El comandante perdido

Saturnino Salazar fue un héroe rioplatense cruceño cuyo accionar en la historia de la emancipación americana tuvo un aporte sustancial. Sin embargo, dos siglos después de aquellos gloriosos episodios, ningún historiador ha logrado hacer una biografía de él o por lo menos decirnos sus orígenes y su destino final. No hay, tampoco, una calle con su nombre en Santa Cruz de la Sierra, tal vez por el desconocimiento de su valía.

Por su importancia, merece un intento biográfico. Debemos entonces comenzar por algo; por una tesis que nos permita aproximarnos a su vida. La haremos en base a la historia de los hechos donde fue protagonista, a documentos de reciente identificación y a referencias sueltas que pudimos conseguir a través de colegas investigadores. Dicho esto, pasemos al relato.



Saturnino Salazar probablemente nació en Buenos Aires en 1793, hijo de Andrés Salazar (n. Córdoba) y Victoria Márquez. Un memorial presentado por José Andrés Salvatierra al general Manuel Belgrano, el 30 de julio de 1813, lo registra textualmente como testigo y “vecino de Buenos Aires”.

A sus 17 años se habría alistado en la milicia del Ejército Auxiliar del Perú, al mando de Francisco Ortiz de Ocampo, encontrándose de paso por la tierra de su padre, entre junio y agosto de 1810, debido a la contrarrevolución producida en Córdoba. Habría presenciado el fusilamiento del ex virrey Liniers, a cargo de Juan José Castelli, enviado por la Junta de Buenos Aires como nuevo comandante, junto con Antonio González Balcarce.

Con el Ejército Auxiliar del Perú, Salazar marchó hacia Salta y luego a las provincias altas. El 27 de octubre de ese año, las avanzadas de González Balcarce son derrotadas por el Ejército Real del Perú, en el Combate de Cotagaita. El 7 de noviembre, Castelli y Balcarce triunfaron por primera vez a las fuerzas de Charcas, al mando de Vicente Nieto, que eran fieles al Consejo de Regencia, de España. Curiosamente ambos ejércitos eran leales a Fernando VII y enarbolaban la misma bandera rojigualda. El 14 de noviembre se produjo la Batalla de Arona, en las mismas condiciones políticas.

El 25 de noviembre, el Ejército Auxiliar llega a Potosí y luego ingresa a Charcas. En diciembre, Castelli ejecuta a Vicente Nieto. En marzo de 1811 las tropas de Castelli llegan a Oruro y en mayo entran a La Paz. El 20 de junio se produjo el desastre en Huaqui; el general Goyeneche derrotó al Ejército Auxiliar del Perú, al mando de González Balcarce, quien tuvo que retirarse a Potosí. Ambos bandos – Juntistas platenses y Regentistas limeños- eran Fernandistas declarados. El concepto de Patria americana aún no está en la agenda oficial, sigue la rojigualda en ambos bandos.

Conocemos que Saturnino Salazar participó de la Batalla de Huaqui y, con la derrota, se repliega hacia el Oriente (vía Potosí – Charcas), probablemente por Tomina – Monteagudo, hasta llegar al fuerte de Membiray, en el Chaco cruceño. Esto lo sabemos también por el documento del cura Salvatierra, donde Saturnino Salazar afirma que no se hallaba en Membiray cuando se Jura lealtad a la Junta de Buenos Aires (10-IX-1810), pero que sí estuvo ahí el 18 de diciembre de 1811, cuando el coronel Becerra hizo prender al capellán con el portugués Albuquerque, sacándolo de su casa con sólo el vestido de su cuerpo. Como testigo, Salazar respondió: “Que sabe y le consta de positivo los términos de la pregunta, porque en presencia del declarante lo prendieron en el lugar de Membiray…” Dice también que “lo sabe con motivo de haberse hallado en aquellos acontecimientos en los citados lugares, donde se encaminó fugitivo después de la derrota del desaguadero…”

