Ojalá

Ojalá todos nuestros sueños se convirtieran en realidad. Ojalá tuviéramos un espacio territorial llamado como mejor nos guste, Estado o República, donde los ciudadanos estemos realmente comprometidos con la justicia, la paz y la verdad, donde no existan desigualdades y que todos sus habitantes: campesinos, obreros, clase media urbana, mujeres y ancianos tengan las mismas oportunidades. Ojalá los líderes y gobernantes comprendan que lo más importante es actuar en coherencia con lo que dicen, representan y pregonan, demuestren una verdadera voluntad y disposición de luchar por un mejor porvenir de todos sus habitantes. Ojalá que, en nuestro querido país, que entre paréntesis es el único que tenemos, surjan nuevos líderes que estén a la altura de los grandes desafíos que tiene Bolivia y que sus ciudadanos mereces tener mejores condiciones de vida y ojalá que los líderes actuales traten de reconducir sus acciones hacía el genuino amor a la Patria.

Sin hacer una retrospectiva mayor y refiriéndonos solo a los 41 años de democracia reciente, podemos encontrar avances y retrocesos permanentes que indudablemente nos muestran y explican por qué nos encontramos donde estamos en ámbito social y económico, cuando podríamos haber estado en una mejor situación dado el potencial que ha sido penosamente desaprovechado.



Todos los ciudadanos tenemos el derecho y la obligación de reclamar cuando vemos que se está vulnerando alguna de nuestras libertades fundamentales, este principio es muy claro y seguramente que absolutamente todos estamos de acuerdo. Aquí está el gran desafío existencial: ¿Cuál es la medida justa o el límite para evitar que esas acciones no vayan al extremo de afectar los derechos de todos y la estabilidad de un país? ¿Cuál es la medida justa para evitar que caigamos en situaciones de desastre como en algunos ejemplos de países en el resto de mundo?

A pesar de los resultados económicos y sociales de las dos últimas décadas, la situación general de Bolivia en el concierto de las naciones, agravada últimamente por la crisis sanitaria mundial del Covid 19, sigue siendo aún débil e inestable por una serie de razones, donde la más destacable es la mala administración del Estado desde que se creó la República; los actos vergonzosos de corrupción en todos los niveles del Estado, decisiones sobre los recursos naturales antipatrióticas que han favorecido a intereses externos, hasta cesiones territoriales a países vecinos verdaderamente inconcebibles.

Los gobiernos de este último periodo democrático, sean estos de derecha, centro o izquierda, han tenido luces y muchas sombras reconocidas, son responsables indudablemente de medidas erróneas, antipatriotas y no adecuadas que han ido en contra de los intereses comunes y principios fundamentales. En nuestro criterio, lo más dañino para el país, es la falta de una decisión política de intervenir decididamente en una lucha frontal contra corrupción generalizada, hoy asociada penosamente al narcotráfico, la corrupción, un flagelo mundial que daña principalmente a los países en desarrollo y que indudablemente afecta en lo económico, pero fundamentalmente en la moral de la ciudadanía.

“Primero Bolivia” el mensaje que pregonan políticos de todas las tendencias ideológicas, parece solo un slogan de épocas electorales, que debería ser la condición primaria y permanente en la conducta de todos los que nos preciamos de patriotas y especialmente quienes tienen la responsabilidad de gobernar este extraordinario país.

Ojalá que podamos construir un país donde la sociedad brinde igualdad de oportunidades a todos, donde exista una administración de justicia integra, transparente y totalmente imparcial, donde no exista impunidad. Ojalá exista educación y salud para todos que es la verdadera democracia, donde la inclusión social sea absoluta y el campesino e indígena no sea usado solo para intereses sectarios y en épocas electorales, donde exista la protección real al niño, a la mujer y al adulto mayor más allá de las buenas intenciones y disposiciones vigentes, donde prime una conducta ética y moral.

Ojalá que nuestro país tenga como política fundamental el desarrollo sustentable, proteger el medioambiente y los recursos naturales, considere seriamente los efectos del Cambio Climático. Ojalá que existan políticas públicas conducente a realizar inversiones a largo plazo en infraestructura y educación, reducir significativamente la criminalidad, ofrecer seguridad jurídica, aumentar la esperanza de vida de sus ciudadanos.

Ojalá que tengamos un país con una base social muy amplia, donde se destierre definitivamente los privilegios a ciertos círculos de poder político y económico, donde se trabaje decididamente por crear espacios de convergencia social e igualdad de oportunidades. Ojalá tengamos un país en el que definitivamente se priorice a mejorar la calidad de vida a todos y cada uno de sus habitantes sin excepción.

Los paros, las huelgas y bloqueos, en especial en esta situación de crisis económica, significan un retroceso, es más un suicidio colectivo en cualquier país del mundo. Ojalá que para nadie sea desconocido que Bolivia, hoy más que nunca, necesita mantener la estabilidad política, social y económica. Ojalá todos los ciudadanos, en especial la clase política, trabajemos ardua y seriamente para controlar los efectos de la crisis mundial que nos azota para garantizar un empleo digno a la clase trabajadora, condición básica para su progreso, desarrollo y bienestar general.

Ojalá que la madures ciudadana este por encina de los intereses partidarios y el Gobierno Nacional tenga la visión clara de este momento crucial e histórico, trabaje en función de los grandes intereses comunes y reconduzca este proceso por el camino más adecuado, dejando de lado cualquier interés personal electoralista.

Ojalá que este momento de serias dificultades políticas, sociales y económicas, hagan posible crear las condiciones para un Gran Pacto Social, que siente en una mesa de diálogo a los actores políticos y sociales más representativos del país, con la suficiente capacidad de identificar al verdadero enemigo de la Patria y a quienes enarbolan la bandera de la democracia y la libertad solo cuando beneficia a sus intereses. Ojalá que sea posible un diálogo amplio cuyo objetivo fundamental sea aunar esfuerzos para salir de esta grave crisis y evitar una convulsión generalizada con consecuencias naturales imprevisibles, donde el gran perdedor será nuevamente el ciudadano común.

Fernando Crespo Lijerón