Xavier Albó, la despedida de los amigos

El sacerdote Jesuita es recordado por su compromiso de vida con los más humildes en Bolivia.

325777821_880578113270254_653731313442100143_nXavier Albó junto a Amparo Carvajal, Remberto Cárdenas, Waldo Albarracín y Alfondo Gumucio en un acto de recordación de Luis espinal. Foto: Gumucio

Fuente: ANF



Los amigos y periodistas despiden a Xavier Albó, conocido con cariño como el P’ajla. Lo recuerdan no solo por sus obras que ha plasmado en varios libros, sino por la calidad humana, por su compromiso en sus luchas por una Bolivia mejor y por su actitud librepensante frente al poder.

La mañana de ese sábado se celebró la misa de exequias en la Parroquia Compañía de Jesús y posteriormente se desarrollaría el entierro. El sacerdote jesuita que dedicó su vida a las poblaciones más humildes y vulnerables falleció este viernes al promediar las 10:00.

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Godofredo Sandoval

Queridos amigos de la Compañía de Jesús con mucha emoción quiero honrar a Xavier Albo, hermano y amigo entrañable, por su amistad y enseñanzas como persona, como jesuita e investigador social.

Xavier, el Pajla como le gustaba que lo llamemos, fue un ser integro que, con generosidad y esperanza, estuvo al servicio de Bolivia y su gente, principalmente del mundo campesino indígena.

Su profundo humanismo y compromiso con los pueblos del campo le llevó a comprender sus valores, sus luchas y reivindicaciones. Escribió textos imprescindibles para reconocerlos como sujetos y ciudadanos con sus identidades; pero también para comprender mejor la composición sociocultural de Bolivia.

Xavier fue libre y rebelde frente al poder, unas veces de los militares y después de los nuevos poderosos en democracia; sin pelos en la lengua, denunció las injusticias, humillaciones y abusos no solo a los campesinos e indígenas, sino también a los pobres de las minas y las ciudades.

La trayectoria de Xavier Albo como persona, jesuita y científico social, al igual que su invalorable obra, queda como legado y ejemplo a tomar en cuenta por las futuras generaciones de investigadores sociales al servicio de la gente y del país.

Concluyo esta despedida al entrañable hermano, amigo y maestro, recreando una frase de la oración “El hijo del hombre” de Luis Espinal S.J. tomada del texto “Oraciones a quemarropa”:

“Xavier, donde fuiste sembraste esperanza, enseñaste liberación y dignidad, fraternidad y amor”.

¡Que estés gozando de la gloria de Dios en tu nuevo hogar!

Alfonso Gumucio

Dedicó su columna de opinión titulada Xavier poco antes de que Albó falleciera, su escrito es ahora un emotivo obituario para una persona excepcional, escribió el autor en Los Tiempos diario en el que publica sus artículos.

Sobre su inmensa obra han escrito sociolingüistas, antropólogos, sociólogos, teólogos, filósofos, politólogos… y toda suerte de especialistas que encuentran en sus numerosos libros materia prima de investigación, análisis y pensamiento del más alto nivel académico. Sobre su vida hay una biografía importante (la de Carmen Beatriz Ruiz) y numerosas semblanzas publicadas a lo largo de los años, así como documentales y entrevistas en video.

Entonces, ¿qué puedo yo añadir a tantos aportes sobre la vida y la obra de Xavier Albó? Probablemente nada más que estos apuntes de mi propia vivencia con el P’aqla, el amigo y colega que mientras escribo estas líneas se encamina con absoluta paz de espíritu hacia el desenlace de sus 88 años de existencia, más de siete décadas en el país que él eligió como puerta, puente y destino final.

Cualquiera de los muchísimos amigos que tiene en Bolivia desde que llegó de Catalunya cuando apenas había cumplido los 17 años de edad, podría ofrecer un testimonio vibrante y personal. Espero que lo hagan para enviarle con sus letras a Xavier el cariño que merece para despedirse de todos rodeado de admiración, respeto y amor.

Sin duda, en la comunidad jesuita muchos convivieron con él momentos preciosos, entre ellos Lucho Alegre y Luis Espinal. Ambos compartieron durante años la misma casa cuando fomentaron una comunidad basada en la amistad y en los valores humanos antes que en la religiosidad.

