La IA te vende tomates que, en realidad, no son tomates

La IA vomita lo común y corriente. Llenará el mundo de textos mediocres, aceptables, funcionales, y muy desabridos, pero ordinarios, simplones. Parece una sentencia drástica, pero para la academia, no lo es. Para los estudiosos estamos a puertas de construir y afincar a toda una generación como la más mediocre en toda la historia de la humanidad.

¿Pero porque es tan drástica la mirada de este académico? Su tesitura se basa en advertir sobre el riesgo de ingresar en una permanente disminución de nuestra capacidad para discernir la calidad y la originalidad de lo vulgar y corriente. La IA, al parecer, es todavía un lenguaje alimentado por Internet por lo que su esencia es solo predictiva. Ahí es dónde martilla con fuerza su clavo. Los textos de Borges o de Cortázar o de García Márquez o de César Vallejo no fueron ni son textos predecibles. Son fruto del esfuerzo, lectura, investigación y, por supuesto, creatividad.



La Inteligencia Artificial sólo menciona conceptos. No los racionaliza. Es sólo un lenguaje sordo y ciego que no denota y mucho menos connota. Para el autor es como usar el mismo vehículo o marca de zapatillas que todo el mundo tiene puesto. Es una masificación impensada. Una muerte al individualismo y su creatividad.

Estos programas de inteligencia predictiva simplemente anticipan – estadísticamente – cuál debería ser la siguiente palabra más probable en una oración, o de qué color debería ser el siguiente píxel en una imagen. Así de sencillo, por lo que no se debería esperar algo más de contenido. Solamente la misma zapatilla o marca de auto, color, año y con los mismos desperfectos de fábrica.

¿Entonces por qué tanto revuelo por la IA? ¿Porque tantos defensores y fanáticos de estas plataformas cuya base es sólo predictiva? Para la academia, estas plataformas sólo servirían para armar listas, organizar notas y “escribir” ensayos pasables. Mediocres, para ser más precisos. Hincando mucho más el diente, IA prospera cuando nuestra necesidad de originalidad es baja y nuestra demanda de mediocridad es alta.

Por lo tanto, el gran peligro que el académico advierte no es que los programas de IA vayan a escribir el próximo best seller, o sea el próximo Van Gogh en la pintura: nunca lo harán. El mayor peligro es que las personas ya no vayan a necesitar crear una gran novela o una pintura intimista.

Todo lo que producirá la IA serán modelos predictivos de lenguaje e imagen. Serán una larguísima secuela de lo que se vio, escribió o creo antes. Pero jamás una idea original. Una construcción creativa intuitiva. Como resultado, para el académico, la IA se limitará – si es que se puede poner límites formales – a llenará el mundo con textos mediocres, ilustraciones y vídeos aceptables, pero siempre derivados, copiados, predictivos y diseños de nuevos productos funcionales, pero burdos. Es el peligro de la mecanización. Tal y como Henry Ford – padre de la producción en cadena -les decía a sus trabajadores en un cartel al ingreso de la fábrica: deja aquí tu sombrero y tu cerebro.

Ford reemplazó a los artesanos calificados con mano de obra no calificada que realizaba trabajos repetitivos y monótonos. Donde la gente es fácilmente reemplazable. Ellos también son piezas de engranaje sustituibles, sin valor alguno.

Y al igual que con la IA, el consumidor tampoco exigirá creatividad, calidad, reflexión, análisis. Estará contento con lo que internet “le arroje” a su dispositivo móvil o tableta. Así como el trabajador será fácilmente reemplazable, también lo será el consumidor que cada vez demandará lo básico, lo aceptable, lo mediocre. Aquello que es “lo suficientemente bueno” y no lo mejor, aquello que es único e invaluable. Un ejemplo que nos permite entender mejor esta predictibilidad artificial es que el consumidor que compra todos los días o casi todos los días, tomates en el supermercado, está moldeado a consumir esos tomates insípidos por el resto de su vida y como nunca ha probado aquellos producidos en una granja sin químicos, cree que está consumiendo el mejor tomate. Cuando en realidad, nunca sabrá lo que es comer un verdadero tomate.

La IA está vaciando una sociedad que siempre estará dispuesta a aceptar aquello que es “suficientemente bueno”. “Pasable”. Probablemente el producto será útil, pero de ninguna manera será algo más. Único, irrepetible o valioso. Será un tomate más.