Comentaristas económicos y el tipo de cambio

 

A tiempo de analizar los severos desequilibrios presentes en la economía boliviana todos los comentaristas describen acertadamente los excesos del gasto público improductivo.  Sin embargo, rara vez alguno explica claramente que la sustancial subvaluación del dólar perjudica profundamente al empleo y la producción.



El año 2022 la moneda nacional presentaba ya una sobrevaluación superior al 50% con relación al año 2010, cuando la Balanza de Pagos estaba en relativo equilibrio.  Quiere decir que en el periodo 2010-2022 los costos de producción y por tanto los precios de lo que Bolivia produce subieron más de un 50% respecto a los precios dólar de nuestras importaciones y exportaciones.  Resulta así cada vez más costoso exportar y más barato importar.  Por eso nuestra economía crece muy lentamente. Por eso somos campeones en comercio informal, mejor llamado desempleo disfrazado.  Por eso nuestra población se ve obligada a migrar a otros países en busca de empleo.  El balance externo (exportaciones menos importaciones) que en 2010 equivalía a un excedente del 7% del PIB, en 2021 pasó a ser un déficit del 3% del PIB.

Es comprensible que los políticos se abstengan de proponer devaluar la moneda nacional.  Sus bases populistas rechazarán vehementemente esa medida por la pérdida que causará en sus ingresos reales.  Además, las medidas de austeridad fiscal complementarias a la devaluación significarán limitar gastos públicos que hasta ahora servían como oportunidad de corrupción y mantenían la lealtad de sus bases políticas.

Es incluso comprensible que las entidades multilaterales (FMI, BID Y Banco Mundial) adopten perfiles muy tímidos cuando tocan el tema de corregir el tipo de cambio. Antes de recomendar abiertamente una devaluación, prefieren hablar en código: fomentar las exportaciones, diversificar las exportaciones, mejorar la productividad de la producción nacional, desalentar las importaciones, combatir el contrabando, etc.

Es que en el pasado los gobiernos populistas se han esmerado en vilipendiar cualquier recomendación de las entidades multilaterales que perjudique sus políticas populistas. Esos gobiernos han creado la ilusión de que la penuria de las crisis económicas debe atribuirse a quienes proponen soluciones y no a los autores materiales, es decir, los propios gobiernos populistas.

Abundan las críticas al programa de estabilización más reciente (el 21060), el cual controló la inflación y sinceró la economía en 1985. Esas críticas deberían dirigirse principalmente al desgobierno de García Meza en 1980-1982.  El gobierno de Siles Suazo con la UDP (1982-1985) no tuvo la capacidad de resolver la crisis, pues ninguno de los partidos que conformaban esa alianza quería asumir tan impopular tarea.  Sería interesante que quienes critican a Paz Estensoro por las duras medidas asumidas en 1985 nos ilustren sobre que otras medidas alternativas podrían haberse implementado.

Tendemos a comportarnos como un paciente que después de destrozar su salud en un desenfreno irresponsable pide ayuda médica.  Para salvarle la vida los médicos lo someten a tratamientos penosos.  Superada la crisis, el paciente culpa a los médicos por lo sucedido y olvida que fue su comportamiento previo la causa de sus problemas.

Sería deseable que nuestros analistas económicos expliquen claramente que para restablecer los equilibrios del Sector Público y de la Balanza de Pagos será necesaria una severa devaluación, junto con un austero ajuste en los gastos e ingresos del Sector Público Consolidado (el cual incluye a los gobiernos locales y empresas públicas).  Sería deseable también que hagan conocer a la opinión pública las verdaderas causas de lo que sucede, y anunciar lo que se prevé vendrá.  Solo así, en el futuro, la población reaccionará a tiempo cuando gobernantes populistas propongan grandes programas de gasto no productivo financiados con expansión monetaria (industrias fallidas, canchas de futbol con pasto sintético, museos absurdos, etc.).  Que luego, para atenuar la inflación congelen el tipo de cambio, sin importarles la consiguiente pérdida de competitividad, porque pretenden que nuestra economía está blindada a las duras realidades del competitivo comercio exterior.

Walter Gómez D’Angelo, PhD en Economía y Matemáticas