Cada 20 de marzo se celebra el Día Internacional de la Felicidad, esta ocasión nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre qué significa verdaderamente ser feliz y cómo podemos cultivar ese sentimiento en nuestras vidas y sociedades. Bajo este contexto, es crucial examinar los factores que contribuyen a la felicidad y cómo la libertad económica puede ser un motor fundamental en esta ecuación.
El Índice Global de Felicidad, una medida anual publicada por la ONU, que clasifica a los países según su nivel de felicidad y bienestar de sus ciudadanos, proporciona una ventana fascinante para entender esta dinámica. Sorprendentemente, existe una correlación notable entre los países mejor clasificados en términos de felicidad y aquellos que disfrutan de altos niveles de libertad económica.
¿Qué es exactamente el índice de felicidad? Este índice se basa en una variedad de factores que van más allá del producto interno bruto (PIB) per cápita y considera elementos como el apoyo social, la expectativa de vida saludable, la libertad para tomar decisiones, la generosidad, la corrupción percibida en la sociedad, entre otros factores. Es una medida holística que refleja el bienestar subjetivo y objetivo de una población.
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En los últimos años, hemos observado cómo los países que fomentan la libertad económica tienden a ocupar los primeros puestos en este índice. Estas naciones ofrecen un entorno propicio para el crecimiento personal y económico, permitiendo a sus ciudadanos perseguir sus metas y aspiraciones con mayor libertad y autonomía. Países como Dinamarca, Suiza y Finlandia, consistentemente clasificados entre los más felices del mundo, también son conocidos por sus sólidas políticas de libre mercado y protección de los derechos individuales. La capacidad de emprender, la movilidad social y el acceso a oportunidades equitativas son pilares en estas sociedades.
Sin embargo, no todos los países han logrado mantener su posición en el índice de felicidad. Analicemos nuestro caso: Bolivia ha experimentado una preocupante caída en los últimos años. Si observamos los datos, vemos un declive constante en su clasificación en el Índice de Felicidad, pasando del puesto 50 en 2013 al puesto 69 en 2023.
¿Qué está impulsando esta tendencia negativa en Bolivia? Una mirada más cercana revela desafíos significativos en términos de libertad económica y bienestar social. La falta de oportunidades económicas, la corrupción sistémica y la inestabilidad política pueden estar contribuyendo a un ambiente de descontento y desconfianza en el país.
Es crucial que los líderes y ciudadanos de Bolivia reconozcan estos desafíos y trabajen juntos para abordar las barreras que obstaculizan el progreso y la felicidad de su población. Promover políticas que fomenten la libertad económica, la transparencia y la inclusión social puede ser el camino hacia una sociedad más próspera y feliz.
En el marco del Día Internacional de la Felicidad, recordemos la importancia de vivir libres responsablemente, siendo esta componente esencial para cultivar la felicidad y el bienestar en nuestras comunidades y naciones. Al hacerlo, no solo mejoraremos la calidad de vida de nuestros ciudadanos, sino que también construiremos sociedades más resilientes, empáticas y prósperas para las generaciones futuras.
Sebastian Crespo Postigo es Ing. Económico y ExDirector del Comité pro Santa Cruz.