Aviación boliviana en crisis: la falta de competencia y los problemas de BoA


Se puede afirmar que la desaparición de aerolíneas privadas como LAB y AeroSur dejó a los pasajeros a merced de una empresa estatal cuya administración fue y sigue siendo cuestionada

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Fuente: Brújula Digital
Mirna Quezada



 

La aviación comercial en Bolivia pasó de ser un sector dinámico y competitivo a uno marcado por crisis, quiebras y una preocupante falta de opciones para los pasajeros. La desaparición de aerolíneas emblemáticas como Lloyd Aéreo Boliviano (LAB) y Aerosur dejó un vacío que la estatal Boliviana de Aviación (BoA) no pudo llenar del todo.

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La historia del LAB es reflejo del auge y caída de la aviación boliviana. Según el libro “Historia del LAB” de Mario Carrasco Solís, la aerolínea fundada en La Paz en 1925 por Guillermo Kyllman estableció su base de operaciones en Cochabamba. Fue la segunda línea aérea comercial en surgir en Sudamérica. Su primer avión, un Junkers F-13, fue donado por la comunidad alemana.

Durante la Guerra del Chaco en 1932, el LAB cedió sus aviones y personal al gobierno boliviano. En 1942, fue nacionalizado y en 1950 recibió el premio Cóndor de los Andes por su destacada trayectoria. A lo largo de su historia, se consolidó como una aerolínea confiable, exitosa y segura.

En 1996 el LAB fue privatizado y en 2007 dejó de operar temporalmente debido a una crisis económica y una quiebra técnica. En 2009, reanudó parcialmente sus actividades comerciales y, para 2011, operó con un solo avión B-727 alquilado, prestando servicios a Transporte Aéreo Militar (TAM-FAB).

La que en su momento fue la aerolínea bandera del país, intentó retomar operaciones tras un proceso de reorganización iniciado en 2012 por su Federación Sindical de Trabajadores y un empresario privado. La empresa gestionó su recertificación ante la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC), pero enfrentó un obstáculo mayor cuando Impuestos Nacionales informó que LAB tenía una gran deuda fiscal.

El gerente general del LAB en ese entonces, Orlando Nogales Nogales, explicó que la compañía había diseñado un plan comercial y contaba con activos en infraestructura aeroportuaria, incluyendo aeropuertos como El Trompillo en Santa Cruz y Jorge Wilstermann en Cochabamba. Sin embargo, la DGAC recordó que, según la Ley 8019, los sistemas aeroportuarios de Bolivia pertenecían al Estado.

Por otro lado, Aerosur, aerolínea privada fundada en 1992 por el empresario Humberto Roca, su principal accionista, se destacó por su amplia cobertura de rutas nacionales e internacionales, logrando posicionarse como la mayor competencia de BoA.

Sin embargo, a pesar de su éxito inicial, la aerolínea no pudo superar las dificultades financieras. Una gestión deficiente y un entorno económico desfavorable, la llevó a su quiebra en 2012. La suspensión de sus vuelos marcó un golpe fuerte para la aviación boliviana, ya que miles de pasajeros se quedaron sin alternativas y muchos se vieron afectados por cancelaciones.

La empresa denunció presuntas prácticas desleales por parte de BoA, la aerolínea estatal creada en 2007 bajo el gobierno de Morales, lo que generó acusaciones de monopolización del mercado aéreo boliviano. No obstante, AeroSur también enfrentó problemas financieros internos y deudas tributarias que contribuyeron a su colapso.

Con la desaparición de estas aerolíneas emblemáticas en el país, BoA se consolidó como la única opción en el mercado boliviano. El apoyo estatal, la ayudó a expandirse, pero su gestión fue duramente criticada, especialmente los últimos años. La antigüedad de su flota, la falta de modernización y la poca transparencia generaron preocupación. Además, al no existir competencia real, los precios de los boletos aumentaron, afectando a los pasajeros.

Adicionalmente, BoA enfrentó múltiples problemas de seguridad. Entre los más recientes se encuentra el ocurrido el 27 de enero de 2025, cuando el vuelo OB 648 abortó el despegue en Cochabamba debido a fallas en un motor. En 2023,  registró problemas en motores y aterrizajes bruscos que afectaron la estructura de sus aviones. Asimismo, entre 2014 y 2018, se reportaron fallas técnicas, aterrizajes de emergencia y desperfectos en el tren de aterrizaje.

Desde su inicio, BoA acumuló alrededor de 40 incidentes. Aunque no ha registrado accidentes fatales, estos eventos han generado cuestionamientos sobre la seguridad de sus operaciones y se espera que las investigaciones determinen qué errores existieron en los procedimientos de mantenimiento y operación.

Además de estos eventos técnicos, BoA es criticada por su falta de puntualidad que provoca molestias constantes entre los pasajeros. A esto se suma el escándalo de 2014 relacionado con la empresa Air Catering, encargada de proveer alimentos en los vuelos, cuyo contrato fue otorgado sin licitación a una socia vinculada con el entonces vicepresidente García Linera. Este hecho desató acusaciones de tráfico de influencias y aumentó las críticas hacia su gestión.

Se puede afirmar que la desaparición de aerolíneas privadas como LAB y AeroSur dejó a los pasajeros a merced de una empresa estatal cuya administración fue y sigue siendo cuestionada; pero la crisis del sector aéreo boliviano no se debe sólo a problemas de gestión en BoA, faltan estrategias que fomenten la competencia, la inversión y la modernización del sector.

La implementación de políticas de cielos abiertos, la renovación de la flota y la búsqueda de alianzas estratégicas con aerolíneas extranjeras serían soluciones viables para garantizar un futuro estable en la aviación de Bolivia. Solo así se podrá recuperar un sistema aéreo eficiente, seguro y accesible.


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