Con los colmillos extraídos, la lengua cortada y los dientes lijados, así llegó a Senda Verde el mono araña que fue rescatado junto a otros 14 animales silvestres de un “minizoológico” clandestino instalado en un balneario en Tipuani, en el norte de La Paz.

Estas especies fueron víctimas de la tenencia ilegal, de mascotismo —entendido como la acción de retener animales silvestres en cautiverio como si fueran de compañía— y la crueldad humana. Ellos eran expuestos en pequeñas e insalubres jaulas para llamar la atención de los turistas y clientes que visitaban el lugar.

En Bolivia, la Ley 1333, de Medio Ambiente, define la tenencia en sí como una infracción administrativa, pero que puede llegar a convertirse en delito si se prueba que hubo cacería y tráfico.

Según el informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, World Wildlife Fund), el comercio ilegal de la fauna silvestre es el cuarto negocio ilícito más grande del mundo; mueve entre $us 10 millones y $us 20 millones al año. Solo está por debajo de la venta de drogas, del tráfico de armas y del tráfico de personas.

El operativo en Tipuani fue realizado, a mediados de diciembre del año pasado, por la Policía Forestal y de Protección al Medio Ambiente (Pofoma), mediante el cual se los logró rescatar. Sin embargo, “su reinserción en su hábitat será muy difícil”, aseguró a La Razón Vicky Ossio, la cofundadora del centro de custodia animal Senda Verde, lugar donde actualmente se acoge a más de un millar de animales silvestres victimas del maltrato y tráfico ilegal.

“Están en recuperación, algunos ya en proceso de integración, pero muy difícil; todos estos casos han sido muy complicados”, dijo.

 

En esta ocasión, y en muchos casos, la insensibilidad de las personas ante el sufrimiento de los animales se ha convertido en “la pérdida de valores y la falta de educación”, afirmó a este medio la directora departamental de Pofoma, coronel Patricia Alave.

“La vida es el bien que podemos tener todos los seres vivos, está en la Constitución. En las escuelas debería estar el amor a la vida de los animales, de las plantas a compartir, no a matar o vivir del sufrimiento de ellos”, dijo.

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Por su parte, el médico veterinario de Roboré Jerjes Suárez coincidió con Alave e indicó que si la población entendiera que las especies “son importantes para la preservación del humano”, los dejaría vivir en su hábitat.

 

Sin embargo, pese a la cantidad de normas que prohíben el tráfico y la tenencia de animales silvestres, el ilícito ha ido ganando campo en la “sensibilidad” de las personas, quienes consideran que al comprar una especie le hacen un favor o lo salvan, pero la realidad es todo lo contrario.

“Los animales silvestres no son mascotas; es un delito sacar a un animal silvestre de su hábitat, venderlo y, más aún, comprarlos. Tener un silvestre en casa constituye un delito”, insistió Ossio.

Develó que la mayor parte de los rescatados, que fueron víctimas del mascotismo, llega “humanizada” al centro de custodia; “con problemas de comportamiento que no corresponden a su especie”. La alimentación también se constituye en una dificultad para estos ejemplares, ya que la dieta que consumen es humana y “esto les ha generado cambios físicos irreversibles”, afirmó.

“En el caso de los loros, es un proceso durísimo, muy largo; hay algunos que nunca pueden ser integrados. Lo propio pasa con los mamíferos y otros animales. Desgraciadamente, el animal que ha sido sacado de su hábitat no puede volver a su hábitat”, lamentó.

Suárez dijo también que éste es un proceso “durísimo”. Contó que en su propiedad vive una paraba que fue rescatada de unos traficantes. “Duele tanto mirarla; cuando pasan las otras parabas por arriba de la casa, ella grita y grita. A mí me parte el alma”.

“Se siente ese deseo que quiere vivir como las otras. Ellos son selectivos, viven en pareja para reproducirse; es durísimo”, resaltó.

Tanto Ossio como Suárez coincidieron en que el proceso de integración y, más aún, la reinserción de una especie silvestre en su hábitat es económicamente costosa y lleva bastante tiempo.

MASCOTA.

Ossio lamentó que la práctica del mascotismo se haya incrementado luego de “romantizar” la historia del zorro Antonio. Este animal es un zorro andino que, según quienes lo poseían, fue salvado de morir cuando era cachorro, pero cuando alcanzó una edad madura fue entregado al zoológico de Oruro, luego de una denuncia en contra de la familia que lo adoptó, por tenencia ilegal de animales silvestres.

La activista aseguró que luego de conocido el caso, el ilícito se incrementó exageradamente en la población. “Es una historia que ha perjudicado harto a los animales. Han empezado a llegar zorros de Trópico y del sur Trópico, osos hormigueros y perezosos que fueron salvados del mascotismo”.

El animal silvestre es aquel que vive libremente en su hábitat, cumple con un rol ecológico y es parte de un ecosistema; mientras que el animal doméstico puede estar en contacto con el ser humano y no necesariamente cumple un rol en el ecosistema.

“Por ejemplo, una paraba es dispersora de semillas; sin semillas no hay árboles y sin árboles no hay oxígeno”, dijo Suárez.

Otras causas por las que las especies son cotizadas en “el mercado negro” son las expresiones folklóricas, la medicina tradicional, la moda, la remuneración económica y el consumo.

Alave lamentó que haya prácticas que son permitidas como sociedad, como es el uso de los quirquinchos embalsamados en los sahumerios de la tradicional Alasita y otras fiestas.

Pofoma hizo un operativo en el inicio de la festividad, en la que se decomisaron viarios ejemplares de esta especie y también sapos disecados que están en la lista de los animales en riesgo.

Solo en 2022, de enero a agosto, la institución atendió 703 casos, de los cuales 324 fueron por rescate y tenencia y comercialización de animales silvestres. Hubo 186 por maltrato animal, biocidio silvestre y doméstico, además de contaminación ambiental. Otros 86 casos fueron por lesiones a causa de un animal y 67 veces recibieron animales silvestres.

La red de tráfico no solo incluye a los cazadores, sino también a los que revenden al animal por los colmillos, la piel y otras partes de su cuerpo. “En las ferias, uno ve partes de animales en las billeteras”.

Alave aseguró que se debe trabajar en la concienciación: “Sin demanda no hay oferta y sin oferta no hay tráfico”.