De golpista fallido a presidente

 

Cuentan las crónicas del 4 de febrero de 1992 que, cinco comandantes del ejército venezolano se alzaban en armas contra el gobierno constitucional del Presidente Carlos Andrés Pérez. En medio de una profunda crisis política y de una creciente desaprobación a las políticas económicas del mandatario, la ciudad de Caracas era tomada por tanques de guerra y unidades de paracaidistas que buscaban irrumpir en el palacio de Miraflores, lugar, donde se encontraba el primer mandatario de la nación.



La actividad golpista, rápidamente fue repelida por la acción promovida por las milicias que se mantuvieron firmes al orden constitucional y a las autoridades gubernamentales, desarticulando en pocas horas el movimiento liderado por el entonces Teniente Coronel Hugo Chávez, quien organizó el motín en la capital con el objetivo de capturar al Presidente que acababa de llegar del Aeropuerto Internacional de Maiqueta, proveniente del Foro Económico Mundial celebrado en Davos (Suiza).

El primero en recibir al mandatario del país venezolano, fue el Ministro de Defensa Frenando Ochoa Antich, anunciándole –lo que venía rumoreándose fuertemente–, que se había estado gestando un golpe militar en su contra. Pérez se dirige directamente a la Residencia Presidencial. Tras recibir insistentes llamados de su gabinete de ministros, el Presidente Carlos Pérez, decide ser trasladado al palacio de Miraflores. Posterior a ello, la primera dama venezolana daría a conocer que La Casona (Residencia Presidencial), estaba siendo atacada con fusiles y lanzacohetes por parte de los militares golpistas.

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Cerca de la media noche, acompañado de su Ministro de Gobierno Virgilio Ávila y uno de los representantes del partido Acción Democrática, Luis Alfaro Ucero, el Presidente llegaba al palacio de gobierno. Al promediar la una de la madrugada, a través de Venevisión, un canal de televisión privado de Venezuela, en mensaje para toda la nación, el presidente lanza un mensaje en el que exige el respeto a las instituciones democráticas, instando a los militares sublevados a deponer las armas, al tiempo que solicita a las unidades leales del ejército venezolano para que puedan reestablecer el orden. El mensaje sería difundido durante varias horas de forma ininterrumpida.

Durante aquella madrugada se produjeron enfrentamientos que dejaron un saldo de diecisiete muertos y más de medio centenar de heridos, lo que provocó con el correr de las horas la pérdida de control que habían logrado los blindados y fuerzas militares movilizadas por Hugo Chávez, quién, se encontraba dirigiendo todas las operaciones desde el Museo Histórico Militar.

Al promediar las seis de la madrugada y ante el anuncio por parte del presidente venezolano, para que, el ejército venezolano –que había recuperado el control de la ciudad–, bombardee el Museo Histórico Militar, en caso de que el instigador de aquel desaguisado se negase a entregar su rendición. Sin ningún tipo de resistencia y tras sostener conversaciones con militares de alto rango, Hugo Chávez decide entregarse y abandonar aquella intentona golpista.

Tras este episodio fallido, el socialista Hugo Chávez y varios de sus seguidores fueron encarcelados. Cerca de dos años estuvieron presos, hasta que Rafael Caldera que había asumido la presidencia en un segundo mandato (luego de varios años), decidió reinsertar a los insurgentes militares en las actividades civiles y políticas, mediante el sobreseimiento (no el indulto, puesto que todavía no habían sido juzgados), exonerándolos de responsabilidad por los acontecimientos que tiñeron de sangre y luto al pueblo venezolano durante aquella madrugada de febrero.

Venezuela es sin lugar a dudas el mejor ejemplo de como la ambición de poder, puede provocar un colapso económico, social y político de dimensiones desproporcionadas, marcando un antes y un después en la historia de la región gracias a la enorme influencia que alcanzó dentro y fuera de sus fronteras, siendo una clara muestra de cómo uno de los países más ricos del continente (gracias a las reservas de petróleo), paso en poco tiempo a vivir en la pobreza.

En la actualidad, Venezuela se encuentra en un laberinto sin salida, estancada en una profunda crisis política, económica y social desde hace varias décadas, sin que alcance a vislumbrarse una luz al final del túnel. Un país que tuvo dos órganos Legislativos, dos Tribunales de Justicia, incluso dos presidentes buscando llamar la atención cada uno a su manera, han socavado la institucionalidad y prestigio del país. Una hiperinflación galopante, la caída de su industria, el éxodo humano que obligó a más de siete millones de venezolanos a emigrar a cualquier destino donde poder subsistir, son pequeñas muestras de las consecuencias que vienen arrastrando y pretenden replicarse en los países donde su influencia permanece, gracias en parte, a que el concierto internacional ha decidido normalizar dictaduras en toda regla.

Carlos Manuel Ledezma Valdez 

Escritor, docente universitario & divulgador histórico, miembro de la Sociedad de Escritores De Bolivia (SODESBO)