Como ya hemos visto, este año 2022, celebramos desde enero el Cuarto Centenario de la Segunda y definitiva traslación de Santa Cruz de la Sierra, desde Cotoca hasta el río Piraí, su actual asentamiento. Fueron dos traslaciones, pero el cuarto centenario de la primera pasó desapercibido, debido al desconocimiento de los hechos precisos y la omisión de las autoridades políticas y académicas. Casi pasó lo mismo este año y tuvimos que bregar para hacer algo conmemorativo.
Vamos al punto. La orden de traslado de Santa Cruz de la Sierra, para unirla con la impostora San Lorenzo, fue para castigar y acabar con la ciudad de los cruceños y su poder, después de la rebelión autonomista del gobernador Diego de Mendoza y otra que sucedió el año 1587 ante la noticia de que el virrey del Perú encomendó a Don Lorenzo Suárez de Figueroa la fundación de una ciudad paralela a Santa Cruz de la Sierra, pretendiendo suplantarla. Esto no lo quieren reconocer aquellos historiadores obsoletos que han hecho “renombre” justificando la versión altoperuana de las “tres traslaciones” y escondiendo lo que realmente pasó.
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Pero con los documentos encontrados por verdaderos investigadores, que dedican todo el año a revisar pliegos y transcribirlos, junto al razonamiento de los historiadores que unimos toda esa información primaria, intermedia y secundaria, logramos finalmente encontrar la verdad de los hechos.
Por ejemplo, un documento de los archivos del investigador Eric Soria Galvarro Balcázar dice: “Y es bien acabar la traslación de Santa Cruz, porque de otra manera no se acabará con ella ni con aquel espantajo que tanto cuidado nos causa y ha de causar si no se concluye de una vez, y aunque para la salida del gobernador conviene que haya allí quien le vaya a la mano y temple porque ha de salir indignado (…) Se acabará la mudanza y traslación de Santa Cruz, que tanto da que hacer y de cualquier manera conviene acabar con ella…” (Carta del virrey del Perú a la Audiencia de Charcas: 14 de diciembre de 1603).
“Aquel espantajo” al que se refiere el virrey Luis de Velasco, todo indica que se trata del gobernador Juan de Mendoza Mate de Luna (1601 -1604), que fue nombrado por el propio Rey de España para gobernar Santa Cruz y realizar la entrada a Mojos. Por diversas acusaciones, que fueron derivación de la fallida expedición a Mojos y del asesinato de su hijo, cuando llegó Francisco de Alfaro simulando una visita a la ciudad, lo tomó preso durante meses (H. Sanabria).
Enrique Finot en “Historia de la conquista del Oriente boliviano” registra un documento de 1608, de apoyo al Gobernador, en el que se aclara la figura: “Fue capitulado de muchos agravios y excesos (el gobernador Mate de Luna). Fue a esto y a la traslación de la ciudad de Santa Cruz (…) el licenciado don Francisco de Alfaro, el cual, además de hacer la traslación y sacar al gobernador de aquella gobernación…” etc.
Veamos qué pasó con la desesperada orden de trasladar y acabar con la indomable Santa Cruz de la Sierra:
Seguramente en el Perú se sospechaba que, en la ciudad de las cuarenta manzanas, con toda su fama de rebelde y de míticas riquezas, con el poder político y militar que ostentaba frente a los chiriguanos, se estaba construyendo un Virreinato. Considérese que, en ese tiempo, Santa Cruz era una de las dos únicas gobernaciones que había en Charcas; un informe de Juan López de Velasco menciona que había una Cancillería y dos gobernaciones “que son: Santa Cruz de la Sierra y la de Tucumán…” (1571).