Los que investigaron con él podrán dar testimonio de su rigor y de su compromiso con el mundo indígena y con las culturas de Bolivia, que lo llevaron a aprender aimara, quechua y guaraní para comunicarse mejor con las comunidades que respetaba profundamente. Conocía Bolivia más que el 99,9% de los bolivianos, y sin necesidad de desplazarse en avión o helicóptero.

A mi regreso del exilio a fines de 1977, no bien aterricé fui a visitar el grupo de la huelga de hambre instalado en la redacción del diario Presencia, por entonces el más importante de Bolivia. En ese grupo estaban varios amigos: Domitila de Chungara, Luis Espinal y Xavier Albó, entre otros a los que no había visto desde 1975 cuando ingresé clandestinamente a Bolivia. Las fotos que tomé de los diez huelguistas han circulado mucho, quizás por ser de las pocas sobre ese episodio determinante para la amnistía general y la caída de la dictadura.

Poco después comencé a trabajar con Xavier en el Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (CIPCA), hasta el golpe militar de García Meza, solíamos viajar a los lugares donde CIPCA apoyaba proyectos. Fuimos juntos a comunidades del altiplano, de Yungas o del Izozog, donde filmé para CIPCA un documental con el Capitán Grande Bonifacio Barrientos, y Xavier fue el productor de campo ideal para lograr ese cometido.

CIPCA no era el único espacio de trabajo y complicidad con el P’aqla, ya que también éramos parte del semanario Aquí, con Lucho Espinal, Erick de Waseige, Amparo Carvajal, René Bascopé, Antonio Peredo y otros compañeros de la redacción o del grupo de apoyo al semanario. Y en la Asamblea Permanente de Derechos Humanos coincidíamos con Gregorio Iriarte y Julio Tumiri. Menciono los nombres porque son seres excepcionales, que dieron todo por la democracia y las libertades en Bolivia. Gregorio me encargó preparar un libro sobre Luis Espinal pocos días después de su asesinato y Xavier me abrió las puertas de la casa en Miraflores, donde pude sumergirme en los archivos personales de Lucho.

Coincidimos en varios lugares fuera de Bolivia, pero recuerdo sobre todo su visita a Guatemala para un congreso, y una memorable reunión en mi casa con amigos comunes: Miguel Urioste, Victor Hugo Cárdenas, Sergio Delgado y Jorge Dandler.

Cuando en 2009 falleció mi madre, Xavier llegó al cementerio para ofrecer la misa de cuerpo presente. Se lo agradecí como le agradezco que la haya visitado varias veces cuando yo no podía regresar a Bolivia.

Repasé estos episodios este jueves, cuando visité a Xavier en Cochabamba y pasé el día a su lado, hablándole y leyendo en voz alta los mensajes que le enviaron sus amigos. Quisiera creer que me escuchó desde su sueño profundo. Necesitaba decirle que su vida es de esas vidas que transforma las vidas de otros.

Gloria Ardaya

Pajlita querido. Más de tres cuartos años de nuestra vida hemos compartido contigo en la Comunidad Los Piadosos. Estuvimos en las buenas y en las malas, cada uno/una, desde el lugar que le tocó, construyendo país y luchando por los derechos y mejores días para los bolivianos y bolivianas. Luis Espinal, lo hizo entregando su vida y tú, entregando solidaridad y conocimientos para avanzar en la difícil construcción democrática. Dios estuvo con nosotros. Agradecidos por tu vida damos gracias al creador. Descansa en paz hermano y amigo. Siempre te recordaremos con alegría y el amor que nos diste a nosotros y, a nuestros hijos.

En la H Parlante, el periodista Rafael Archondo escribió

XAVIER PARA SIEMPRE

Xavier Albó ha muerto.

Con él nos deja una generación de sacerdotes llegados a Bolivia de la península ibérica en las décadas del 60 y 70. Conocieron este país en periodo de dictaduras militares. Ellos provenían de otra autocracia, la de Franco. Los parecidos saltaron a la vista y a la mente., sobre todo en lo referido a la castellanización forzada.

Su primera acción política fue plegarse a la huelga de hambre detonada por cuatro mujeres en diciembre de 1977. Con ello, se sumaron de manera oportuna a la lucha por la democracia. Nos dieron armas para echar a Banzer: el periódico Presencia y radio Fides, además de cientos de parroquias y ONG.

