Hace unos meses, el pequeño e ingenioso gadget Rabbit R1 demostraba ser capaz de reservarnos una mesa en un restaurante o un Uber. No de sugerir que lo hagamos nosotros, ni siquiera de darnos instrucciones de cómo hacerlo: la máquina era la que realizaba la acción.
La clave estaba en la combinación de un tipo de modelos de IA (un LAM o ‘Large Action Model’) con un modelo de lenguaje como los que podemos encontrar en un chatbot cualquiera. Un modelo sugiere (como respuesta a nuestras consultas), el otro hace.
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Poco después de eso, la startup Cognition Labs lanzó a Devin, una IA que no se limitaba a asistir a programadores, sino que era capaz de desarrollar e implementar, sin necesidad de constante interacción humana, pequeñas aplicaciones web completas… aplicaciones tan buenas como para realizar pequeños encagrfos de Upwork y entregar código funcional.
¿Qué tipo de IA son estas?
Los avances en inteligencia artificial llevan tiempo prometiendo revolucionar cómo vivimos y trabajamos, y la última propuesta para ello por parte de la industria son los «agentes de IA»: entidades (como Rabbit R1) capaces de actuar de manera autónoma, prometiendo transformar nuestra interacción con la tecnología en todos los aspectos de la vida cotidiana y laboral, desde planificar nuestras vacaciones hasta desarrollar aplicaciones, pasando por la ejecución de tareas administrativas, todo ello con mínima supervisión humana.
Los agentes IA podrán encargarse de tareas con un nivel de autonomía sin precedentes
Los agentes de IA se perfilan como la próxima frontera en la revolución de la IA generativa, extendiendo sus capacidades más allá de la mera generación de contenido (texto, imagen o sonido) hacia la ejecución de tareas complejas, algo que transformaría radicalmente sectores económicos enteros y redefiniría el concepto de productividad.
Ed Broussard, CEO de Tomoro.AI (empresa colaboradora de OpenAI), predice una reducción significativa de la semana laboral gracias a la productividad mejorada que estos agentes ofrecerán.
Por otro lado, la integración de estas IA en ámbitos como el de la salud promete abordar la escasez de atención médica a nivel mundial, con proyectos como los «agentes de atención médica de IA» colaborando para complementar el trabajo de enfermeras y doctores.
Nuevas posibilidades (y retos)
Sin embargo, la perspectiva de que estos ‘agentes IA’ vayan a estar operando con independencia pone sobre la mesa ciertas preocupaciones: desde la puerta que esto abre a nuevas clases de ciberestafa, hasta los dilemas morales y de responsabilidad jurídica derivados de sus acciones, apostar por estas tecnologías autónomas conlleva riesgos que no pueden ser ignorados, por lo que previsiblemente fomentarán en el futuro regulaciones legales específicas.
Al fin y al cabo, los agentes IA pueden fallar con la misma frecuencia con que lo hacen los chatbots en que se basan. Pero un error de un chatbot, por sí mismo (sin que un humano actúe de acuerdo a sus instrucciones, al menos) no supone ningún coste ni ninguna consecuencia sin marcha atrás. Sin embargo, un agente IA, capaz de interactuar con su entorno, aunque sólo sea digitalmente, puede generar errores catastróficos.
Imagen | Marcos Merino mediante IA
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