Documento: «La Constitución de todos» de Gonzalo Sánchez de Lozada

La iniciativa representa un esfuerzo conjunto para desarrollar nuevas perspectivas legales que promuevan y fomenten el libre comercio como una herramienta fundamental para el progreso y el fortalecimiento del Estado de Derecho.

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El expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada, quien ha estado en silencio por más de 20 años, plantea a través de un documento de 32 páginas, una reforma constitucional para «restituir la República» con base en las libertades ciudadanas y la institucionalidad de la democracia, al mismo tiempo que reduce el poder de los políticos.

La propuesta, «La Constitución de Todos«, propone un Estado parlamentario con un poder limitado para el presidente. El documento es avalado por Kozolchyk National Law Center (NatLaw), y en la introducción expresa que «se enorgullece en presentar a la comunidad el proyecto de Constitución elaborado por el destacado académico asociado de nuestro centro, Gonzalo Sánchez de Lozada, expresidente Constitucional de Bolivia, pionero de las reformas macroeconómicas instrumentadas en América Latina en la década de los 80 y 90».

Agrega que esta iniciativa representa un esfuerzo conjunto para desarrollar nuevas perspectivas legales que promuevan y fomenten el libre comercio como una herramienta fundamental para el progreso y el fortalecimiento del Estado de Derecho.

Documento completo de la propuesta La Constitución de Todos

 

Introducción del documento

La Constitución de Todos

Este año 2023, con la gracia de Dios, habré cumplido 93 años de edad, 19 de ellos, junto a mi familia, en el exilio. Una larga y amarga travesía. La edad vino acompañada, como por suerte ocurre, con una mayor dosis de serenidad y espero que con un poco más de sabiduría; el exilio, con la abrumadora nostalgia de la Patria lejana.

Durante los años de exilio he guardado silencio, siguiendo el principio de que sólo se debe hablar si las palabras son mejores que el silencio. Tal vez éste no sea el caso, pero creo sinceramente que ha llegado el momento de decir algunas palabras, fruto de largas re!exiones acerca de Bolivia y su destino.

Coincidentemente, estas palabras surgen en medio de graves acontecimientos internacionales provocados por la invasión de Rusia a Ucrania inaudita agresión que, entre otros efectos tectónicos sobre la convivencia entre naciones, ha desencadenado una nueva Guerra Fría, esta vez entre China y Estados Unidos. Está claro que nadie va a salir indemne de este estado de cosas, fruto de ambiciones imperiales que en este Siglo XXI creíamos de»nitivamente superadas.

En un contexto de esas características, colmado de riesgos e incertidumbre, presentar a los bolivianos una propuesta destinada a cambiar estructuralmente el sistema institucional de nuestro país, como lo hago en esta oportunidad, puede parecer desatinado, pero, si ustedes me lo permiten, yo creo lo contrario. Y lo creo así, porque el objetivo primordial del cambio que propongo es precisamente la defensa de la libertad y la democracia del asedio del autoritarismo, mediante mecanismos !exibles más acordes con la inestable realidad que el mundo nos presenta hoy. Creo, además, que en los tempestuosos días que nos toca vivir, un cambio de esa naturaleza
ya no es sólo una necesidad política, sino también un imperativo moral.

Permítanme ahora algunas re!exiones sobre nuestra propuesta.

Seguramente la mayoría de los bolivianos coincideconmigo en que es necesario cambiar muchas cosas en Bolivia. De hecho, lo hemos estado haciendo con insistente afán en el transcurso de nuestra historia. No obstante, esos cambios han quedado casi siempre a medio camino, en especial y lamentablemente los que responden a la cruda verdad de la realidad, que son los que Bolivia necesita.

El gran escritor Carlos Medinaceli, cita en por lo menos dos de sus libros una amarga sentencia quechua “que dicen !gura como epita!o en la tumba del Mariscal de Ayacucho: Chaupi p’unchaipi tutayarka: a mediodía anocheció”, dando a entender con esa «gura retórica que a Bolivia le persigue un sino terrible: esto es, que la oscuridad se abate sobre ella justo cuando la luz que la ilumina es más radiante.

Hay muchos episodios en nuestra historia que parecen corroborar ese punto de vista, en unos casos como consecuencia de culpas propias o ajenas y, en otros, por azar del destino. Entre estos últimos se puede mencionar incluso un ejemplo paradigmático,
como fue el compromiso que asumió en octubre de 1963 el entonces presidente de Estados Unidos John F. Kennedy durante la Visita de Estado del presidente boliviano Víctor Paz Estenssoro a su país, de dirigir con carácter preferente a Bolivia la ayuda de los recursos de la Alianza para el Progreso y ayudarla en sus gestiones para obtener una salida soberana al mar.