Los jesuítas como Albó hicieron política desde los albores democráticos. Espinal fundó «Aquí», Albó, CIPCA. La lista es larga. Fueron curas que solo daban misa en sus horas libres. Se metieron a estudiar la realidad anfitriona y apuntalaron masivamente el nacimiento del katarismo. Ahí depositaron sus apuestas, desde ahí lograron influir en la vida nacional. Se dice, por ejemplo, que el Manifiesto de Tiwanacu lo escribieron ellos (Iriarte). Pero la generación Albó también fue una activa fuente de financiamiento para causas sociales y políticas. De su chequera, nutrida por solidaridad europea, nacieron proyectos, talleres, seminarios, libros, revistas, pancartas y wiphalas.

Al katarismo le legaron la idea de una tercera vía, ni capitalismo ni socialismo.

Con la caída de la UDP, nuestros jesuitas peninsulares buscaron a la CSUTCB. Aunque habían apoyado al proletariado minero desde Pío XII (con los oblatos), entendieron que el futuro del país pasaba por la lucha agraria entendida como etno nacionalismo. Este brazo de la iglesia firmó alianzas con cocaleros, comunarios y vecinos. Se sumó a cuanto protesta y bloqueo brotaba por ahí, apuntalando la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, otra obra eclesial indirecta.

Con la llegada a la vicepresidencia de Víctor Hugo Cárdenas, Albó fue punta de lanza para asesorarlo. Fue el tiempo en el que dialogó activamente con el Banco Mundial y Unicef para respaldar la reforma educativa, una que aspiraba a ser intercultural y bilingüe. En ello se mostró «posibilista». Había que aprovechar cualquier boquete.

Nació en 1989 un katarismo rebelde y fusilero, el EGTK. Ahí se produjo una fisura. Felipe Quispe era anti clerical. Albó pasó a un segundo plano entre 2000 y 2005. Otros curas tomarían el relevo y algunos de ellos se harían del MAS.

En la época de Evo, Albó regresó a escena. La visita del nuevo Papa argentino le permitió ser quien más podía recordar a Luis Espinal, cuya pieza tallada de madera de aire comunista llegó a las manos de Francisco.

En 2016, después de que el electorado boliviano pidió dejar la Constitución de 2009 sin modificaciones, Albó fue convocado a Palacio de Gobierno. Se le anunció la entrega del Cóndor de los Andes, la máxima medalla del estado.

Aquel día, Albó repartió amables bofetadas a los miembros de la Corte. Le pidió a Evo que no sea candidato y que deje que David Choquehuanca lo reemplace.

En palacio, Albó se declaró librepensante. Gravísima afrenta. Les dijo que en caso de que no les gustara que él pudiera hablar libremente, estaría dispuesto a devolver el galardón.

El discurso de Albó, emitido desde las entrañas del proceso de cambio, pero sobre todo las caras largas de Evo y Álvaro al oirlo, fueron el primer llamado de alarma de que el MAS empezaba a ser dominado por el caudillismo y el temperamento autoritario.

Misión cumplida, Xavier. A ti te quisimos todos y todas.

El periodista Arturo Choque compartió un retrato de Marcos Loayza

Xavier, la pedagogía de la anécdota

Era una fuente inagotable de historias divertidas. Cada charla con él estaba repleta de anécdotas desopilantes, las seleccionaba, recopilaba, catalogaba… en ese enorme cráneo p’ajla y siempre las tenía a mano para ejemplificar, para educar.

Cierta vez, me contó, viajó a la India. Allí quedó abrumado por la pobreza omnipresente, por el caos del tráfico, la pluriculturalidad (mucho más variada que la de Bolivia) por la férrea división de castas, que permeaba incluso a las comunidades religiosas católicas…

Caminando por una atestada calle oyó que detrás suyo un corrillo de niños le gritaba paagal… paagal… (que en hindí suena algo así como «p’ajla»). «Sentí como nunca que mi fama había trascendido fronteras», me dijo divertido.

Cuando preguntó a su acompañante sobre lo que los chicos querían decir, él le dijo: «no les hagas caso, les causa gracia tu aspecto y te dicen «loco».

Reí mucho con la evocación de Xavier, pero a partir de ella, me entró una curiosidad enorme por temas como la división de castas en la cultura de ese país, su estratificación social, su riqueza étnica y lingüística… Así era Xavier, un impenitente narrador de historias, un entusiasta maestro, un ser humano excepcional.

Que el viaje le sea leve.

/ANF/