Diferencias entre el azúcar y la glucosa: una de ellas te roba la energía

Ninguna de ellas es imprescindible en la alimentación, ya que el cuerpo puede crear glucosa a partir de grasas o proteínas siguiendo un proceso llamado glucogénesis

No es lo mismo el azúcar que la glucosa.
No es lo mismo el azúcar que la glucosa.

Fuente: ABC

La energía no se crea ni se destruye, se transforma. O, como nos dice el primer principio de la termodinámica, se conserva aunque puede cambiar de forma de un sistema a otro. En nuestro cuerpo la energía proviene de los alimentos, ellos son el combustible que convertimos en movimiento, en funciones corporales, en actividad neuronal, etc. Si queremos estar sanos y activos necesitaremos una mezcla equilibrada de nutrientes, minerales, proteínas y, fundamentalmente, grasas y glucosa.

Hemos hablado en otras ocasiones de las grasas como la mejor energía que podemos proporcionar a nuestro cuerpo, porque es saludable y proporciona un flujo más duradero de actividad y saciedad; y también de cómo el azúcar, por el contrario, provoca picos de energía que, a medio plazo, nos hacen bajar tan rápido como hemos subido y acaban provocando una adicción que, seguro, no necesitamos.



Pero la glucosa, que no azúcar, es también clave para funcionar. ¿Y no es lo mismo? No, no lo es. Vamos a tratar de explicar un poco mejor la diferencia. Con el nombre genérico de ‘azúcares’ podemos encontrar distintos componentes. Pero antes una aclaración importante: ninguna de ellas es imprescindible en la alimentación, ya que el cuerpo puede crear glucosa a partir de grasas o proteínas a partir de un proceso llamado glucogénesis si no las ingerimos en nuestra dieta.

Los tres azúcares más conocidos y frecuentes en los alimentos son la glucosa, la fructosa, la sacarosa. De las tres, la glucosa es el carbohidrato más simple, y por eso también se le llama azúcar simple; la fructosa, también simple, es la que se encuentra de manera natural en miel y frutas; y por último el azúcar ‘de mesa’ o refinado es sacarosa (un compuesto de glucosa más fructosa). También encontramos glucosa en los lácteos y en muchos otros hidratos de carbono como la patata.

Así, si bien es cierto que la glucosa sería imprescindible para esas funciones vitales, la sacarosa está muy lejos de serlo pues, para metabolizarla, nuestro cuerpo ha de utilizar nutrientes, minerales (sobre todo magnesio, cromo, calcio, cinc…) y vitaminas (especialmente la vitamina B) que, siendo así, perderemos en esta tarea pudiendo provocar carencias en nuestro cuerpo y, con ellas, algunos problemas asociados como trastornos del sistema nervioso, depresión, falta de concentración o irritabilidad derivados de la falta de esta vitamina B; o debilidad de los huesos (osteoporosis) causada por la falta de calcio.

Si quieres energía, busca proteínas

Muchas veces pensamos: «me encuentro cansado o bajo de ánimo, voy a tomar algo dulce», y con las mismas, buscamos un refresco azucarado, una chocolatina, un bollo…, ¿te suena esta situación? Es bastante común cuando nos levantamos por la mañana de la cama, en que tras las horas de ayuno, notes que te cuesta tirar del cuerpo, y por eso a muchos os puede apetecer desayunar bollos o mermeladas. Esta situación, dada más bien por la costumbre social, es algo que debemos trabajar ya que, como acabamos de comentar, esa azúcar refinada a la que solemos recurrir puede, incluso, producir el efecto contrario.

Te pongo dos ejemplos de dos desayunos diferentes y sus consecuencias en nuestro organismo:

Ejemplo de desayuno 1: Zumo de naranja, galletas y café con leche y azúcar: el azúcar entra rápidamente en el torrente sanguíneo provocando un pico glucémico, un subidón que al cabo de unas horas se traduce en un bajón de energía que se conoce como hipoglucemia. Esto no solo provoca desequilibrios en el cuerpo, sino que también nos hace comer más por pura demanda del cuerpo, y por tanto, a la larga, engordar y provocar posibles daños en el sistema digestivo, circulatorio, etc.

Ejemplo de desayuno 2: Una tortilla con aguacate, una naranja entera y un poco de porridge: la proteína y la fibra de esos alimentos hacen que la glucosa entre en la sangre despacio sin producir picos. El flujo energético es más duradero y constante, y nos mantendrá arriba durante varias horas.

Es importante, por tanto, tener en cuenta a esta azúcar es una ‘robaenergía‘ en nuestros menús. Podemos creer que estamos ayudando a nuestros huesos al comernos un yogur cuando, si este es de sabores o azucarado, estaremos provocando el efecto contrario; o pensar que un zumo de naranja nos ayudará a mantener altas nuestras defensas pero, especialmente si elegimos uno envasado, seguramente estaremos introduciendo en nuestro cuerpo altas cantidades de azúcar que más bien nos provocarán un pico glucémico (con su correspondiente bajada posterior).

Por el contrario, un yogur blanco, sin azúcares añadidos, sí es un excelente alimento; y una naranja entera tiene azúcar intrínseco: está en el interior de la naranja y está mezclado con otros compuestos interesantísimos como la fibra, las vitaminas, los minerales, los antioxidantes…

Revisa siempre las etiquetas y, ahora que sabes distinguirlas, valora la calidad de tus azúcares.