De ahí salió y buscó refugio entre los patriotas de los valles cruceños, llegando a alojarse en la casa del caudillo Miguel Hurtado, posiblemente siguiendo las penurias del padre Andrés Salvatierra, que fue llevado allá después de una larga y tortuosa travesía. Sobre esto, hay un documento de Melgar i Montaño, de 1811, donde aparece el joven Salazar apoyando un levantamiento en Samaipata. Dice: “Combate de la Sierra y Samaipata (Diciembre 1811). Gran número de patriotas acaudillados por J. Miguel Hurtado y Saturnino Salazar (su hijo?) se encontraban en Samaipata donde hicieron muchas disposiciones de defensa…” La pregunta de si es su hijo, es obviamente por su juventud y porque vivía en su casa.

Siguiendo con la tesis, podemos concluir que, al enterarse de los triunfos del Segundo Ejército Auxiliar en Tucumán (24-IX-1812) y Salta (20-II-1813), Salazar se encaminó a Potosí y se incorporó en las tropas de Belgrano, ya con 20 años. Esto lo verificamos en el memorial del padre Salvatierra, donde la autoridad delegada por Belgrano registra: “En la Imperial de Potosí, en treinta y uno de julio de mil ochocientos trece años; para dicha información se presentó por testigo al doctor Don José María Bozo (…) En el mismo día se presentó por testigo á Don Saturnino Salazar, vecino de la ciudad de Buenos Aires, de quien por ante su Señoría se le recibió juramento, que lo hizo por Dios y en una señal de cruz…” No hay dudas, entonces, que de Samaipata se fue a Potosí y se unió a Belgrano.

Antes de llegar a Potosí, el 20 de junio, Belgrano designó como Gobernador de Santa Cruz de la Sierra al coronel Ignacio Warnes y, obviamente, necesitaba conocedores de la región para escoltar a la nueva autoridad. Warnes será acompañado por el oficial cruceño José Manuel Mercado y por Saturnino Salazar, que ya tenía conocimiento de la situación reciente y contactos. Llegan a Santa Cruz el 24 de setiembre de 1813, por la vía de los Valles (B. Torres), con una escolta de 25 hombres, algunos cruceños. A los días, Belgrano designó a Juan Antonio Álvarez de Arenales como gobernador de Cochabamba.

El coronel Antonio Suárez, oficial cruceño que protagonizó la revolución de 1810 y tuvo que replegarse al año siguiente, desde marzo de 1813 ya tenía la plaza de Santa Cruz en manos de los patriotas y lo había comunicado a Buenos Aires. Warnes confirmará y difundirá el concepto de Patriotas y Realistas, debido a la convocatoria a la Asamblea Constituyente del año 13, que fue apurada gracias a los triunfos de Belgrano y las ideas que, desde la creación de una nueva bandera, ya sustentaba junto a su amigo y Secretario, ahora Gobernador.

Inmediatamente, Warnes envió a Saturnino Salazar de regreso con las tropas cruceñas de refuerzo para el general Belgrano. Placido Molina anota: “Reunidas las primeras tropas que se destinaban a reforzar el ejército, Salazar y Mendoza condujeron a Potosí el contingente de los patriotas de Santa Cruz y Vallegrande…” A los dos días, se realizaron las elecciones de diputados a la Asamblea, resultando electos Antonio Suárez y Cosme Damián Urtubey.

Cumplida la misión, Salazar volvió a Santa Cruz y encontró al gobernador Ignacio Warnes en plena organización del Ejército Cruceño y la fabricación de armas, para lo cual le nombró Comandante de la Infantería. El “Colorao” Mercado fue designado Comandante de la Caballería Cruceña y segundo al mando del Ejército.

Esta División nueva, vendría a ser la fuerza formal pionera de lo que hoy es el Ejército de Bolivia, por tratarse de la primera literalmente patriota, con gente reclutada en el periodo soberanista y que sobrevive al nacimiento de la República, después de tres batallas victoriosas, de trascendencia continental.

