Cholita-san. La mujer aymara aficionada al anime

La pandemia de la Covid-19 puso a prueba la fortaleza de la aymara boliviana Cristina Mamani y le dejó una lección de resiliencia, además de una gran afición por el anime y el manga que hoy le ayudan a subsistir y, además, le ha merecido el apodo de Cholita-san por parte de otros “otakus” o seguidores de los dibujos y el cine de animación japonés.

Mamani luce orgullosa su vestimenta tradicional de cholita, con blusa, bombín y polleras, aunque a veces sustituye la manta por un kimono corto parecido al de Shinobu, su personaje preferido de la serie “Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba”.



Tampoco duda en ponerse la típica capa verde de “Attack on Titan”, o joyas de fantasía con el símbolo de esa popular serie nipona, además de conocer al dedillo los nombres de los personajes de moda en el mundo “otaku”.

“Para mí, el anime ha sido ejemplo, cultura y valor, eso es lo que he aprendido”, contó a Efe en una entrevista en la tienda de accesorios que echó a andar hace poco más de un año junto a sus hijos Ronald y Brian.

Nacida en el cantón Quilloma, en la provincia Pacajes de La Paz, la Cholita-san contó que es hija de agricultores, una actividad que no ha olvidado y que suele realizar cuando va de visita a su comunidad, o a Qorpa, la tierra natal de su madre, situada también en el altiplano paceño.

La incansable mujer es “mamá y papá” de sus hijos y ha hecho de todo para sacar adelante a su familia, desde la venta ambulante de comida y refrescos hasta el trabajo del hogar, explicó.

Sus dos “tesoros” le abrieron las puertas al mundo de la animación japonesa, pues desde pequeños les gustaba ver series o coleccionar algunos objetos.

Y aunque reconoce que por entonces “no entendía mucho” sobre esa afición, no dudaba en acompañarles a convenciones y eventos de fanáticos del anime.

Mamani recuerda divertida algunas anécdotas, como la vez en que tuvieron que acampar para entrar a un evento y les llovió durante toda la noche. O cuando quiso confiscar a sus hijos sus cartas de Yu-Gi-Oh! porque pensaba “que era algo malo”.

“Pero hoy en día yo veo que todos los personajes son un arte, son un ‘cosplay’ que demuestran de diferente manera un ejemplo, una enseñanza”, sostuvo.

 

Pandemia y giro

La vida de Mamani cambió por completo cuando enfermó de Covid-19 y casi todos sus ahorros se fueron en tratamientos para curarse.

“Ya no teníamos nada que comer. Ahí mis dos hijos empezaron a vender canguros (sudaderas) de anime por la desesperación”, confesó.

Los jóvenes apelaron al TikTok para promocionar los productos, pero alguien les reportó y todo su contenido fue eliminado, lo que hizo que Mamani, aún convaleciente, decidiera involucrarse en la iniciativa y también aprender sobre el anime.

Así empezó a protagonizar los videos de TikTok y ante la demanda creciente de sus clientes que preguntaban si tenían algún lugar fijo de venta, decidieron abrir la tienda Anime Store Bolivia.

Fuente: lostiempos.com