¡Asesinos! Las ideas no se matan

Cuentan las crónicas del 27 de marzo del año 1952 que, en medio de un ambiente de tensión política –que derivaría poco tiempo luego en lo que la historia ha recogido como la revolución nacional de Bolivia–, un grupo de jóvenes profesores a la cabeza de Juvenal Canedo Chávez y Félix Villavicencio Arce Mariaca, ingresaban a las graderías del estadio Hernando Siles de la zona de Miraflores de la ciudad de La Paz, para poner en funcionamiento una de las instituciones educativas más emblemáticas de la segunda mitad del siglo XX.

Durante aquel periodo se producía una eclosión de nuevos paradigmas, probablemente buscando encontrar puntos de coincidencia con lo ocurrido durante el periodo liberal de inicios de siglo que había priorizado la educación y la cultura. La visión reformista planteaba transformaciones profundas, con el propósito de brindar respuestas a las múltiples demandas que habían ido surgiendo desde la década de los años veinte y que habían carecido de atención adecuada.

El “Colegio Nacional Mixto Hugo Dávila”, había sido fundado el 11 de febrero del año 1952, por esfuerzo, empeño e inquietud de un selecto grupo de jóvenes profesionales en educación, comprometidos con encarar con vigor y profesionalismo los desafíos que se avecinaban. La creciente demanda por contar con centros de enseñanza acordes a la nueva era, se hacía evidente, por lo que debieron realizar prolongadas gestiones que les permitiese disponer de una infraestructura apta para la enseñanza, aspecto que llegaría recién un año más tarde. El funcionamiento académico dio inicio el 27 de marzo de 1952, habiendo sido nombrando como primer Director al insigne educador, escritor y pensador boliviano, Prof. Juvenal Canedo Chávez., maestro de filosofía y letras.



Las ideas y pensamientos notables con que estos jóvenes profesionales, pueden resumirse en la figura del Prof. Felix Villavicencio Arce Mariaca, que terminaría haciéndose cargo de las riendas del establecimiento que habían forjado, por varias décadas, dirigiéndolo con aplomo gracias al conocimiento, experiencia y un intelecto ontológico alimentado por una lectura consecuente. La figura de quienes transitaron por sus aulas estuvo caracterizada por la práctica de valores y principios de respeto, libertad, ética, justicia, humildad, solidaridad, buscando orientar a los estudiantes siempre por el camino conducente a la verdad. Hombres de ideas inspiradoras se resisten a perecer con el paso del tiempo.

Corría el año de 1980 y el renombrado Colegio Experimental Hugo Dávila –debido a que formaba parte de un programa piloto promovido por Naciones Unidas–, en respuesta categórica ante los constantes atropellos cometidos por los sucesivos gobiernos militares que se habían ido alternando en el poder, decidió inscribir en sus uniformes la frase: “Asesinos: Las ideas no se matan”, acuñada por el aristócrata liberal francés: Constantin Francois Chassebeuf, mejor conocido por su título nobiliario como Conde de Volney y popularizada por el prócer argentino Domingo Faustino Sarmiento.

“On ne tue point les idees”. Este acontecimiento tuvo lugar durante la dictadura del Gral. Luis García Mesa Tejada, lo que motivo al régimen totalitario tomar represalias en contras de sus autoridades y maestros. En palabras de la Prof. Lourdes Cueto de Ross: “El 23 de julio de 1980 por la tarde, el Colegio Experimental Hugo Dávila era víctima de una brutal intervención paramilitar por sujetos armados con ametralladoras y rostros cubiertos al mando del Cnl. Luis Arce Gómez, Ministro del Interior. Su primera acción fue tomar preso al Profesor Felix Villavicencio, Director del establecimiento, al portero y al profesor (Francisco) Quiroz, para ser trasladados a dependencias carcelarias. Entre tanto, llegaban los profesores y alumnos, a los maestros nos solicitaban nuestra identificación y detenían en la dirección ante la mirada vigilante y amenazante de los encapuchados quienes ordenaban: -¡colaboren y obedezcan!- La dirección mostraba un desorden total, los libros estaban rotos, las banderas tiradas en el piso, buscaban alguna evidencia que comprometiera a profesores en actos subversivos.

En el patio los alumnos se encontraban inquietos y temerosos, los pequeños al ver gente armada intentaban escapar por las paredes, los alumnos de secundaria permanecían en sus cursos bajo llave intentando salir para defender a sus profesores. Ante este panorama, el responsable del mando operativo nos ordenó: – ¡controlen a los alumnos y evitemos enfrentamientos! – Salimos de la dirección en un clima tenso, inquietante y doloroso, preguntándonos ¿Por qué semejante atropello?

Las celdas de régimen interior, tenía una cantidad de personas detenidas mucho mayor al que se permitían contener. En medio de esa multitud, con su característico traje y corbata, el abanderado de la libertad esperaba sereno. Su aplomo y personalidad galvanizaba a los funcionarios del régimen, quienes lo condujeron a prestar sus declaraciones, una y otra vez, mientras transcurrían los días y las noches sin atinar a tomar una decisión relacionada con aquella frase que les perturbaba, debido a la muestra de coraje y valentía, en tiempos en los cuales pensar diferente era sinónimo de muerte.

Tras varias jornadas buscando doblegar aquel espíritu fuerte y seguro del profesor Villavicencio, las evidencias terminaron por convencerlos de que no se había cometido ninguna falta, sumado al talante e inteligencia, resultarían convencidos de haber cometido un error. Los uniformes donde se estampó aquella frase fueron destruidos, tratando de extirpar del ánimo de las personas aquella rebeldía contra la injusticia, aunque terminó por enquistarse a sangre y fuego en la piel y sangre de los herederos del ADN de la libertad.

Hay países que tienen porvenir más, no tiene destino. La inercia de la educación queda siempre en segundo plano ante la prevalencia de las necesidades vitales, las fracturas internas cohabitan con los eufemismos que impiden lograr una reconciliación y sucumben a las determinaciones del poder. Somos testigos de generaciones completas que han terminado por rendirse, cayendo en las oprobiosas garras de la indiferencia. Es precisamente por ello, que resulta imperativo replantear el rumbo y rescatar las ideas de aquellos hombres de pensamiento preclaro que marcaron el camino conducente hacia la verdad y la libertad.

Página tras página transcurre mi vida y conecto gracias a la educación con otras vidas y otros sentimientos, simpatías y descubrimientos, experiencias que me alegran el alma y despiertan mis sentidos en las largas madrugadas, dejándome entre sueños alzar vuelo, recorriendo lejanías y mundos de ensueño. Puedo al fin despertar el recuerdo entre lluvia y desconcierto, conservo el sino mágico de mi maestro, a quien le agradezco en todo momento y a quien rindo homenaje tratando de seguir sus pasos. En tiempos en los que las libertades son cada vez más escasas, pensar libremente resulta un verdadero desafío, poder transmitirlo y lograr que el mensaje haga eco, es un verdadero acto de rebeldía. (Homenaje al Colegio Experimental Hugo Dávila)

Carlos Manuel Ledezma Valdez
Escritor. Investigador. Divulgador Histórico.