Mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa

“En nuestro sistema político la participación electoral está mediada por las organizaciones políticas: partidos, agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas. En los últimos 15 años hemos visto que se ha ido consolidando un solo partido de alcance nacional, existen otros 10 pequeños, dispersos, unos sin militantes siquiera, que han dado lugar a un mercado negro de siglas, prestadas, alquiladas, vendidas, sin importar cuál sea su declaración de principios, su programa de gobierno ni la posición ideológica que tengan (porque ya no tienen nada de esto), a las que la oposición recurre para cada elección; otros partidos, los menos, tienen personalidad jurídica nacional, pero presencia sólo departamental. Lo cierto es que el sistema de partidos políticos prácticamente no existe. Existe un partido único”.

Dra. Rosario Baptista, exvocal del TSE



Lapidarias palabras de la ex vocal que, lanzadas en medio del paro cívico, gremial y de transportistas de hace semanas, pasaron casi inadvertidas y no generaron el impacto social que merecen. La Dra. Baptista fue clara, contundente, precisa… y lapidaria: En Bolivia no existe oposición política al hegemonista y autócrata Movimiento Al Socialismo – Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS – IPSP).

Y hete aquí el título de esta columna. No por mi propia culpa, pero por la culpa de los que se presumen opositores, así se nos venden y así fracasan en cada justa electoral en la que enfrentan al masismo dominante.

El confiteor o yo pecador confieso que forma parte del rito en las misas de las iglesias católica, luterana y anglicana, es un acto de contrición que busca redimirse de los pecados cometidos, asumiéndolos de frente a la comunidad y al Altísimo. Es un acto sublime que el creyente realiza arrepentido de su pecado, consciente de la gravedad del mismo, motivado a buscar el perdón y dispuesto a enmendar el daño causado.

Pues nos va muy mal en esto de la contrición y el propósito de enmienda, porque nombre usted al opositor que quiera, el que prefiera o al que aborrezca, en estos 16 años de vigencia casi absoluta del masismo y verá que ni el preferido ni el despreciado, ninguno, ha sido un opositor leal con la Bolivia democrática, republicana, diversa y libre que los ha seguido, cifrando en ellos la esperanza de remontar esta negra nube del mal llamado socialismo del siglo 21.

Antiguos o nuevos; audaces o tímidos; regionalistas o no; liberales o nacionalistas; del norte o del sur; de oriente o de occidente; todos, absolutamente todos, a la hora de la verdad, sucumben a sus egocentrismos, a sus vanidades y veleidades y nos dejan inermes por otros cinco años de periodos constitucionales en los que el fascismo disfrazado de socialismo nos somete y vapulea.

Como autor de estas líneas, habiendo participado de la vida política desde la juventud universitaria, conociendo algo del intrincado mundo de los gobiernos de pacto que el voto popular impuso desde 1985 a 2003, protagonista de cuarta o quinta fila de algunos eventos decisivos en esas coyunturas críticas que marcaron el primer periodo de la democracia boliviana, no puedo concebir ni dejo espacio a la duda, respecto a la insípida y negligente acción política que se despliega, casi siempre en periodos previos a la realización de elecciones generales y luego a las de gobiernos regionales o municipales.

Ya no existen personas que entiendan a la actividad política como un apostolado, como una vocación, como un compromiso con ideales, programas, principios. Mucho menos estructuras de identidad principista.

Desde 2004 cuando se promulgó la Ley de Agrupaciones políticas, ese remedio resultó peor que la enfermedad. Si Bolivia era víctima de cuatro caudillos a partir de 2004 se estalló el sistema político nacional y se generaron centenas de reyes chiquitos que hicieron girones la democracia municipal y regional. Por supuesto en nada contribuyen a la democracia nacional.

Me asombra cómo personajes que sí fueron protagonistas de lides electorales entonces, se animan ahora a participar en elecciones en las que no tienen ni suficientes adeptos para cubrir con delegados las más de treinta mil mesas de sufragio en el país. Me sorprende que sus listas de candidatos a parlamentarios se llenen con gente improvisada, que no ha presidido ni su curso de bachillerato y menos tiene vocación de lucha en el escenario más complejo de todos que es la Asamblea Legislativa. Las excepciones honrosas sólo confirman la regla de lo anotado.

Y así, nos enfrentamos a uno de los momentos cruciales de nuestra historia y… no tenemos liderazgo, no tenemos proyecto alternativo, no tenemos estructuras partidarias, ni tenemos vocación de poder.

Es sabido que se acabó el ciclo del gas como generador de ingresos para el erario nacional. El litio no será nada comparable. El agro es atacado por todos sus flancos. El Estado empresario es un fracaso total. Los números del Presupuesto General del Estado no cierran hace años y el gobernante masismo se aproxima a la etapa de radicalización de sus políticas públicas.

En los próximos años el empresariado será víctima de las peores presiones sobre sus rentas y patrimonio. Eso está claro. Las inversiones privadas decaerán hasta el mínimo histórico. La informalidad y el contrabando serán la primera actividad económica en Bolivia y la falsa estabilidad cambiaria desaparecerá. No hay milagros en economía. Se viene una fuerte crisis.

¿Cómo salir de la encrucijada? O vamos hacia el modelo de Venezuela y Argentina o vamos a la libertad económica y al achicamiento del Estado. Otra vez Bolivia se nos muere. Pero no tenemos a Víctor Paz Estenssoro, ni a nadie que se le parezca. ¿Entonces?

Ninguno de los dirigentes políticos con que hoy contamos parece tener claridad de ideas, fortaleza, decisión y empeño para conducirnos a la resolución democrática y libertaria de esta crisis. En el otro lado, tienen a su líder indiscutido y a su presidente. Aunque no parezca, hay unidad de mando. Y encima una estructura internacional de análisis e inteligencia política que les marca el rumbo. Nosotros no.

Me pregunto ¿la ley de lo contingente y lo necesario hará que alguien aparezca en medio de esta crisis para conducirnos? Puede ser. Pero eso casi suena a milagro y esa ley es una de las leyes de la dialéctica. Contradictorio.

Creo entonces que ante la falta de liderazgos verticales, de ascendencia y prestigio, corresponderá la generación de liderazgos horizontales, de capacidad y entrega. Creo que se deberá convocar, organizar y construir un espacio de diálogo, de reflexión, de sincera autocrítica. Para luego configurar el escenario de lucha democrática, de confrontación política y de victoria libertaria sobre el fascismo.

Hay mucho por hacer. Si tan solo comenzáramos por asumir que hasta acá lo hicimos mal y no podemos seguir equivocándonos, quizá la máxima culpa se convierta en propósito de enmienda.

 

 

Gary Prado Araúz

 

Fuente: talcual.bo