China se aferra a un modelo económico obsoleto pese a las advertencias internacionales

La falta de respuestas internas y la respuesta de otros actores globales comprometen el futuro del régimen

Sabor amargo. El jefe del régimen chino, Xi Jinping, durante el último congreso del Partido Comunista Chino desarrollado en los primeros días de marzo (Reuters)

Sabor amargo. El jefe del régimen chino, Xi Jinping, durante el último congreso del Partido Comunista Chino desarrollado en los primeros días de marzo (Reuters)



 

+Fuente: infobae.com

En una columna de opinión publicada por Foreign AffairsDaniel H. Rosen y Logan Wright abordan la estancada economía china, destacando que “China apenas ha crecido en los últimos dos años”. Aunque las causas inmediatas de esta desaceleración son conocidas, como la disminución de la construcción de propiedades y las restrictivas políticas de “cero COVID” que desplomaron la inversión del sector privado, Rosen y Wright enfatizan que los problemas son sistémicos.

La atención de firmas y analistas dentro de China, así como de gobiernos y empresas alrededor del mundo, se centra en los planes de Beijing para estabilizar la economía del país. Entre 2010 y 2019, el crecimiento anual del PIB de China promedió el 7,7%, pero hoy en día, las reformas políticas necesarias para sostener incluso un crecimiento del tres o cuatro por ciento representan un reto considerable para el régimen conducido por Xi Jinping.

Rosen y Wright son reconocidos especialistas en la economía china. En su análisis, señalan las implicaciones de las políticas actuales y las expectativas en torno al Congreso Nacional del Pueblo, el evento de política más importante en el calendario del país. Sin embargo, tras su conclusión el 11 de marzo, las políticas anunciadas no presagian un cambio de dirección. “Los resultados (del congreso) aumentarán en lugar de disipar las preocupaciones legítimas de los países extranjeros”, advierten los autores. Subrayan que, ante una situación económica que exige reformas estructurales, los jefes del régimen comunista han optado por mantener el curso, profundizando la dependencia económica del país de fuentes de demanda externa.

La estrategia china de crecimiento liderado por las exportaciones y la inversión está bajo críticas. “Lo que sugiere que Beijing no está implementando el tipo de políticas fiscales que impulsarían el crecimiento doméstico”, apuntan los autores del artículo de Foreign Affaris. Por otro lado, acusan a Beijing de canalizar recursos fiscales y crediticios hacia inversiones locales en lugar de transferencias directas a los hogares para impulsar su consumo. Esta falta de apoyo al consumo nacional junto con políticas que favorecen la exportación agrava los superávits comerciales de China y eleva los déficits extranjeros, amenazando la competencia y la viabilidad de empresas y trabajadores en otros países.

Además, Rosen y Wright abordan la preocupación de que China continúe expandiendo su capacidad manufacturera para incrementar las exportaciones a pesar de las advertencias de varios gobiernos y economistas. “Beijing no ha dado señales de tomar en cuenta estas peticiones de los gobiernos occidentales”, afirman después de analizar las políticas anunciadas en el último congreso del Partido Comunista Chino. Señalan que las políticas industriales del país -que ponen énfasis en sectores como los vehículos eléctricos, baterías y celdas solares- no solo son cuestionables internamente sino también amenazan con socavar a competidores en economías desarrolladas y en desarrollo.

La respuesta internacional a estas políticas ha sido variada, incluyendo desde investigaciones antidumping contra exportaciones chinas hasta llamados para que China considere el impacto de su volumen de exportaciones. Según los autores y miembros del think tank Rhodium Group, el enfrentamiento comercial resultante de las políticas actuales de China no solo afecta las relaciones del país con economías avanzadas, sino que también ha comenzado a tensionar sus vínculos con otros miembros del BRICS, el bloque que conforma con Rusia, India, Brasil y Sudáfrica. La situación sugiere que sin reformas estructurales significativas internamente, China se dirige hacia conflictos comerciales más profundos con implicaciones globales.

En conclusión, Rosen y Wright argumentan que Beijing parece carecer no solo de la voluntad, sino también de la capacidad para abordar los desequilibrios económicos domésticos de manera efectiva. Esta reticencia a reformar políticas que favorecen los superávits comerciales sustenta la actual disputa económica y comercial con el resto del mundo. El análisis resalta la necesidad de que China realice reformas sustanciales para evitar una división irreversible en el comercio global y proteger la salud económica del país.

Los funcionarios chinos suelen decir que Beijing no busca deliberadamente un superávit comercial. Deliberados o no, los desequilibrios comerciales de China no son sostenibles para el resto del mundo, y China no debería sorprenderse si los gobiernos extranjeros empiezan a responder de forma más agresiva”, advierten los analistas. Y concluyen: “Con pocas opciones políticas efectivas y un negociador poco dispuesto en Beijing, los gobiernos occidentales en particular considerarán restricciones cada vez más draconianas al comercio chino. Ese choque puede ser lo que haga falta para que China se tome en serio las reformas estructurales, por el bien de su propia salud económica y con la esperanza de evitar una ruptura irreparable del comercio mundial”.