El fuerte de Buenos Aires había desaparecido y el cofundador de Santa Cruz, Juan de Garay, fundará la ciudad recién en 1580. Asunción había quedado mermada después del éxodo de 1564. En lo militar, se puede observar cómo vieron la rebelión cruceña de Diego de Mendoza por un lienzo de 4 metros, que hay en la Basílica de La Merced del Cusco, donde las fuerzas se exponen muy considerables. Agréguese a ello, un informe de 1a familia Chaves en el que textualmente cotejan regiones cuando dicen que: “el Gobernador Ñuflo de Chaves sirvió a Vuestra Majestad más de treinta años en las provincias del Perú y Santa Cruz de la Sierra…”
Se trataba de una ciudad y territorio importante, entonces las rebeliones no eran simples problemas locales; más aún, si recién habían pasado las guerras entre bandos españoles en el Perú. Veamos cómo manejaron la situación cruceña.
Saúl Suárez Medina registró que el 11 de mayo de 1575: “El Virrey del Perú Francisco de Toledo, instruye al gobernador de Santa Cruz, Juan Pérez de Zurita, que traslade Santa Cruz la vieja, de Chiquitos a los llanos de Grigotá, sin embargo esto sólo pudo efectuarse entre 1601 y 1605 a la actual Cotoca, y en 1622 el actual Santa Cruz” (otros autores afirman que la instrucción fue en 1580).
En otra parte dice: “Probablemente en este mes de octubre de 1601, el conquistador Gonzalo Soliz de Holguín realizó la 1ª. traslación de Santa Cruz, de la vega del Sutós al paraje de Cotoca. Una porción de cruceños se resistió a abandonar la Santa Cruz chiquitana y sólo consintió en ello años después, concluyendo la traslación a Cotoca…” Aquella “porción” era la mayoría y sus instituciones, por eso tuvieron que tomar las otras medidas desesperadas.
El historiador Hernando Sanabria Fernández dice: “En 1604 fue enviado a la renuente ciudad el oidor de la Audiencia Don Francisco de Alfaro, con órdenes terminantes de proceder al traslado. No sin haber vencido enconadas resistencias, el diligente oidor consiguió efectuar la mudanza al año siguiente…” O sea, inicios del año 1605.
Para que una ciudad se considere “trasladada”, no sólo deben salir unos cuantos ciudadanos, sino que, fundamentalmente, debe trasladarse su Cabildo con su sede y demás instituciones. Por eso el historiador Ernesto Zambrana Cascales, decía: “El grueso de los cruceños se trasladó de Santa Cruz de la Sierra (la Chiquitana) en 1605, por orden del Fiscal Alfaro, al lugar denominado hoy Cotoca…”
¿Fue realmente en 1605? Veamos los documentos:
Eric Soria Galvarro nos proporcionó uno que dice lo siguiente: “Con la esperanza de que por Todos Santos llueve en esta Gobernación, comenzó a salir la gente de Santa Cruz a 23 del pasado, y en el resto de aquel mes salió toda la gente sin que nadie hubiese necesidad de notificarles auto ni hacer otra diligencia y así salí yo a 10 de este no dejando a nadie y el pueblo consumido…” (Don Francisco de Alfaro, San Lorenzo 17 de noviembre de 1604).
De este texto, tenemos entonces que comenzaron a salir el 23 de octubre y los últimos cruceños salieron con Alfaro el 10 de noviembre, fecha que tomamos como referencia oficial. Lo de “pueblo consumido” seguro indica la quema de los principales edificios y casas para que no se vuelvan; esto lo pudimos comprobar en el sitio por el carbón pegado a los pedazos de ladrillos y tejas que quedaron ahí, porque no fueron llevados a la construcción de la iglesia jesuítica de San José.
Otro documento, que nos proporcionó el investigador Bismark Cuellar Chávez, fechado el 28 de noviembre de 1604 y firmado por el virrey Luis de Velasco, dice que unos soldados se amotinaron en la entrada a Mojos y “algunos se volvieron a la ciudad de San Lorenzo, vecina a la de Santa Cruz…” (sic). ¿Vecinas en esa fecha?
Si confiáramos en ambas referencias, por ser oficiales, tendríamos que concluir que la traslación se realizó en sólo 18 días, lo cual es imposible porque entre Santa Cruz la Vieja y Cotoca hay al menos 250 kilómetros y, tanto bueyes y mulas, hacen unos 15 kilómetros por día. La referencia del virrey más parece un cálculo de escritorio (18 x 15 = 270), para realizar un necesario informe.