Tras las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, el gobernador Arenales tiene que escapar de Cochabamba, perseguido por el coronel realista Joaquín Blanco y, enero de 1814, pidió ayuda al gobierno de Santa Cruz, que se encontraba en pleno entrenamiento de su fuerza militar.  Entonces, el 22 de febrero, Ignacio Warnes designó a Arenales “Comandante General de toda la Cordillera”, con asiento en Membiray. El 15 de marzo de ese año, Warnes dispuso que todo esclavo negro o mulato que sentara plaza en Santa Cruz, quedara automáticamente libre y con ellos formó el batallón de Infantería “Pardos y Morenos” conocidos por el pueblo como “Pardos Libres”.

Con las primeras tropas entrenadas, el Gobernador envió al capitán Saturnino Salazar en una avanzada hacia los valles cruceños. A la vez, el Cnel. Manuel Joaquín Blanco había marchado desde Vallegrande hacia Santa Cruz y el 18 de abril se encontró con las tropas de Salazar en el punto de Petacas. Blanco, desviando su ruta por la sierra de Espejos, había salido detrás de las barricadas de Salazar; luego de una breve refriega, éste se retira rumbo a Florida (Prov. Cordillera), lugar previamente convenido para el reagrupamiento de los patriotas. “Allí se reunieron luego con las fuerzas del Cnl. Álvarez de Arenales y del propio Cnl. Warnes, para dar batalla decisiva contra Blanco el 25 de mayo” (Saúl Suárez).

Está comprobado, entonces, que Salazar participó de la gloriosa Batalla de Florida, al mando de la Infantería Cruceña.  La victoria de Florida, además de asegurar el régimen revolucionario de Santa Cruz, tuvo una importancia grande en Sudamérica, porque hizo que se frustraran las intenciones realistas de ocupar Tucumán y unirse al ejército real de Montevideo para invadir Buenos Aires. En el Norte, Simón Bolívar se replegaba; había sido derrotado por las tropas de José Tomás Boves, quien consolidaba su dominio sobre la Segunda República de Venezuela.

Como los sobrevivientes de la división realista, al mando del coronel Francisco Udaeta, se replegaron a Chiquitos, uniéndose a las fuerzas del coronel Juan Manuel de Altolaguirre, el gobierno de Santa Cruz debió poner sus ojos en esa región. Saturnino Salazar tiene nueva misión.

El 4 de enero de 1815, desde Vallegrande, Arenales le escribe a Warnes: “He recibido el oficio de vuestra señoría de 30 de diciembre último con las copias que me incluye del parte del Capitán Salazar, y del papel suscrito por el enemigo Gómez. Este me hace concebir una de dos cosas: o que la porción de los enemigos que se presentaron con el designio de averiguar el verdadero estado de las cosas, o que si fue la fuerza total que debe acompañar a Udaeta se ha dirigido por la banda de dicho río, según apunté a vuestra señoría en mi anterior, y no ha retrocedido para Chiquitos como supone el Oficial Salazar…”

Esta es una de las numerosas cartas que corresponden a una interminable presión de Arenales para que Warnes fije sus ojos en occidente, teniendo a los realistas en la espalda. Pero el Gobernador de Santa Cruz estableció los límites de su Gobierno y sus prioridades estratégicas; incluso con una elección soberana realizada en agosto. Organizó entonces una gran campaña hacia Chiquitos, financiada por el vecindario cruceño, que culminará en la Victoria de Santa Bárbara, en las proximidades de la Misión de San Rafael.