Tal compromiso se produjo un año después de la Crisis de los Misiles Nucleares en Cuba. Kennedy consideraba a Paz Estenssoro el líder de una profunda revolución social no comunista y, por lo tanto, un factor de contención de la expansión soviética en América Latina. Eso explica el interés de Kennedy en la Bolivia de ese momento. Desgraciadamente el compromiso de presidente norteamericano no pudo concretarse en los hechos porque éste fue asesinado el 22 de noviembre de 1963, apenas un mes después de su encuentro con Paz Estenssoro.

Situaciones así, e incluso otras más dramáticas, alientan una visión pesimista sobre nuestra historia, pero yo no creo que nuestro destino sea el de seguir ese patrón eternamente. Los países caen y se levantan según la voluntad de sus pueblos. Y si algo nos caracteriza a los bolivianos es que sabemos levantarnos incluso desde las situaciones más difíciles.

Lo hemos hecho una y otra vez. Basta revisar nuestra historia. Lo que sí nos toca hacer ahora, en el siglo de la tecnología y el conocimiento, es liberarnos de los atavismos que nos atan al pasado, aligerar la mochila, y encaminarnos con paso seguro al futuro. No va a ser fácil la tarea, desde luego. Requiere no sólo de decisión para avanzar, sino de tolerancia y desprendimiento.

Sólo así podremos adoptar una visión que, sin ser unánime, coincida en lo sustancial y esté desprovista de las verdades absolutas que nos conducen a la división y al fracaso. ¿Hay ingenuidad en mis palabras, proviniendo éstas de un exiliado?

No tanto, porque en ciertas ocasiones hemos logrado obrar de ese modo. Sólo por citar algunos ejemplos: en el nacimiento mismo de Bolivia pese a todos los pronósticos en contra; en la reconstrucción del país después de la Guerra del Pacífico, que nos privó de la salida al mar; en la reconstrucción de La Constitución de todos país después de la funesta Guerra del Chaco, que dio origen a la Revolución de 1952 con medidas como el Voto Universal, la Reforma Agraria y la Diversificación Económica que significó la incorporación del Oriente a la economía nacional; en la lucha contra la hiperin!ación de 1985; en la resistencia al colapso del mercado internacional de minerales, también de 1985; en el esfuerzo de exportar gas a Brasil, objetivo que sin la Capitalización y una Ley de Hidrocarburos acorde a la necesidad de atraer inversiones, no hubiese podido llevarse a cabo; en el Bonosol; en el Seguro Materno Infantil; en la Participación Popular.

Esos episodios de mirada compartida, dan constancia de que es posible actuar con Unidad en la diversidad cuando corresponde.

Una propuesta

En el último tiempo he estado pensando en cómo ayudar a que Bolivia retome ese camino. Y, en atención a la peligrosa pendiente de desinstitucionalización en que se encuentra, he concluido que la mejor manera de hacerlo es poniendo a consideración de los
bolivianos un proyecto de Constitución Política del Estado cuyo último, tal como podrán observar quienes tengan la generosidad de analizarlo, es garantizar el imperio de la libertad y la equidad social, en el marco de la democracia, por encima de los avatares políticos.

He trabajado en ello con extrema dedicación porque sé, como lo saben los bolivianos, que la Constitución es el andamiaje madre del edi»cio institucional del país y, por lo tanto, la llave de nuestro destino en todos los órdenes.

Entiendo la libertad como el fundamento y la esencia de la condición humana, la democracia como el sistema que más se ajusta a esa realidad y la equidad como el sustento de la relación con los demás. Con estos principios en mente, pensando más en la sociedad que en el Estado, el proyecto que hoy someto a consideración de los bolivianos, en gran síntesis, plantea lo siguiente:

En lo político: una democracia representativa de carácter parlamentario con un presidente de poder limitado, pero de gran autoridad moral, atributo indispensable para que pueda ejercer con dignidad su condición de Capitán General de las Fuerzas Armadas y nombrar, con el asesoramiento de un Consejo de Estado creado para el efecto, a las principales autoridades militares, judiciales y electorales de la Nación. Concluido ese trámite, el Presidente no tendrá ninguna potestad sobre esas autoridades, cuya independencia es uno de los pilares del actual proyecto de Constitución.

