Cuando el general Banzer en 1978 decidió convocar a nuevas elecciones, lo hizo tanto, porque el presidente Carter decidió levantar la bandera de los derechos humanos y dejar de apoyar a las dictaduras militares, como porque los precios internacionales del petróleo, que sustentaron al general, bajaron y su colchón financiero dejó de existir.
Esa convocatoria electoral no fue voluntaria, si además de lo anterior, un grupo de mujeres mineras que se declararon en huelga de hambre en el Episcopado Católico, con apoyo de esa Iglesia, le quitó el piso político al general y este tuvo la lucidez de entender la realidad objetiva.
Lo cierto es que, a partir de ese momento, el caos económico dio rienda suelta a su fuerza, la inestabilidad política se desencadenó (tuvimos tres elecciones consecutivas, 1978, 79 y 80) y sus resultados abrieron las compuertas de la inflación más dura que se tuvo.
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Un déficit fiscal cuyo origen se situaba en el gasto corriente, caída de los ingresos nacionales, pérdida de reservas internacionales, crédito externo bloqueado y crédito interno del Banco Central disparado.
En estas condiciones, el ciclo militar iniciado en 1964 con el general Barrientos terminaba con el general Vildoso en 1982, luego de una negociación con la UDP, el MNR y ADN para entregar el gobierno al Dr. Siles Suazo, manteniendo la composición del congreso elegido en 1980.
Ese gobierno cuando tomó posesión ya tenía el palacio inundado de inestabilidad económica. Y en vez de asumir esa realidad, trató de mantener políticas económicas duales, entre ajustes a la inversión pública y aumentos salariales, llegó a desdolarizar los depósitos bancarios, ocasionando una pérdida de los ahorros y pensiones enormes. En fin, lo que quiero remarcar es que no fue posible sostener las exigencias de la COB y buscar equilibrios fiscales, sin tener espalda financiera para ello. Resultado, una inflación galopante, desabastecimiento, escasez y empobrecimiento social.
En estas condiciones llegamos a 1985 con elecciones anticipadas. El Dr. Paz Estenssoro comunicó a la Nación que había tomado la decisión de ordenar la economía. Firmó el D.S. 21060. Un shock económico que dejó a todos al borde de un ataque de nervios. Pero al día siguiente de emitido el decreto, las colas desaparecieron, los precios se estabilizaron y la tranquilidad retornó a los hogares.
Todos los indicadores económicos que tenemos ahora nos están avisando con anticipación que vamos en curso de colisión. Veamos: déficit fiscal agudo producido por un gasto corriente y de inversión pública imposibles de sustentar, crédito externo contraído, crédito interno del BCB creciente, entre ambos alcanzan al 82 por ciento del PIB, perdida creciente de las reservas internacionales, tipo de cambio fijo, balanza comercial deficitaria, subvenciones al diésel, gasolina y precios de bienes agropecuarios, empresas públicas deficitarias.
Las mismas señales del año 1978. Y el mismo comportamiento político. Esto es lo que debía estar en el debate nacional.
El contexto internacional avisa de un proceso en desarrollo de inflación con decrecimiento del producto, estanflación. Los efectos inflacionarios se dejan sentir por la contracción de la oferta mundial, y el crédito fiscal ejecutado durante el primer y segundo año de la pandemia Covid-19, Bolivia no está exime de ellos. ¡Pero oh sorpresa! El gobierno lo niega todo. Al contrario, enuncia la creación de nuevas empresas públicas, mantiene un gasto fiscal creciente y no le inmuta la caída de las reservas internacionales.
¡Super Luchín!, está al mando y para la cofradía ignorante del MAS es suficiente. Eso se puede comprender. Pero que la oposición política, los analistas y periodistas de investigación hagan lo mismo, es demasiado. La única manera de evitar la colisión es sacar al conductor y asumir el mando de la conducción con decisión. Tendremos que volver a emitir un nuevo D.S. 21060 segunda parte. Dejo constancia de lo dicho.
Dante Napoleón Pino Archondo