¡Que vivan los viciosos y sus proveedores!


Somos de esa generación que los expertos llaman X o Z, o algo; ya no sé.

Pero sí sé que…



Yo era un niño vicioso…

 

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

Tenía nueve años cuando leí Corazón, una obra de Edmundo de Amicis y cada jueves llenaba los crucigramas de Presencia Juvenil.

 

En serio, era un niño vicioso…

Un vicioso adicto a la lectura, un pelau vicioso que se devoraba las Selecciones de Reader Digets, un vicioso que alucinaba con «Soy el cerebro de Juan.»

 

Leía hasta los anuncios de los periódicos.

¡Viciosango!

 

Pero también estaban los proveedores:

Kalimán, Patorucito e Isidoro Cañones, mi favorito Batman, Killing y «los otros»…

 

Sí, «los otros»

 

Entre esos «otros», había uno que me enseñó sobre los Acadios, Ur, la vieja Mesopotamia y sus vivencias, un viajero con un parche en el ojo llamado Nipur de Lagash.

 

Pero también estaban Dago, Wolff, Aquí la legión, Cuentos de almejas, Gilgamesh, Pepe Sánchez, Dennis Martin, Mark y otros tantos personajes.

 

Eran cerca de cien.

Todos, creación de Robin Wood.

 

Robin Wood, fue un proveedor de mi vicio.

Era mucha cosa.

 

¿Cuánto te gastaste leyendo revistas?

-me decía doña Celi cada vez que me mandaba a la Ramada, sabiendo que me gastaría veinte centavos leyendo alguna.

 

Y así era…

Era un niño vicioso y no era el único.

Muchos nos sentábamos en el puesto de revista callejero, el templo sagrado donde el revistero tenía toquitos de madera para los viciosos como yo…

 

Así aprendimos a leer los adictos a las letras, así comenzamos a conocer otras culturas.

 

Sobre todo, a punta lectura, los proveedores mejoraron nuestra ortografía.

 

Eran días maravillosos de otra época.

Pero claro, todo se apaga.

Se fue el maestro.

 

Uno de los más grandes proveedores.

Ha muerto Robin Wood, el maestro Robin, el escritor y dibujante creador de los «otros» personajes mencionados.

¿Qué les digo?

 

De sus cómic aprendí sobre la lealtad y la justicia y fue simple: Solo tuve que leer El Tony, Intervalo, Fantasía y D’Artagnan…

Y bueno…

 

Ahora, cuando los viciosos de la lectura son escasos y uno de aquellos que proveen el vicio soy yo, solo tengo un deseo…

 

Me gustaría que cuando el ESCRIBIDOR muera, alguno de mis lectores, en algún lugar del mundo pueda decir lo que yo digo ahora del maestro Robin Wood:

 

«Gracias maestro, gracias por haber sido una parte muy importante de mi vida. ¡Gracias por enseñarme tanto con su arte!»

 

…Me esforzaré más, para merecer aquello

 

Fuente: El Escribidor