Un Primer Ministro, como corresponde a un régimen parlamentario, estará a cargo del manejo operativo del gobierno. El Presidente tendrá como sede de sus funciones la capital de la República y el Primer Ministro la ciudad sede del gobierno. El objetivo principal de este capítulo es la estabilidad política y la erradicación del autoritarismo.

En la justicia: un sistema judicial que funcione con mecanismos sencillos y prácticos que le aseguren solvencia e independencia. De lo que se trata es de tener un árbitro imparcial, no un cómplice ni un verdugo.

Ninguna democracia verdadera en el mundo funciona con una justicia sometida a la corrupción o al poder político o económico. En lo hechos, esa justicia sería una farsa y, como todos saben, un país sin justicia es como una tierra sin agua. Nada !orece ahí.

En el poder electoral: un sistema que garantice y respete la expresión libre y transparente de la voluntad popular. El «lósofo Ortega y Gasset dijo atinadamente que “la salud de las democracias, cualesquiera que sean su tipo y su grado, depende de un mísero detalle técnico: el procedimiento electoral. Todo lo demás es secundario. Sin el apoyo de un sufragio auténtico, las instituciones democráticas están en el aire”.

Estoy seguro que la mayoría de los bolivianos comparte ese criterio. En lo económico: un rol fundamental para la iniciativa y la creatividad de las personas, sin descartar la intervención del Estado en áreas que éstas no puedan cumplir. El proyecto plantea también que la propiedad de la tierra y de los recursos naturales sea de los bolivianos y no del Estado. El papel de éste debería
ser el de un regulador que evite monopolios y abusos y de»enda a los más vulnerables.

En su sentido más amplio, el proyecto aspira a hacer de Bolivia una sociedad de personas libres, que sean capaces de desplegar sus potencialidades y, al mismo tiempo, evitar que los poderes políticos y económicos tengan una gravitación desmedida. Aspira igualmente a establecer una sociedad ante todo respetuosa del medio ambiente, abierta al mundo y a las nuevas ideas
y tecnologías.

De lo que trata, en de»nitiva, es de restituir la República de Bolivia con una visión moderna, pero en armonía con los valores que la hicieron posible en 1825. Es necesario recordar que, en el Acta de la Independencia, los Padres Fundadores declararon que a pesar de que males y penurias muy grandes acechaban a la nueva República, nada ni nadie podría apagar “el fuego sagrado de la libertad” que alumbró su nacimiento.

Ese espíritu es el que pretende rescatar este proyecto de Constitución que hoy pongo en manos de los bolivianos. Volver al futuro, podría decirse, porque a veces hay que volver al pasado para enfrentar el futuro.

Vigencia de la Democracia

El aporte de un proyecto de Constitución para Bolivia no es original. En el pasado, muchos han propuesto cosas parecidas. La peculiaridad del presente, entre otros aspectos, es que señala claramente y paso a paso los mecanismos para proteger la estabilidad política y evitar que la lucha por el poder se desarrolle al margen de la democracia y sus instituciones. Hace ya mucho tiempo que la humanidad, por lo menos en su ámbito más avanzado, ha dejado de lado la traición, el puñal y el veneno como formas de dirimir esa lucha.

Es hora de que Bolivia haga lo mismo. Ese sería un gran logro en un país en el que, con demasiada frecuencia, han surgido y prosperado opciones antidemocráticas de todo tipo. El proyecto que presento hoy no es ni pretende ser la palabra de»nitiva. Pero los bolivianos pueden estar seguros de que he puesto en él toda mi capacidad, mi experiencia personal como gobernante, el aporte patriótico y desinteresado de expertos en la materia y el análisis, en lo posible desapasionado, de casos similares en nuestra historia. Y aunque soy un expresidente, y como tal un político, el documento adjunto no está destinado a la política partidaria, sino a la sociedad en su conjunto.

He llamado a este proyecto La Constitución de Todos, como en su momento llamé El Plan de Todos al proyecto de cambiar Bolivia y prepararla para el Siglo XXI. Cambiar Bolivia para bien, es lo que siempre he anhelado en mi mente y en mi corazón por la sencilla razón de que amo a Bolivia. Bolivia es la tierra donde he nacido y donde han nacido mis padres y mis hijos. Bolivia es el horizonte que me convoca en mis sueños. Bolivia seguirá siendo en consecuencia, hasta mi último aliento, mi tierra prometida.

Gonzalo Sánchez de Lozada