3 razones para acabar con el paro

Guillermo Bretel*

1. Inmoralidad: La política formal o institucionalizada y la política de la calle se manejan en tiempos diferentes. Diferentes proyectos de ley, que contemplan el censo en 2023 y una oportuna redistribución de escaños, recursos, etc., ya están siendo tratados en la Asamblea Legislativa. Pero esos procesos democráticos demoran cierto tiempo, porque existen requisitos y procedimientos legales con los que se debe cumplir. Aunque la demanda no ha perdido ni un centímetro de legitimidad, continuar haciendo sufrir el bolsillo de la gente, sabiendo que la resolución del conflicto no sucederá de la noche a la mañana, es –por lo tanto– un acto inmoral de quienes organizan la movilización.



2. Insostenibilidad: El paro implica un sacrificio enorme para todos, pero más para algunos. Las economías boliviana y cruceña vienen golpeadas mucho antes de iniciar la protesta. La pandemia, el mal manejo estatal y la crisis mundial actual son males que se vienen arrastrando y de los cuales no ha habido, ni habrá aún, una pronta recuperación. En otras palabras, no son tiempos para darnos el lujo de parar tanto –menos sin grandes triunfos.

3. Desinteligencia: En política, hay que saber que a veces se gana, a veces se pierde y a veces se consiguen resultados parciales o subóptimos. Una estrategia de lucha política inteligente, sin embargo, es aquella que se adapta a las circunstancias, tiempos y resultados que se van obteniendo en el camino. En ese marco, es un deber intelectual –habiéndose mostrado la estrategia del desgaste menos efectiva de lo anhelado– reinventar los métodos de protesta democrática, a modo de mejorar su eficacia y eficiencia.

 

Por lo tanto, se muestra como un deber moral, económico e intelectual acabar con el paro y reformular la estrategia de lucha por un censo en 2023 y sus demandas adyacentes. La protesta puede y debe seguir, aunque debe ser dirigida específicamente al Estado y sus instituciones, para dejar de constituir un “tiro al pie”. La sociedad civil puede seguir haciéndose escuchar, a través de marchas, manifestaciones, cabildos y lo que su creatividad para interpelar al poder le permita, mientras los procesos democráticos siguen su curso. Al fin y al cabo, con la cohesión social generada en los últimos días por la arrogancia del poder, al primer signo de que la política formal no vaya a dar resultado, se puede retomar la medida o, mejor incluso, encontrar otras más eficientes y efectivas.

Guillermo Bretel

Es politólogo y sociólogo