En el parte de la batalla de Santa Bárbara, ocurrida el 7 de octubre de 1815, Warnes registró el rol de Salazar: “Dispuse la acción del modo siguiente, dividiendo la Caballería en tres secciones, la primera al mando del Comandante del 1° Escuadrón de Dragones Don Saturnino Salazar, con una compañía de su mismo Escuadrón de Carabina y Sable, dos de Lanceros del 2° y 3° Escuadrón y una guerrilla fuerte de 50 infantes al mando del alférez Don Gregorio Pasos…” Después de la rotunda victoria “El Comandante Don Saturnino Salazar en el acto de la acción se puso en marcha con cien dragones hacia el Porubí, con el objeto de impedir la fuga de los enemigos principales hacia Portugal (…) No puedo menos que hacer presente a V.E. el mérito de los comandantes de Caballería Don Melchor del a Villa Guzmán… y lo mismo los de los costados derecho e izquierdo, don Saturnino Salazar y don José Olivera, que practicaron igual operación, y cumpliendo las órdenes, lograron cortar al enemigo por la retaguardia y ponerlos en la mayor confusión y desorden…” 

 Con esta segunda victoria, que expande la soberanía hacia la frontera con Brasil, Santa Cruz se convierte otra vez en el baluarte de la Independencia, puesto que en los días siguientes el Ejercito Auxiliar tendrá las derrotas de Venta y Media y Sipe Sipe, con el respectivo repliegue de José Rondeau. En el Norte, Simón Bolívar también se retiraba a Jamaica.

Algunos meses quedará el Ejército Cruceño en Chiquitos, promoviendo el desarrollo; mientras tanto, el comandante Mercado, que había quedado a cargo del Gobierno de Santa Cruz, resolvía problemas políticos. Retornó primero el glorioso batallón de infantería “Pardos Libres” y, a principios de 1816, el gobernador Warnes llega con toda la División patriota, para enfrentar un nuevo desafío. Salazar y Mercado reanudan los ejercicios militares y de reclutamiento.

En julio de ese año, mientras Santa Cruz se prepara, para nuevas defensas, se reúne en San Miguel de Tucumán el Congreso de las Provincias Unidas de Sud América y declara la Independencia. A los días, el general Manuel Belgrano le envía copia de la histórica Acta a los cruceños, en correspondencia a dirigida al gobernador Ignacio Warnes. Luego, el congreso tuvo que trasladarse a Buenos Aires ante la inminente amenaza realista con una “invasión grande” a la región. Ese año, a Santa Cruz le corresponderá defender con sangre, la Independencia firmada en Tucumán, con tinta y papel.

El Ejército Real del Perú, comandado por Pezuela, avanzaba de manera incontenible.  “Despejados éstos de los caudillos de menor nombradía que habían destruido, contrajeron toda su atención a Warnes, destinando a atacarlo un fuerte cuerpo de ejército, a las órdenes de don Francisco Javier de Aguilera, nativo de Santa Cruz de la Sierra y práctico en toda ella…, dice Enrique de Gandía.   

Algunos escritores inocentemente repiten el cuento de que “Warnes fue sorprendido” por Aguilera, apareciéndole en las goteras de la ciudad, como si el Gobernador hubiera estado solito en un cuarto, olvidándose de su bien probada profesión, sin contar con su Plana Mayor, con más de mil hombres entrenados y diestros en el territorio; además de una ciudad de más de 10.000 habitantes con gente colaborando, pueblos vigilando caminos y avanzadas enviando partes diarios.

Lo cierto es que Aguilera, con su ejército de extranjeros, marchó evitando pasar por el cuartel de “Las Horcas” y sus cargas intentaron pasar por el camino principal, pero fueron sorprendidos por las avanzadas cruceñas (Diario Balear, 23 de setiembre de 1817). Apareció con sus 1600 invasores desde el Sur, por el camino de Peji y El Palmar, lo que fue otra burrera porque cansó sus caballos montañeses en los arenales. Todo le salió mal al realista Aguilera en ese movimiento, incluso los cálculos de distancia y tiempo, porque sólo pudo llegar a la zona de San Pedro el jueves 21 de noviembre, como a las 10:30 de la mañana, sin sorprender a nadie.

