La promesa de Margot Friedländer, superviviente del Holocausto

Margot Friedlander ante el pleno del Parlamento europeo el 27 de enero de 2022. © AFP – JOHN THYS

Margot Friedländer tenía 22 años cuando fue arrestada por la Gestapo y llevada a un campo de concentración. Ahora tiene 100 años, y después de vivir más de 60 años en Nueva York volvió a su ciudad, Berlín. En el Día en Memoria de las Víctimas del Holocausto, ofreció un impactante discurso el Parlamento Europeo en Bruselas. RFI ha podido hablar con ella tras el acto.

Margot Friedländer lleva un collar con ámbares. Algunas piedras son amarillas intensas, otras más oscuras, a veces, cuando tiene que pensar una palabra o una frase, lo toca con fuerza. Porque este no es un collar cualquiera. Era de su madre, Auguste, que se lo regaló antes de que la deportaran al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. Y también le dio un consejo: “Trata de hacer tu vida”.

Margot nació hace 100 años un 5 de noviembre en el popular barrio berlinés de Kreuzberg en el seno de una familia judía. Creció en aquel Berlín de entreguerras, el de la República de Weimar, el de la inflación, el del trauma colectivo del Tratado de Versailles. Y su vida, como la de tantas personas en aquel país, —y luego en el resto de Europa—, se truncó en 1933 con el ascenso de Hitler al poder.



En 1937, sus padres se divorciaron. Poco después, en 1938, su madre intentó varias veces emigrar junto con Margot y su hermano pequeño, Ralph. Pero fue en vano. Se encontró la puerta cerrada de muchos países, incluido Estados Unidos.

Entonces, la familia decide, de nuevo, preparar su huida de Alemania, el último intento. Pero la Gestapo detiene a Ralph, y se lo llevan. “Era un joven brillante, tenía 17 años y seis meses. Se lo llevaron al este, como se solía decir entonces”, cuenta Margot.

Su madre, sabiendo que si iba a la comisaría a reclamar a su hijo también la arrestarían, le dio a los vecinos un cuaderno con varias direcciones de personas en Berlín y en el extranjero para que se lo dieran a Margot, junto con un bolso. Dentro de él se encontraba su collar. El mismo que sigue llevando hoy. También le dio un mensaje a los vecinos para que se lo transmitieran: “Versuche, dein Leben zu machen” [Trata de hacer tu vida]. “Mi mamá no me esperó, se entregó a la Gestapo para estar con su hijo, mi hermano”, explica.

Ni Auguste, ni Ralph volvieron. Tampoco regresó su progenitor, Artur, quien había huído antes a Bélgica. Todos fueron asesinados.

Cambió de apariencia para escapar de la persecución nazi

Sola y sin familia, Margot hizo como le pidió su madre, siguió su vida. Se tiñó el pelo de rojo intenso, se operó la nariz para “parecer menos judía”, se quitó la estrella de David que marcaba su ropa y se puso una cadena con una cruz en el cuello. Con la ayuda de una red de personas que daban apoyo a judíos en la clandestinidad pudo sobrevivir durante casi dos años. Se volvió una nómada en su propio hogar, se escondió en dieciséis lugares distintos. “Encontré a gente buena que me escondieron, poniendo en peligro su propia vida”, rememora Margot.

Pero los ‘Greifer’, delatores judíos que trabajaban para la Gestapo, la denunciaron en abril de 1944. Fue arrestada y llevada al campo de concentración de Theresienstadt, donde, tal y como prometió, intentó salir con vida. Y lo consiguió. En el mismo campo de concentración se reencontró con Adolf Friedländer, a quien conocía de Berlín, cuando ambos trabajaban en la Asociación Cultural judía. Ella de modista; y él, de jefe de administración.

Cuando liberaron el campo, Margot y Adolf estaban juntos, el uno al lado del otro, cómo los soldados fueron marchándose en fila. “Quise asomarme a aquella puerta abierta y comprobar que nadie me iba a matar a tiros. La verdad, no sé muy bien como sobreviví al campo (…) cada día hice lo que me pidieron que tenía que hacer, entonces era libre y me resultaba rarísimo. Éramos incapaces de movernos”, explica.

