Para ser presidente, dijo Jaime Dunn, hacía falta partido, programa, persona y plata y él no tenía plata como para lanzarse. En algún momento la tuvo y se lanzó, pero hacía falta algo más: papeles en regla.
Fuente: El País.bo
El naufragio de la candidatura ha puesto en retrospectiva todo su proceso. Hasta que Dunn dijo justamente en la plaza de Tarija que le faltaba “plata” para ser candidato, ya se habían dado varios movimientos quien sabe si sincronizados.
Dunn, desde 2023, empezó a escribir artículos más o menos analíticos con los que criticaba el modelo boliviano poniendo esfuerzo en ejemplificar a nivel popular los desmanes. Tuvo relativo éxito pues pronto empezó a ser convocado como analista en diarios y en algunos medios grandes, aunque las tertulias “tipo Milei” no son todavía un género muy extendido en el país.
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En 2024 apareció el partido Nueva Generación Patriótica (NGP) de la mano de Edgar Uriona, un quechua de pura cepa que migró a Estados Unidos con una mano delante y otra detrás y cumplió el sueño americano: se hizo millonario y decidió fundar un partido político para volver a Bolivia a ayudar. Nadie nunca supo demasiado de Uriona y hasta hoy el detalle de su patrimonio y sus empresas sigue siendo un misterio, pero el relato era genuinamente liberal pero enlazando a la perfección con las pulsiones populares del país: crecer, acumular, prosperar.
En paralelo a todo ello el también millonario estadounidense Marcelo Claure empezó a apostar por un “nuevo líder”, un “rostro nuevo” y a la vez, muy influido por Elon Musk y Javier Milei, por una visión más liberal para Bolivia.
Poner en relación los tres hechos no es descabellado, aunque hubo algunos movimientos que acabaron por convertirse en despropósitos. Por ejemplo, NGP le cayó como anillo al dedo a Jaime Dunn: un partido nuevo y sin pasado, que habla de la Patria primero y que quería tumbar al MAS, con un dueño empresario exitoso pero limitado como para ser presidente.
El partido era tan nuevo que le vino de perlas la iniciativa de Marcelo Claure, Bolivia 360, un programa pergeñado en el laboratorio de Harvard para el que justamente fue reclutado Jaime Dunn, entre otros.
No se sabe si Dunn obtuvo el visto bueno del propio Claure en aquel contexto, ni tampoco si Claure y Uriona se conocían de antes o si comparten algún otro proyecto en EEUU. Si se sabe que Claure le “regaló” varios tuits de respaldo al principio de los tiempos, pero que entró en ostracismo, quien sabe si de la decepción, cuando faltó el papel de marras. Recién, por cierto, acaba de anunciar que volverá a involucrarse en la campaña en Bolivia, justo cuando Dunn sale de escena.
En cualquier caso, es sabido que hay docenas de nuevas fundaciones amparadas por el grupo Atlas Network o El Yunque empeñadas en difundir “las ideas de la Libertad” en “entornos hostiles” y que sin duda las campañas electorales suelen ser el contexto más propicio para que ese tipo de ideas se coloquen en la sociedad incluso aunque no lleguen hasta el final. Varios candidatos recurrentes en los últimos años ya le han pillado el truco a esos procedimientos.
La metamorfosis
En todo el proceso Dunn había cumulado algunos errores, como negociar con partidos viejos como el MNR y ADN y luego dejarlos en la estacada, subestimando el poder de fuego de esas viejas maquinarias curtidas en mil batallas. Su propio personaje empezaba a caer pesado con sus mañas de sustituir respuestas concisas con discursos emocionales y su tono hostil ante cualquier cuestionamiento, pero sin duda había logrado generar una campaña ciudadana espontánea en redes y articulado un proceso anárquico y horizontal en esos nichos que ahora no sabremos qué resultado hubiera tenido en la calle por un error de principiante.
Se puede aceptar que calculó mal los plazos o alegar desconocimiento de la norma, algo que contrasta poderosamente con un discurso basado en la suficiencia y una supuesta superioridad intelectual por la que se le presuponía capacidad para ordenar el país. Obviamente no todos los candidatos en el planeta son coherentes con lo que predican, pero tener deudas con el Estado desde hace 18 años revelando un pasado de adhesión a diferentes estructuras del propio Estado en diferentes formas – designación directa, consultor, selección específica y demás – no era lo que se esperaba de un gurú del libertarismo a la boliviana.
Cuando se supo que faltaba el papel de la solvencia fiscal, todo el espectro político dio por descontado que aquello no avanzaría: nadie en su sano juicio creería que podría doblarle la mano al Estado en 70 días si el Estado no quería, y esa era precisamente la baza. Que el Estado quisiese.
Dunn y sus seguidores han insistido en culpar al Gobierno de su inhabilitación, pero a nadie se le escapa que el gobierno y todos los partidos de la izquierda estaban felices de que apareciera un nuevo contrincante en el otro espectro que probablemente drenaría votos de Tuto Quiroga – el más liberal del tablero tras Dunn – y de Samuel Doria Medina – cuya campaña en redes entre la gente más joven se estaba viendo amenazada por el tsunami creativo de los seguidores de Dunn.
Curiosamente Dunn ha renunciado a acudir al Tribunal Constitucional Plurinacional, el órgano más político de los que se cuentan en el Estado, para hacer valer sus derechos.
En medio de la algarabía, Dunn ha prometido darle continuidad al “proyecto liberal”, fundar su propio partido y participar ya de las subnacionales de 2026 y bueno, esta misma campaña está demostrando que hay muchos candidatos que se han acostumbrado precisamente a eso, a ser candidatos.
Fuente: El País.bo