Tuvo Covid 4 veces, se casó con su paciente y tiene un hijo

La doctora Quiroz conoció a su esposo cuando atendía al hermano de él. Su suegra (67) es la única que no se contagió, pese a que estaba entre enfermos.

 



Alcides Flores / Página Siete

La doctora Laura Vanessa Quiroz Vargas, de 30 años, contrajo cuatro veces la Covid-19 y fue en el último contagio, después de recibir la vacuna, que sintió más los golpes de la infección. “Lo atribuyo al estrés”, afirma.

Quiroz, que egresó de la carrera de medicina en Sucre en 2017, volvió a su natal Santa Cruz, donde ese mismo año comenzó a trabajar hasta finales de 2019 en una clínica de esa ciudad. Desde diciembre de 2019 hasta abril de 2020 estuvo sin trabajo.

En mayo de 2020, cuando la pandemia ya se había asentado en el país, entró a trabajar a la Caja Nacional de Salud (CNS). Tan solo unos días después de incorporarse a esa institución se contagió de covid, a finales de mayo, hasta comienzos de junio.

Le hicieron una radiografía y le detectaron principios de neumonía, pero no presentó síntomas graves. Le dieron cinco días de reposo, y como se sentía bien, volvió a trabajar. Y ya no estaba enferma.

Pero no pasó mucho tiempo desde su recuperación, hasta que a fines de junio sufrió una arritmia cardiaca, como una especie de fatiga. A nivel pulmonar tenía neumonía, aunque leve. Inicialmente pensaron que eran las secuelas de la primera infección, pero en la prueba de PCR volvió a dar nuevamente positivo. Estuvo cinco días internada en la CNS, desde el 28 de junio.

Después de 14 días, se hizo la prueba Elisa y se vio que no desarrolló anticuerpos. Estaba en situación de riesgo, pero pese a eso, atendía a pacientes a domicilio, en sus horarios fuera de su permanencia en la CNS.

Ella presume que el segundo contagio se dio por el contacto con pacientes con complicaciones como neumonía. “Andaba con los pacientes de arriba para abajo. Presumo que fue entonces que se dio el segundo contagio. Me tocó también hacer de enfermera en muchos casos. Atendía a mis vecinos. Hacía turnos en la CNS y visitaba a mis pacientes en sus domicilios cuando estaba libre”, recuerda.

A principios de julio, a través de una amiga de una farmacia conoció a una señora cristiana, que en menos de tres meses se convertiría en su suegra. “Un día me llama para pedirme que vaya a su casa para atender a su hijo (al hermano del que hoy es su esposo). Yo le digo que no tenía tiempo porque tenía muchos pacientes, y le dije que iría a ver a su hijo dentro de dos días.

“El 15 de julio, que justo salí de turno de la CNS, la llamo a la señora y le digo: ‘hoy tengo tiempo para ir a ver a su hijo y si gusta puedo pasar’. Y me envían la ubicación”, recuerda.

En ese momento no había ni clínicas, es por eso que la mamá (su suegra) quería que atienda a su hijo en su domicilio. “Me muestran la tomografía. Valoro al paciente y le digo a la señora (su concuñada, Khaterine): ‘Si se me complica aquí, no voy a poder derivarlo a un hospital de manera rápida, porque no hay espacios. Pero lo ideal sería internarlo’”, dice. “En eso, cuando yo esperaba que llegue la ambulancia para llevar al paciente a la clínica, llega al lugar quien ahora es mi esposo. Todo prepotente dice: ‘quién es el médico que está atendiendo a mi hermano’, y ahí me lo presentan. Llega su mamá y me pide que acompañemos al paciente”, recuerda.

“Los acompaño. Me subo en el vehículo y me voy junto al chofer, y ese chofer en un futuro sería mi esposo. Yo medio que le charlaba, pero él me respondía muy serio. Nos fuimos a la clínica y luego me despedí”.

Cuando se iba, nuevamente interviene la madre: “‘Doctora, ¿será que nos puede ir a poner un suero vitaminado a mi casa y valorarnos?’. Quedé en ir a su casa el viernes”, cuenta, y ese día quien le aguardaba en su casa para el suero era el que hoy es su esposo y la madre de él.

También aquel día, su suegro había sido dado de alta de Covid y llegó a su casa. Ese mismo día ella ponía los suegros a su hoy esposo y a su suegra. Antes de que se vaya, la suegra pide a la médica que le dé una mirada a su recién llegado esposo.

“Mi suegro estaba durmiendo así que volví al día siguiente para verlo. Estaba muy mal. Su saturación estaba en menos de 70, su fiebre estaba muy alta y entonces pedí llevarle a la clínica. Corría el riesgo de fallecer”, afirma. Trató de colocarle dioxadol en la vena y en la nalga, pero no encontró ni músculos ni venas. Inmediatamente llamaron a una ambulancia para llevarlo a la CNS, donde ella trabajaba. “Como yo estaba trabajando en la CNS, el que hoy es mi esposo no hizo problema que lo llevemos allí. Es que anteriormente allí recibió mala atención, ya que él no enfermó de la noche a la mañana, él salió mal de la CNS y no sé en qué condiciones lo dieron de alta”. Finalmente su suegro perdió la vida.

La única que no enfermó en esa familia fue la suegra de la médica, pese a que tenía 67 años, y pese a que andaba “de arriba para abajo” con los enfermos.

Cuando esto ocurría, ¿también tenía covid quien ahora es su esposo?