El gobierno de Santa Cruz ya había emitido bandos de advertencia (H. Sanabria). En lo estratégico, habiendo medido el tamaño de la invasión, Warnes, Mercado, Salazar y sus oficiales habían determinado equilibrar la situación, aprovechando la ciudad para el aprovisionamiento, la moral del ejército, los refuerzos y el auxilio. Esto lo sabían ambos generales, académicamente formados, porque estaba escrito en el libro chino de los trece capítulos. Habían decidido, pues, una batalla a muerte, de exterminio (E. Cortés) y lo harían en el Campo de El Pari, con suficiente espacio y agua.

Cuenta la tradición que Warnes envió a Saturnino Salazar con bandera blanca a parlamentar con Aguilera, diciendo que se pasaría a las fuerzas realistas; pero el general no se presentó y sólo se produjo una breve escaramuza entre avanzadas.

En El Pari, el Ejército Cruceño se presentó con aproximadamente 1.260 hombres y las 50 mujeres del Cuerpo de Sanidad, frente a los 1.600 soldados del bando realista, entre los que estaban los batallones profesionales Fernando VII y Talavera de la Reina, además de una Caballería cochabambina. La diferencia de número y equipo, se equilibraría con los 9 cañones de la Artillería Cruceña frente a los dos cañones realistas.

La Caballería Cruceña, comandada por el coronel José Manuel Mercado, cubrió los flancos izquierdo y derecho. Al centro se colocó el comandante Saturnino Salazar con la Infantería; los Pardos Libres a la izquierda, con 300 hombres de fusil y lanzas, mientras que a la derecha estaban los Voluntarios de Santa Cruz con 300 estudiantes de fusil y 100 granaderos de reserva. Además, había una compañía de auxiliares con 100 flecheros guaraníes, mojeños y chiquitanos. En otros trabajos hemos relatado los detalles de la sangrienta batalla, que duró 7 horas de manera campal y toda una noche de guerrillas, hasta la madrugada.

Resumiremos aquí, que Mercado venció a la Caballería realista y la persiguió hasta Peji y que los Pardos Libres se inmolaron con valentía destruyendo totalmente al batallón Fernando VII. La batalla estaba ya ganada al promediar las 3 de la tarde y, en medio de semejante carnicería, Warnes intentó abreviar el final desafiando a Aguilera a un combate personal, para definirla (véase A través de Bolivia, del Gral. José E. Rodríguez, 1920), pero “en momentos de cantar la victoria, arrojó aquel una bala de cañón y con ella, la muerte del expresado coronel…” dice el parte de Mercado, que volvió con su Caballería victoriosa al caer la noche.

En esta parte de la historia, los relatos de poca investigación abrevian los hechos afirmando que, con la muerte de Warnes y los gritos de “Viva el Rey”, acabó la cosa y los patriotas se dispersaron. Pero esa mediocridad intelectual la desmiente el propio general realista, Francisco Javier de Aguilera, que escribió: “Los apurados momentos, que me circulan, después de la más sangrienta batalla, que desde ayer a las tres de la tarde dio principio contra las numerosas tropas del caudillo Warnes, violenta v rigurosa hasta las seis de ella, y subsiguiente sin intervalos toda la noche, no me permiten más comunicar… Oportunamente remitiré el circunstanciado; pues este ligero lo hago más, con el objeto de quitar la cabida de la melancolía de los muchos extraviados de mis tropas, que han de haber internado” (Gaceta del Gobierno de Lima, 8 de enero de 1817).

Entre otras cosas, dice Aguilera que fue “toda la noche” y que escribe para los “muchos extraviados” que obviamente huyeron del miedo, ante tan decididos combatientes cruceños que, además de la Patria, defendían su ciudad, su familia y su casa. Todos los historiadores coinciden que comenzaron los fuegos de artillería a las 11 de la mañana, entonces ya puede uno imaginar… Pero veamos qué hizo el comandante Saturnino Salazar en medio de todo aquello.

