y deshidratación.
“Siempre estamos protegidos con antiparras, cubrebocas, pero no deja de ser un riesgo. Procuramos cargar siempre un tanque de oxígeno y tenemos el apoyo del centro de salud de Chochís, que nos brinda nebulizaciones gratuitas.”, relata Rominna.
Falta apoyo
Rominna explica que, al ser un grupo de voluntarios, siempre están tocando puertas y haciendo campañas para el financiamiento de su labor. “Los fines de semana, antes de la época de incendios, estamos en la plaza 24 de Septiembre con latas pidiendo donaciones, pedimos dinero a empresas, a nuestras familias, nos movemos por donativos y no recibimos ni un peso a cambio de nuestro trabajo”, declara.
Reciben colaboraciones por parte de algunas autoridades; sin embargo, aún hay una gran falta de logística y necesidad de apoyo a los voluntarios. “Hemos recibido ayuda de la Subalcaldía de Chochís, ayuda de la Alcaldía de Roboré y la visita de la Secretaria de Medio Ambiente de la Gobernación, quien se comprometió en estos días a hacernos llegar herramientas y equipos de protección personal. A nivel de Gobierno central, aún no hemos recibido ninguna ayuda”, afirma David.