El rumor del viento: Apuntes sobre la Doctrina Truman

 

Cuentan las crónicas del 17 de julio de 1945 que, en Potsdam, una pequeña localidad cerca de Berlín, se inauguraba, en presencia de los representantes de las tres grandes potencias mundiales, la conferencia de paz que supuso el fin de la Segunda Guerra Mundial. Harry Truman por parte de los Estados Unidos, Lósif Stalin de la Unión Soviética y Winston Churchill del Reino Unido. El objetivo, establecer el nuevo orden de la posguerra y tomar medidas en relación a Alemania, que se encontraba ocupada por ejércitos de cuatro países distintos.



Fueron trece largas sesiones que duraron alrededor de tres semanas, tiempo en el cual, tanto Truman como Stalin, buscaban dejar el asunto zanjado lo antes posible, mostrándose dispuestos a ceder en algunos aspectos para evitar entrar en detalles que dilaten mucho la discusión. En el transcurso de la conferencia, Harry Truman fue informado de que la prueba Trinity (Primera detonación de la bomba atómica), había sido exitosa, por lo que todo hacía pensar que las negociaciones se volcarían a su favor.

Fue en Potsdam, el lugar donde nació la Europa de la posguerra, que sería conocida poco tiempo luego como “Guerra Fría”, frase acuñada por el escritor, periodista e intelectual británico, George Orwell. En toda la Europa que quedó bajo el control del ejército rojo, Stalin se había comprometido a que se celebrarían elecciones libres, aunque las evidencias mostraron que en algo más de tres años, buena parte de ellas habían caído en la órbita soviética y reconvertidas en repúblicas populares dirigidas desde Moscú.

El mundo había quedado dividido en dos bloques irreconciliables, un quiebre político e ideológico entre dos bandos que, en el caso de Estados Unidos, propugnaba la democracia liberal y una economía de libre mercado; por otra parte, la Unión Soviética, con su tesis de la revolución soviética de control estatal y economía planificada. En su origen, la Guerra Fría se desarrolló en Europa, pero con el correr de los años fue extendiéndose a otras latitudes al rededor del globo.

Harry Truman asumió la presidencia de su país tras la muerte de Franklin Delano Roosevelt, cuando la guerra profería sus últimos estertores y encontrándose el conflicto contra Japón en ciernes. Un panorama en el que debía manejarse con pies de plomo, debido a las circunstancias en las que se desarrollaba la reconfiguración geopolítica en buena parte de Europa. En ese sentido, el líder estadounidense siguió la propuesta de política de contención diseñada por el diplomático estadounidense George Kennan, dirigida al presidente en 1946, planteándole la necesidad de detener la expansión comunista más allá del Telón de Acero, dando origen a la conocida “Doctrina Truman” mediante su promulgación el 22 de mayo de 1947.

Los resultados de la guerra habían dejado devastadas las economías de los países europeos, que atravesaban por enormes problemas sociales y políticos, aspecto que podía orillarlos a dejarse abducir por las fuerzas soviéticas. En este contexto, Truman remitió al congreso un plan de ayuda económica y militar para Grecia y Turquía, que eran los países que se encontraban mucho más comprometidos por su ubicación política y estratégica.

El presidente necesitaba el apoyo de los republicanos, por lo que se dirigió ante el Congreso de los Estados Unidos con un discurso apocalíptico que advertía sobre las graves consecuencias de una expansión comunista para el planeta: “la política de los Estados Unidos debe ser la de apoyar a los pueblos libres que están resistiendo intentos de agresión de minorías armadas o presión exterior”. El Congreso finalmente respaldó las propuestas, consolidándose el Plan Marshall, como un programa de asistencia técnica y económica para la reconstrucción y reactivación económica de la Europa de Occidente. El plan de contención posibilitó, para 1949, la creación de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), una alianza transatlántica de defensa mutua.

La carrera armamentística fue una de las características más importantes durante este periodo de tiempo, lo que incrementó cada vez más la tensión ante la posibilidad de que pudiese desencadenarse un conflicto nuclear que acabara con el planeta en su afán de destruir a sus rivales. Para 1962, el conflicto alcanzó sus niveles más álgidos, tras haberse detectado bases de misiles rusos en la isla de Cuba. Finalmente, propiciaron acuerdo por el cual ambas potencias retirarían sus bases, los unos lo harían de Cuba, mientras que los otros lo harían de Turquía, pudiendo resolverse este impase por la vía diplomática.

La Doctrina Truman marcó la política exterior norteamericana durante gran parte de la Guerra Fría. El convencimiento de que la propagación del comunismo se traduciría en males mayores, los llevó a intervenir cualquier región del planeta donde tenían alcance. Así pues, se tiene la guerra de Corea, la de Vietnam o Chile durante el año de 1973. La ferviente lucha que emprendieran contra el comunismo, dejó consecuencias internas en su país, como ser el “macartismo” que provocó persecuciones políticas y juicios a quienes resultasen ser sospechosos de defender o promover las ideas de izquierda.

Tras el final de la Guerra Fría, resulta difícil establecer el instante en el que ambas facciones dejaran atrás sus posturas antagónicas. El resultado de los acontecimientos de los últimos años, advierten del peligro permanente con el que la insensatez de los líderes mundiales arrastra a la humanidad hacia su fin. Hace algunos días un atentado terrorista cegó la vida de más de ciento cuarenta personas civiles en un teatro de Moscú, incrementando el grado de violencia y las provocaciones que dado el poco juicio con el que se manejan estas cuestiones, podría derivar en las más terribles consecuencias.

Europa, entretanto, permanecía dividida y separada por una frontera dura compuesta por alambradas y torres de vigilancia que Winston Churchill dio en llamar telón de acero. Desde las costas del mar Báltico hasta las del Mediterráneo, este impenetrable telón dificultó durante décadas la libre la circulación de personas, mercancías e ideas. El símbolo de la división era Alemania, que se mantuvo partida en dos Estados hasta 1990, y, especialmente, su capital, Berlín, que de 1961 a 1989 estuvo atravesada por un muro de hormigón que separaba las dos zonas. Los europeos de occidente se agruparon en torno a la OTAN, una alianza militar que les unía con Estados Unidos. Esa iniciativa estratégica no tardó en ser copiada por los soviéticos con el Pacto de Varsovia, que reunía a todas las repúblicas populares de Europa oriental.

La Guerra Fría nunca se transformó en caliente, al menos a escala global, porque ambas superpotencias disponían de inmensos arsenales atómicos que, en caso de guerra, hubiesen utilizado. El temor a una conflagración nuclear que habría destruido la civilización evitó lo peor. Lo que si hubo fueron infinidad de enfrentamientos localizados en distintas partes del mundo en forma de guerras subsidiarias. Algunas fueron muy prolongadas y sangrientas como la de Corea, la de Vietnam o la de Afganistán.

Vamos en La Contra Historia a recorrer la Guerra Fría de principio a fin, pero, al tratarse de un periodo largo, cercano en el tiempo y que tanta influencia tiene sobre nuestro mundo, no bastará un solo capítulo. Necesitaremos dos o quizá tres. El primero es el que vais a escuchar hoy se circunscribe a los orígenes de la Guerra Fría, sus primeros años, los que sucedieron al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando estadounidenses y soviéticos ocupaban en calidad de aliados una Europa en ruinas.

 

Por: Carlos Manuel Ledezma Valdez

Docente Universitario & Divulgador Histórico