No, la prueba salió negativa. Se contagió posteriormente. Le puse el suero como una medida de prevención, para mejorar su sistema inmunológico. Le puse el suero vitaminado.

Usted se involucró con esta familia muy rápidamente.

“Desde el momento que volvieron a internar a mi suegro, la comunicación fue más frecuente con mi suegra. Ella es la que me pedía que acompañe a su hijo (hoy su esposo) a comprar medicamentos y a hacer otros trámites. Y como yo conocía farmacias y laboratorios, iba con él hasta tarde a hacer esas compras”, responde.

Y fue así que empezó todo. El 15 de julio de 2020 comenzó la relación sentimental, el 6 de agosto se comprometieron y el 25 de septiembre se casaron. En noviembre se embarazó y al mes siguiente (diciembre) le llegó la tercera infección de covid. “De repente me da una diarrea y como estaba trabajando en el Comando de la Policía (CNS), me hicieron una prueba de PCR el 18 de diciembre de 2020, y salí positivo. Dos días después, me entero de que estaba embarazada”, recuerda Quiroz.

Superó la enfermedad sin mayores sobresaltos. Sin embargo, debido al embarazo y porque tenía desprendimiento de placenta, dejó su trabajo. Le recomendaron reposo. Hasta que nació su hijo el 5 de agosto, en plena pandemia. Se dedicó a cuidarlo. Y el 25 de septiembre de 2021 recibió la vacuna  Johnson & Johnson. Su hijo tenía un mes.

Pero  solo pasaron tres meses desde que recibió la vacuna, a fines de diciembre de 2021, hasta que se contagió de Covid-19 por cuarta vez, y ahora presentó cuadros de fiebre alta por cuatro días, tos y malestar general. Los síntomas fueron más fuertes que las anteriores veces. En el momento en que Página  Siete  tomó su testimonio, ella ya superó la covid.

¿Con qué cepa cree usted que se contagió?

Pienso que ha sido con la Ómicron, por los síntomas. Además, yo siempre estaba en la casa y mi esposo siempre se bañaba cuando llegaba de la calle. Ni siquiera se acercaba al bebé. La propagación de la Ómicron es rápida.

La doctora Laura Quiroz, cuando fue internada.

¿Y a qué atribuye usted que haya tendido cuatro contagios?

En el tiempo que estuve atendiendo a los pacientes, vi que el factor que predispone a la infección de la covid es el estrés y también la mala alimentación. En la mayoría de los pacientes que atendí, estaban previamente viviendo en situaciones de mucho estrés. Y justo me pasó a mí eso. Estuve en una crisis de estrés total, por el embarazo que me obligó a estar nueve meses en casa. Nació mi bebé, se enfermó. Antes nos enfermamos mi esposo y yo con covid”.

¿Por qué cree que a pesar de que recibió la vacuna, los síntomas fueron más fuertes que las tres veces anteriores?

Creo que esta vez tuvo mucho que ver el nivel de estrés que yo viví precisamente el tiempo previo a la cuarta ola. Yo presumo que la ómicron es de mayor propagación, pero más leve. Puede que sin la vacuna, pudo ser más grave para mí.

¿Cómo vivió usted, como médica de la CNS, la saturación del sistema hospitalario?

Si bien el personal médico trataba de hacer todo lo que podía, no había los insumos necesarios, medicamentos y equipos de bioseguridad. Había fallas en los equipos como el de tomografía. Evidentemente, el sistema de salud no estaba preparado para esta pandemia. El personal médico siempre hacía lo que podía. El tema de los medicamentos se complicó porque todo el mundo comenzó a lucrar. Lo que costaba 30 bolivianos llegó a costar 70 o 90 bolivianos.

También llegó un momento en que teníamos que decidir a quién dar prioridad. Por ejemplo, si llegaba un paciente de 95 años de edad y con obesidad, tratábamos de derivarlo a otro lugar para abrir espacios a otros pacientes con más posibilidades de sanarse.

De manera particular, como doctora, ¿qué es lo que más le ha impactado?

Todos necesitaban ayuda. El sacrificio que hacía la gente. Yo cobraba la consulta 200 bolivianos y yo iba a la casa de los pacientes. A veces cobraba menos, dependiendo de la capacidad de pago de los pacientes. Era mucho el sacrificio que hacía la gente. Una terapia costaba de 7.000 a 10.000 bolivianos por día.

Como profesional, ¿cómo ve usted la situación que estamos viviendo ahora y qué se nos viene?

En este momento el virus es menos letal que antes y creo que en adelante se vienen vacunas como para la influenza, que van a ayudar a mejorar el sistema inmunológico de las personas. Por ahora, la gente tiene que evitar el estrés, alimentarse bien y tomar las medidas de bioseguridad.

¿A qué atribuye la eclosión de casos en Santa Cruz, especialmente en esta ola?

A la cantidad de la población y también al descuido de la gente. La gente creyó que el virus ya se estaba yendo y comenzó a relajarse. La gente salía a la calle sin barbijos. Comenzó a aglomerarse y el estilo de vida comenzó a volver: boliches y fiestas. La gente empezó a hacer lo que más le gusta y a normalizar su vida.

La forma de alimentar también influyó, porque acá abunda la comida chatarra. Todos esos factores ayudaron a que en Santa Cruz los casos sean mayores. La gente, además, dejó de tenerle miedo al virus. Comenzó a creer que el virus es pura charla, pura mentira.

Fuente: paginasiete.bo