Con el anochecer, acabó la batalla campal y tanto la Caballería como la Infantería cruceña se repliegan a coordinar nuevas acciones; Mercado primero lo hace al Trompillo y luego al cuartel de Jitapaqui, cerca de Cotoca. Allá se reúne con Salazar durante la noche y, tanto la tradición como la historia, registran que el comandante de la Infantería no quiere volver al Pari, decidiendo marcharse a su región de origen, con quienes deseen acompañarlo, mientras que Mercado se dirige al Fuerte de Saipurú.  A primera vista choca la decisión, pero analizados los hechos y los resultados continentales, fue una decisión estratégica acertada.

Analicemos las determinaciones del capitán Salazar, para meternos en sus pensamientos. Si Warnes cayó a media tarde, cuando Mercado aún estaba persiguiendo a la caballería realista y, si Aguilera dice que la batalla fue violenta y rigurosa hasta las seis de la tarde y sin intervalos toda la noche, entonces descubrimos al valiente comandante Saturnino Salazar asumiendo el mando del Ejército Cruceño, junto a los capitanes Pedraza, Rendón y demás miembros de su plana mayor.

Levantando la moral de su gente y manteniendo la disciplina, han resistido al mando de los “Voluntarios de Santa Cruz” casi 4 horas más de sangrienta batalla, frente al persistente batallón Talavera y, con la llegada de la noche, han ordenado a la reserva de flecheros acosar a los realistas escondidos en el monte, para cubrir el repliegue de manera organizada. Mientras tanto, Aguilera buscó escondite entre los matorrales (véase Manuscrito Lara).

En el camino a Jitapaqui, también hubo estrategia y organización. Salazar ha ordenado una defensa táctica, agazapando a la Infantería en una isla de árboles, en medio de la pampa. Esto lo sabemos porque Aguilera le escribió al Diario Balear que “el segundo de Warnes, llamado Saturnino Salazar, se replegó a La Isla con 800 hombres de Caballería y 100 fusileros…” La exageración de los números implica el tamaño del temor de Aguilera o el tamaño de la justificación por haber perdido casi todo su Ejército, pues quedaron sólo 200 cuzqueños vivos, mientras que los sobrevivientes cruceños llegaron a 350, entre las dos armas.

Parece que Salazar, quien había combatido en las victorias de Florida y Santa Bárbara, tuvo suficiente con la carnicería del Pari y su líder inmolado; pero no se marchó sin coordinar una maniobra. En la reunión con Mercado, seguro discutieron, lamentaron y midieron la situación política y militar, para luego establecer una estrategia. A Salazar le quedaban 100 hombres, entre estudiantes y granaderos, pero poca munición; a Mercado, unos 250 jinetes invictos con lanza, sable y también poca munición para sus dragones. La situación en la ciudad favorecía a los políticos y a los religiosos, porque la figura del Gobernador ya no estaba. Entonces acordaron preservar su valiosa fuerza militar y desplegarla al Sur, para aprovisionarse y bloquear el paso hacia las Provincias Unidas.

Y Salazar se fue. No hubo una capitulación formal de nadie y el esperado combate definitivo no se produjo. El bando realista no se animaba a moverse del Pari por temor a la Caballería y a la ardiente poblada. Fue así que, dos días después, en medio de un cuadro macabro, con la ayuda de los curas ya informados, Aguilera sale de su escondite y vestido de franciscano ingresó a la plaza de Santa Cruz de la Sierra, pero reducido e inmovilizado, como Pirro.

