Bandidos

 

Cada país y cada época han tenido a sus bandidos. Odiados, temidos y perseguidos. También amados o por lo menos venerados como raros dioses que, fueron encaramados a inmerecidos pedestales.



Sólo al imaginario boliviano se le ocurre soñar que los bandidos Butch Cassidy y Sundance Kid eran atractivos. La pátina del tiempo los barniza así, pero eran unos forajidos.

Otro asesino, Ernesto Guevara ha recibido homenajes de un exgobernante. Muchos olvidan que dijo “los negros, esos magníficos ejemplares de raza africana que han mantenido su pureza racial gracias al poco apego que le tienen al baño” y confesó “que realmente me gusta matar”, impregnó de sangre al territorio boliviano que no conocía de su “revolución”.

Más cerca en el tiempo, está el carnicero de Lyon. Éste se transformó en el consejero de un gobierno de facto, fue responsable de la organización de violentos grupos paramilitares al servicio del régimen y recibió el grado de teniente coronel ad honorem. Decisión nada inteligente, por decir lo menos.

Hasta ahí, la fascinación no sólo con los bandidos, sino que, haciendo gala de un exacerbado malinchismo, el pueblo (o parte de él), idolatra a los que vienen de fuera.

Cabe preguntarse si no hay bandidos locales que den la talla para recibir tales homenajes.

Hay los bandidos bolivianos de leyenda. Los fantasmas habituales de las charlas de abuelas y madrinas, dispuestas a asustar, con esos cuentos, a su escasa audiencia, porque hoy, sin un buen zombie de por medio, el miedo no existe.

Pero basta buscar entre las autoridades de turno, para encontrar a los susodichos bandidos. Allí está el senador del MAS, Félix Ajpi, quien dijo “cuando hay este tipo de asaltos, que están llevando más de 10 mil bolivianos, significa que nuestra economía está mejor”.

Para qué preocuparse de cosas tan banales como la caída de las reservas internacionales, que terminan alimentando el aparato burocrático, la invasión de autos chutos, la farsa de luchar contra el contrabando o el narcotráfico, o incluso el pastiche de la inspección técnica vehicular o el trámite que sea… Bolivia ama a los bandidos, ama a los micropendejismos que, día a día, tratan de sacar ventaja en un semáforo en rojo o falsificando un título universitario.

Al final del día “morir antes que esclavos vivir” es sólo una frase para la hora cívica del lunes, mientras que el resto de la semana, somos esclavos de nuestros bandidos interiores.

Por: Monica Briançon Messinger

Fuente: Eju.tv