Stalin dirigió su país durante casi tres décadas. Putin lo hace hoy. Son épocas distintas, pero tienen mucho en común.
Stalin fue un dictador, genocida, y asesinó sin compasión incluso a sus camaradas leales.
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En Ucrania requisó las cosechas a lo que se llamó el Holodomor (matanza de hambre) y murieron cerca a 7 millones de personas. Y, en total, mató a casi 20 millones de rusos.
Putin es otro dictador que le está siguiendo los pasos invadiendo a la castigada Ucrania. Es considerado un criminal de guerra porque ha matado miles de civiles y creado una feroz crisis humanitaria.
Putin creyó que en una semana derrocaría y se apoderaba de Ucrania, pero solo el coraje y el patriotismo de los ucranianos ha hecho que pase un mes de la invasión y aún no pueda tomar Kiev ni a Zelenski.
Putin jamás se imaginó que la OTAN enviaría armamento y apoyo humanitario a Ucrania, no siendo este miembro del grupo de defensa. Tampoco se imaginó que Biden declararía que si el líder ruso utiliza armas químicas contra Ucrania, desataría una respuesta “severa”. Si así fuera, lo más probable es que se desate la Tercera Guerra. Putin lo sabe y no le conviene lanzarlas.
El ambicioso ex KGB se mantiene en el poder desde hace 23 años. Desde entonces se ha adueñado del gobierno y planea quedarse hasta 2036, lo que superaría a Stalin, que estuvo 26 años, que junto a Hitler y han sido los peores genocidas del Siglo XX.
No sabemos el desenlace de la guerra. Kissinger decía que no importa como empieza una guerra, sino como termina.
Rusia no la tiene fácil (a pesar de que cuenta con armas químicas y nucleares), porque las sanciones económicas y financieras que le han impuesto la OTAN, la están asfixiando, al extremo que ha pedido armamento a China, que no debería proporcionárselo.
Francis Fukuyama, en un artículo titulado “Preparándose para la derrota” dice que Rusia se dirige a una derrota absoluta en Ucrania, ya que su planificación fue incompetente, ya que creyó que los ucranianos quería ser parte de Rusia, lo cual es todo lo contrario. Estos quieren ser parte de occidente, ser miembros de la UE, de la OTAN y no de la Rusia de Putin y menos volver a los resabios de Stalin.
En una guerra, todos pierden, lo hemos visto en el curso de la historia y las peores víctimas son la sociedad civil. La destrucción, muerte y los resentimientos posteriores son imborrables.
Los que emigraron tuvieron que dejar a sus seres queridos atrás para enrolarse en el ejército o porque eran muy mayores. En otros países ven por televisión que todo lo que amaban y tenían está hecho cenizas y no tienen donde volver.
Y, los que se quedaron, están sin comida, luz, calefacción y viven en medio del terror pendiente que les llegue una bomba y los mate.
Ucrania siempre ha sido deseada, ocupada y castigada. Ocurre que su situación geopolítica es estratégica por su acceso al mar y por su cercanía a Europa occidental. Además, provee de granos a Europa.
Mientras que la OTAN considera su posición clave, Putin no quiere que sea miembro de ella, ya que quiere tener supremacía sobre Ucrania para armar un nuevo orden a su manera, así como recuperar las ex repúblicas socialistas soviéticas que lograron su independencia tras la caída del muro.
Lo complejo es que Rusia provee de gas a Europa, a pesar de que el gasoducto Nord Stream II ha sido clausurado. Es por ello que han subido los precios de los carburantes. Sube la gasolina y sube todo. Esta guerra absurda está afectando a Ucrania y al mundo, pero los aliados deben seguir imponiendo sanciones.
Verónica Ormachea