Pero analicemos un poco. Si hubo la lluvia de Todos Santos, en la primera semana de noviembre, los yomomales del camino su pusieron impasables y a ello se suma la subida de las aguas del río Grande y la falta de alimentos, que también informa Alfaro, el período de traslación aumenta.
Agréguese, entonces, las pascanas para dormir, para cazar, para comer, cuidar los niños y los ancianos, bregar en el barro, que baje el agua, cortar árboles… Con todos esos detalles podríamos adicionarle otro mes a la expedición, llegando la gente para Navidad e instalándose el Cabildo en enero, en el nuevo asentamiento. Esto pudieron haber calculado Sanabria y Zambrana, como también existe la posibilidad de que hayan encontrado el primer Acta del Cabildo en enero de 1605.
Como fecha del Éxodo Cruceño, quedémonos con la salida del último habitante, con sus escoltas, ayudantes y cargas, el 10 de noviembre de 1604, señalando la Primera Traslación de Santa Cruz de la Sierra. Tendremos que esperar nueva documentación para confirmar la llegada de las autoridades cruceñas a “Santa Cruz la Nueva” (E. Finot) en Cotoca.
Por el momento conocemos un pliego, del 25 de enero de 1608 (Archivo de Indias), firmado por Francisco Osorio de Chaves, nieto del fundador, que Don Enrique Finot lo califica como inapreciable para probar la traslación formal de la ciudad “con honores y preeminencia de verdadera capital de provincia” en Cotoca.
Se trata de una representación del Cabildo cruceño, elevada ante el rey, que comienza así: “Acudiendo a la obligación que esta ciudad tiene, como cabeza de esta gobernación y provincia, de dar cuenta a Vuestra Majestad del estado de ella, de quien espera ser amparada y favorecida, como de su rey y señor…” etc.
Los cruceños estaban sentando precedente de que, habiéndose trasladado, se trataba de la misma ciudad fundada en 1561 por Ñuflo de Chaves y que, pese a las pretensiones de la impostora San Lorenzo, era la ciudad capitana.
Esos documentos así se redactaron todos los años siguientes, hasta que en 1621 hubo el nuevo intento de “acabarla” con otra traslación. Entonces, en noviembre de ese año, un pliego también firmado por el nieto de Ñuflo, junto a los cabildantes, le responden al gobernador Nuño de la Cueva: “El Cabildo Justicia y Regimiento de esta ciudad de Santa Cruz de la Sierra, Cabeza de esta Gobernación es a saber …” (sic) y toda una extraordinaria relación que resume la posición política, militar, social, productiva y comercial cruceña desde Cotoca.
Se trasladó Santa Cruz de la Sierra dos veces. Tres virreyes no pudieron acabar con la poderosa ciudad, ni sus decididos emisarios, ni la Audiencia de Charcas… La sociedad cruceña había consolidado una identidad, una forma de producción y de defensa que la hizo resistir e imponerse. Tal vez por esa razón los informes importantes sobre la ciudad se elevaban directamente al rey de España y no a los virreyes, como hemos visto en el documento que registró Finot: “Mande Vuestra Majestad al visorrey de estos reinos, ampare y favorezca esta ciudad”, le decían.
En adelante “la corona proveía el cargo con hombres de altos merecimientos y conocida figuración” dice Hernando Sanabria, autor de uno de los estudios más completos sobre los gobernadores de Santa Cruz. Agrega que la lista es larga e incluye a personajes de familias con grandezas en España, “guerreros de notable actuación en Italia, Flandes y Rosellón, oficiales de la real marina…” y otros de singulares costumbres.
Cuando observamos nuestro Escudo Cruceño, otorgado por Felipe IV, el 7 de noviembre de 1636, podemos percibir el mensaje de la historia: Dos pequeñas cruces potenzadas fusionadas y una mayor que presume haber impuesto su nombre y su autoridad sobre la impostora. Y también vemos tres palmeras de totaí, como avanzando hacia el frente, de oriente a occidente, que para nosotros significan: la Fundación, la Primera Traslación a Cotoca y la Segunda Traslación al Piraí.
Nino Gandarilla Guardia