Añoranza por el mar

Un buen día de abril, hace medio siglo, abrimos el dormitorio del Hotel Antofagasta, reuní a tres mis hijos y les mostré lo majestuoso del Pacífico que se extendía en toda su imponente grandeza hasta donde la vista podía mostrarnos.
«Este mar fue nuestro hasta el 14 de febrero de 1879, cuando el Coronel Sotomayor desembarcó una tropa no mayor de 800 soldados, con equipo de guerra bajo la consigna Mar de Chile… Mar de Chile»
El cobarde acto guerrero fue el inicio de la Guerra del Pacífico, la toma de la Plaza Mayor del mayor puerto boliviano sobre el Océano, la pérdida de 400 kilómetros de costa que nunca más volvieron a ser de Bolivia. Después de pocos días, las tropas avanzaron sobre Tocopilla, Mejillones, El Palmar, no sin antes aniquilar al puñado de valientes Ladislao Cabrera, Eduardo Abaroa y otros, mal armados, no pudieron resistir hasta la muerte sellando con su sangre la protesta contra el salvaje atropello.
No obstante la lealtad del Gobierno y Ejército de Perú, aliado natural de Bolivia, los chilenos arrasaron tierra y tras una resistencia binacional llegaron a las puertas de Lima, imponiendo la rendición aliada.
«No olvidar jamás esta acción armada que despojó a Bolivia de su acceso al mundo, y de ingentes riquezas que fueron el soporte de Chile por siglos, la fuente de su riqueza (la riqueza boliviana) que mostró al mundo como suya, sin exhibir la verdad del acto de rapiña y robo»
Aquel episodio de cara al mar, y la brevísima lección de historia, jamás fue olvidada por mis hijos, que hasta hoy conserva un amargo recuerdo de la ambición chilena. Por desgracia, el Pacífico está más lejos todavía que aquel 14 de febrero. ¡Sin embargo, la añoranza pervive y la nostalgia y la voluntad de recuperar ese bien precioso del acceso al mundo por el Pacífico!.