La aparente victoria de los invasores duró unos meses. Los soldados cuzqueños se dedicaron a los diarios fusilamientos públicos y a la persecución depravada de las viudas de los patriotas. Entonces, desde el fuerte de Saipurú, la Caballería Cruceña les preparó un ataque final. Esto lo encontramos en una carta del general Belgrano dirigida a Güemes, el 3 de noviembre de 1817, en la que le comunica el informe de Mercado que dice: “Acabo de pasar ciento y cincuenta tablas a degüello, con sus tres oficiales…” (Epistolario Belgraniano, 2001). El general lo encontró “horroroso” porque no sabía que se trataba de violadores y verdugos. Así acabaron los decapitadores del cuerpo del Libertador Ignacio Warnes. De los otros 50, se sabe que 38 fueron liquidados por la resistencia de las mujeres patriotas a garrotazos y “no sobrevivieron sino unos doce por ser moralizados” (Manuscrito Lara, siglo XIX).

Para la lucha Continental, la batalla del Pari fue un triunfo estratégico. Mercado se fortaleció en Saipurú y bloqueó el Sur, realizando constantes ataques; en diciembre de ese año, Martín Miguel de Güemes resiste la “Invasión Grande” a Salta y en 5 meses evacúa al Ejército Real. Y, mientras Belgrano dirige operaciones desde Tucumán, en enero de 1817 José de San Martín inicia -bien cubierto- el “Cruce de los Andes”, desde Mendoza, liberando Chile. En ese mismo tiempo, al Norte, ante nuevos fracasos y desentendimientos con otros oficiales revolucionarios, Bolívar decidió partir hacia Haití.

Sobre el valiente comandante Saturnino Salazar no hay más información publicada, se pierde completamente del escenario y de los libros. Por lo conocido líneas arriba, no era justo dejarlo así; entonces nos propusimos completar este artículo rastreando cualquier indicio de su vida posterior y, para ello, consultamos a buenos investigadores como Julio Ernesto Osuna, Ronald Hurtado y Roberto Colimodio, quienes gentilmente nos proporcionaron algunos documentos valiosos.

Al parecer, Salazar no se incorpora al ejército de San Martín y tampoco estará con Güemes en Salta, ni con Belgrano en Tucumán. No se encuentra con Cañoto y tampoco con Ferreira, pues debería ser mencionado en la memoria del general J.M. Paz. Esto, con el tiempo tendrá que confirmarse revisando muchísima documentación; pero habiendo sido un principal, debería estar en algún informe y no está. Ni una queja, ni una acción militar posterior, ni una carta… La siguiente noticia que se tiene es que decidió dejar las armas y volver a la tierra de su padre, con 24 ó 25 años.

¿Cómo deducimos esto? Por un documento en el que un Saturnino Salazar se casa en Córdoba, el 20 de agosto de 1822, con Juana de Dios Freytas. De este acta de matrimonio supimos que su madre fue Victoria Márquez y su padre Andrés Salazar. En ese tiempo el prócer tendría 29 años y con aquella dama tendrán dos hijos. Lo más probable es que su apariencia era mayor.

De acuerdo a los datos que gentilmente me han proporcionado lo colegas citados, Salazar probablemente tuvo tres hermanos/as nacidos en 1797, 98 y 99, en Buenos Aires. Obviamente, después de lo vivido, se dirigió a la tierra de sus padres buscando a la familia y alguna posesión que le hubiera quedado, pues estos héroes lo entregaron todo. Muere el 22 de mayo de 1848, con 54 ó 55 años, según el acta de defunción que disponemos.

Su hijo Mamerto probablemente fue el padre del militar argentino Justo Salazar Collado, nacido el 4 de mayo de 1884. Ocupó el cargo de Comandante de División y Gobernador de Córdoba.

Encontramos otro teniente Saturnino Salazar, en Lima, pero de la generación posterior y fallecido en setiembre de 1877.  En un registro del Ministerio de Hacienda aparece su viuda Clara Mariot como pensionista. Sin embargo, no hemos encontrado ninguna relación de este personaje con el comandante de la Infantería cruceña.

Hasta aquí llegamos.  Después de este primer intento biográfico, esperemos la reacción de otros investigadores que ojalá tengan más datos para hacer un trabajo completo.

Nino Gandarilla Guardia