La Policía detiene al sospechoso del tiroteo del metro de Nueva York tras una intensa búsqueda

El presunto agresor, arrestado este miércoles en Manhattan, había contado en YouTube sus padecimientos psiquiátricos, que atribuyó a las políticas de salud mental del alcalde.

Tras una intensa búsqueda que se prolongó durante más de 24 horas, la policía ha arrestado a mediodía de este miércoles en Manhattan al presunto autor del tiroteo que el martes causó 23 heridos, casi la mitad de ellos por bala, en una estación del metro de Nueva York.



Según medios locales, el hombre, identificado como Frank Robert James, fue arrestado mientras caminaba por una calle del bullicioso barrio de East Village, después de que un transeúnte le reconociera por las imágenes publicadas la víspera por la policía.

El peatón subió una foto del sospechoso a la red social Twitter y eso llevó a su localización, aunque la policía no ha proporcionado aún detalles sobre la detención. Imágenes del diario The New York Post muestran el momento del arresto, en el que James, afroamericano de 61 años, no opuso ninguna resistencia.

James será juzgado “por ataque terrorista contra el [sistema de] transporte colectivo”.

Antes de alquilar una furgoneta en Filadelfia y viajar a Nueva York con una mochila llena de munición, tres cargadores de reserva y bombas de humo, además de un hacha y una pistola Glock de nueve milímetros, el sospechoso había contado en YouTube que estaba lleno de odio y de rabia; también los “horrorosos tratamientos psiquiátricos” a los que se había sometido. Los vídeos que publicó en la plataforma lo muestran a la vez despotricando contra Eric Adams, el alcalde, y definiéndose como “víctima” de sus políticas de salud mental. Adams ha hecho bandera, entre otras cosas, de la importancia de una alimentación sana en los colegios ―ha instituido el viernes vegano en la red pública de educación—, pero décadas de desatención municipal a la población más vulnerable, como los sin techo con trastornos mentales, amenazan con pasarle factura. Para empezar, la seguridad que lo rodea se ha reforzado considerablemente tras el tiroteo, por alusiones.

El ataque supuestamente perpetrado por James es uno más de los que a diario vive el maltratado metro de Nueva York, donde los incidentes con armas de fuego no son en absoluto extraños, algunos protagonizados por personas con antecedentes psiquiátricos, teóricamente sin acceso a ellas. Sí ha sido más visible; Nueva York todo lo magnifica. Las leyes de la ciudad son de las más restrictivas del país, pero las armas, registradas o fantasmas, están por todas partes, para inquietud de las autoridades: el presidente Joe Biden anunció el lunes controles más estrictos para frenar la proliferación de armas fantasmas, de ensamblaje casero a partir de piezas sueltas, mientras se multiplican los episodios violentos. El martes mismo, tres personas morían y 12 resultaban heridas por disparos en el Bronx y Brooklyn. El viernes, una bala perdida segó la vida de una chiquilla que salía del instituto. Es tal la sangría diaria que pocos alcanzan a consignar todos los sucesos.

Añádase a la profusa circulación de armas en las calles el triste fenómeno de decenas de miles de indigentes y otras personas en los márgenes del sistema, con trastornos mentales, a menudo diagnosticados pero no tratados. Porque muchas veces no es necesario siquiera disparar un arma, como demostró en enero el homicidio de una mujer empujada a las vías del metro, en pleno centro neurálgico de Nueva York, por un vagabundo con graves problemas psiquiátricos.

Ese suceso provocó una rápida respuesta conjunta de la alcaldía y el Estado de Nueva York: un plan de regeneración del metro para limpiarlo de los indigentes que malviven en estaciones y andenes. La falta de camas psiquiátricas y de plazas en los albergues ha empujado al suburbano a un millar de personas, el promedio que a diario dormía en sus instalaciones. Según los activistas y las ONG, el plan de Adams criminaliza a los sin techo, además de estigmatizarlos aún más, sin solucionar el problema. Las críticas de James en YouTube parecían ir en ese sentido, pero el alcalde pasó este miércoles de puntillas sobre el asunto, en declaraciones a varias cadenas de televisión y radio. “La gente mira el sistema de salud mental y cuestiona algunas de las cosas que han sucedido durante décadas. Nuestro objetivo es arreglar nuestro sistema de salud mental. Pero está claro que este individuo quería crear terror y violencia”, dijo Adams, que prefirió presentar el suceso como una manifestación más de un problema nacional derivado de la proliferación de armas y de una puerta giratoria en los tribunales.

Adams también soslayó las críticas por el apagado de las cámaras de vigilancia de la estación donde se produjo el tiroteo, que no funcionaban en ese momento, recordando que la gestión del metro no es responsabilidad del Ayuntamiento, sino del Estado. El déficit presupuestario de la agencia de transporte urbano (MTA, en sus siglas inglesas), de la que depende la gestión del suburbano, podría añadirse como factor agravante al cúmulo de circunstancias adversas, de cabos sueltos, que afloran de este caso. La MTA ha conseguido sobrellevar la ruina provocada por la pandemia ―el metro no ha recuperado aún el número de viajeros que tenía— gracias a una inyección de fondos federales. Pero las instalaciones y el servicio, a menudo aleatorio cuando no caótico, piden a gritos una inversión masiva.

La puerta giratoria judicial que Adams denuncia existe también en el deficitario sistema de salud mental: enfermos que entran y salen de las clínicas, o que ni siquiera las pisan, con dolencias exacerbadas además por la pandemia. Parece ser el caso de James, al que este miércoles un descomunal despliegue policial, apoyado por helicópteros, dio caza tras casi 28 horas de búsqueda.

Antes de eso, el Departamento de Policía publicó imágenes del sospechoso y reiteró la recompensa de 50.000 dólares para quien aportara pistas de su paradero. Como en el Lejano Oeste: se busca, solo que en tiempos virtuales, y con sistemas de geolocalización en teoría perfectos que parecían subrayar aún más la tardanza de la policía en dar con James. Los teléfonos móviles de los vecinos de Nueva York recibieron durante la mañana ruidosas alertas en inglés y castellano para pedir la colaboración ciudadana, mientras los medios de comunicación intentaban dar respuesta a la peor pesadilla imaginable en la Gran Manzana.

“No hace falta decir que un tiroteo masivo es lo último que necesita un sistema de metro que ya lucha contra la delincuencia y las personas mentalmente inestables, con la esperanza de seguir recuperando el número de viajeros perdidos por la pandemia”, apuntaba el diario Daily News.

James, que actuó solo, tiene también antecedentes policiales en Pensilvania y Wisconsin. Dejó 33 casquillos de bala después de disparar indiscriminadamente contra los pasajeros de un vagón de metro en hora punta. Podría haber sido una carnicería con muchos muertos. La circulación en el suburbano volvió a la normalidad este miércoles y YouTube eliminó, 24 horas después del tiroteo, los perturbadores vídeos en los que el sospechoso aventaba sus demonios.