La promesa del exilio

Durante unos meses Margot y Adolf siguieron viviendo en el campo protegido por la Cruz Roja. A menudo salían a pasear. “Un día de junio de 1945, Adolf me preguntó si me imaginaba una vida juntos, Adolf quería que nos casáramos. Yo siempre pensaba que para casarse se necesitaban más cosas, no estaba enamorada, yo era  como de piedra. Necesitaba tiempo para volver a sentir como ser humano, una persona con sentimientos, porque lo único que sentía era dolor y nostalgia. A Adolf le pasó lo mismo, fueron más aquellos sentimientos que el enamoramiento”, reconoce.

El 26 de junio de 1945, Adolf y Margot se casaron por el rito judío en el campo de concentración donde había estado cautivos hacía tan solo un mes antes.

Adolf —que también había perdido a toda su familia— y Margot prometieron nunca volver a Alemania, aquel país que les había dado mucho, pero que les arrebató todo. Por ello, Margot y él decidieron emigrar a Nueva York. Y allí iniciaron una nueva vida, en el barrio de Queens. Viajaron mucho, y a veces también a Europa, incluso a Alemania, a Munich, pero nunca a Berlín.

En 1997, tras 52 años casados, Adolf murió un 25 de diciembre. “De nuevo, me quedé sola”, admite. Por ello, ocupó parte de su tiempo a emprender clases de escritura biográfica. Fue cuando empezó a escribir sobre su extraordinaria vida. Sus historias de cómo, a pesar de todo, siguió adelante.

En 2003, el Senado alemán la invitó a Berlín en un programa de ciudadanos perseguidos durante el nazismo, que trata de devolver, por ejemplo, la nacionalidad y reparar a víctimas de la persecución nazi. Margot aceptó. Fue entonces cuando un realizador alemán, Thomas Halaczinsky, que vive en Nueva York, —quien había oído hablar de las historias de Margot—, le propuso rodar un documental sobre ella y su viaje de regreso a la ciudad que la vio nacer.

Con 82 años, Friedländer volvió a Berlín, donde mucho tiempo atrás prometió nunca regresar. Pero ya no era aquella ciudad que tanto le hizo sufrir, allí recibió bondad, y esperanza. Volvió a su  hogar. “Cuando llegué, me fui a dar un paseo por una calle que conocía bien, y recuerdo haberme parado y haber pensado: ‘Mi Berlín, que contenta estoy de haber nacido de una ciudad tan bonita”. Y desde aquel viaje, volvió a visitar la capital varias veces.

Con la experiencia adquirida en su taller de escritura, escribió un libro en 2008 llamado exactamente “Versuche, dein Leben zu machen”, el consejo que le dio su madre, en que contaba su historia como víctimas del Holocausto, pero también sobre la esperanza de quien ha salido adelante a pesar de las adversidades.

Y ese consejo lo siguió manteniendo, porque un nuevo capítulo de su vida se abrió en 2010, cuando decidió mudarse a Berlín, y volver a su ciudad, a seguir con su vida. “Aun sigo impresionada que decidiera volver, pero me ayuda, porque [la ciudad] es mi apoyo”.

Mantener la memoria viva en la escuelas

Pero no de cualquier manera. Decidió que explicaría su historia a colegios, institutos, en entidades, a todo el mundo que quisiera escucharla. “Me siento muy agradecida, que tanta gente quiera escucharme, hoy he hablando en el Parlamento Europeo, ante cientos de personas, nunca pensé que podría vivir algún día algo tan especial”, explica.

Y añade: “Yo no lo hago por mí, lo hago por vosotros, también por los jóvenes, porque aquellos que no pueden hablar, sean recordados y lo que ocurrió no se vuelva a repetir.

Sin embargo, admite con pesar que ha visto en los últimos años un aumento del antisemitismo. “Lamentablemente, el antisemitismo ha existido siempre, pero ahora es más fuerte, es algo que me provoca una gran tristeza, me duele”, dice mientras mira hacia el suelo, y vuelve a tocar el collar.

“Somos solo seres humanos, no tenemos sangre cristiana, judía o musulmana. Somos seres humanos, y todos merecemos ser respetados”, zanja Margot. Tras ello, posa coqueta delante de la cámara para una foto. Cuando sonríe, se le iluminan también sus enormes ojos castaños.

Margot dice que ha vivido “cuatro vidas”, y de lo que más orgullosa está de ellas es el capítulo actual, el que le permite explicar su historia.

Para seguir hablando en nombre de los que se quedaron sin voz.

Fuente:Radio Francia Internacional