La democracia en ruinas

Mercado: Primer gobernador de Santa Cruz – eju.tv

Manfredo Kempff Suárez

Desde el 2009 en adelante, año en que entró en vigencia la nueva Constitución, se estableció en Bolivia una democracia tramposa. Me dirán que más acertado sería decir que se trata de una anarquía, pero no es lo mismo. Sabemos que anarquía es la ausencia de Estado, inexistencia de “poder político”, lo que deriva en caos, barullo y confusión total.



Bolivia no es anárquica en cuanto a la desaparición del Estado; por el contrario, tiene un Estado cada vez más grande, obeso, tragón por supuesto, que lo llevará a una embolia mortal o lo dejará tullido. Si no hay un cambio de rumbo, vamos camino de convertirnos en una nación fallida. O en una dictadura severa e incierta.

Si existe Estado y poder político, ¿por qué no hay orden? ¿Por qué somos un país anárquico? Simplemente porque el Estado, a través de sus anteriores y actuales conductores, se ha encargado de soliviantar a las masas y de llevarlas a ocupar funciones de gobierno con resultados desastrosos.

Los ignorantes, los semi-alfabetos, han pasado súbitamente a instalarse en ministerios, embajadas y en el parlamento, creando el desconcierto más grande.

Los masistas se han hecho dueños del “pueblo”. Todo lo hacen en nombre del pueblo. El pueblo está en cada una de las frases que pronuncian. Y ese pueblo, que no son más que personas de un lugar, pero soberanos de una nación, no saben que en su nombre se cometen las peores aberraciones; que en nombre del pueblo se derrochan miles de millones, se roba, y muchas veces se asesina.

El pueblo, impalpable y ajeno a todo, no sabe que es nombrado diariamente para nunca obtener los beneficios indispensables.

Evo Morales, García Linera, Choquehuanca y Arce Catacora, optaron falsamente por el “poder indio” y acabaron verdaderamente entregados al “poder cholo”, que es el que gobierna. Los indios quedaron como la imagen del Estado Plurinacional porque era más atractivo políticamente, pero los otros son los que se sientan en torno a la mesa del gabinete de ministros. ¿Existe alguna duda? ¿No es cosa de ver? ¿Acaso no ocupan también las embajadas? ¿No se nota?

Y en el parlamento existen algunos indígenas y un montón de cholos disfrazados de indios que han pasado de golpe de vender chucherías y anticuchos a legislar.

Está claro que no legislan porque ignoran todo, ni abren la boca siquiera. Los proyectos de ley o los redactan los parlamentarios de la oposición al MAS o ya llegan al congreso redactados desde la Casa Grande del Pueblo, por quienes realmente mandan. Naturalmente que cuando hablamos de cholos nos referimos a su conducta artera, sinuosa, no al color de la piel, ni al 70% de mestizos que habitamos Bolivia. Una cosa es el mal comportamiento y otra muy diferente la raza.

Todo este descalabro étnico y administrativo a que nos ha llevado el MAS ha provocado que Bolivia, siendo un Estado rígido y centralista en su cúpula, sea una nación anarquista en su base. La democracia está en manos de quienes no quieren irse del poder, de quienes adoptaron la lucha democrática para acceder al mando y quedarse.

Adueñarse del gobierno durante casi dos décadas era algo imposible de pensar en Bolivia, pues ahora ya no; están a punto de cumplirlo. Pero, eso sí, con una democracia tramposa. De otra manera habría sido imposible.

¿Por qué vivimos en una democracia ruinosa? Simplemente porque el sistema está destrozado y tememos que eso arrase con las instituciones y con el país entero.

El Poder Legislativo se ha convertido en una merienda de negros donde todos pelean contra todos, nadie tiene mayoría, se insultan, se quitan la palabra, se pegan, se arañan, se tironean de las trenzas y de las “colas de caballo”, hacen pactos, los incumplen, pero cantan el himno nacional; censuran ministros los opositores y los ratifica el mandatario, y los proyectos de ley se quedan encajonados junto con las hojas de coca de los presidentes de las cámaras.

El gobernante pide que se aprueben créditos para salvar con urgencia el mal trance que se atraviesa y los diputados le muestran el dedo cochino.

El Poder Judicial es algo que debería estar en los círculos del infierno de Dante. Su sometimiento al Poder Ejecutivo es absoluto y humillante. A cambio reciben dádivas y favores como el de prorrogarles su mandato inconstitucionalmente. Sus decisiones son nulas, lo saben, pero no les importa. Naturalmente que nadie que no sea afín al gobierno gana un juicio. Es el Primer Poder en este momento, por encima del Legislativo y hasta asusta al Ejecutivo.

En manos del Tribunal Constitucional está la suerte de quienes candidatean en una elección presidencial, porque todo pasa por consultarle.

Esto es obra de Evo Morales y su desgraciada ocurrencia de la elección judicial por voto popular, tan estúpida como reincidente, y ahora los magistrados, burlando a la ciudadanía, han decidido felices quedarse unos meses o años más.

Y el Poder Electoral está arrinconado por todos lados, delira, es delirio de persecución, pero también le debe obediencia al Ejecutivo y tiene que hacer la vista gorda cuando el “pueblo” tiene que ir a votar, pero no a elegir.

El comportamiento de sus magistrados ha dejado un ejemplo horrible en las elecciones del 2019, cuando el sucio fraude de Morales, y sospechamos que sucedió algo similar en los comicios del 2014.
Bloqueos salvajes, diplomacia estéril, pésimos aliados, carencia de combustibles y de dólares, fracaso con el litio y el gas, trabas a las exportaciones, contrabando, gran narcotráfico en los entornos de Evo Morales, avasallamientos, ineficiencia policial, violencia social, son algunas de las señales de un mundo que requiere seriedad y un cambio verdadero y urgente.