Tropezando en la misma piedra


Marcelo Ostria Trigo

MarceloOstriaTrigo_thumb Los presidentes de Bolivia y Chile se reunieron durante la reciente Cumbre del Mercosur y hablaron de la mediterraneidad de Bolivia. El mandatario chileno afirmó: “Hemos ratificado nuestra firme voluntad de avanzar en los 13 puntos que están siendo conversados entre Bolivia y Chile”. De esos puntos, destaca el de la mediterraneidad de Bolivia. Antes de este encuentro presidencial, el señor Sebastián Piñera ya había repetido lo que se viene diciendo hace más de cuatro años: “Chile está buscando generar confianza y buscando soluciones concretas” (para la mediterraneidad).

Por su parte, el canciller boliviano David Choquehuanca echó por la borda 11 de los 13 puntos de la agenda bilateral: “Tenemos –dijo– una agenda de 13 puntos con Chile, pero para nosotros esta agenda de los 13 puntos se puede reducir en (sic) dos puntos, el tema marítimo y el tema Silala”. Esto revela que en esos dos puntos no hubo avances en casi un lustro de negociaciones y que esta agenda está empantanada en el repetido anuncio de la búsqueda de confianza mutua; confianza que, por lo visto, tampoco se ha logrado.



Cuando se trató el tema de la solución de la mediterraneidad de Bolivia, el principal obstáculo fue la soberanía, salvo en 1950 y 1975, cuando Chile aceptó expresamente una fórmula con transferencia de soberanía.

Ahora hay renovadas señales: el presidente Piñera, como candidato, adelantó que favorecería a Bolivia en todo –seguramente con más y mejores condiciones del libre tránsito acordado en 1904–, menos soberanía para una salida al mar. Y la señora Michelle Bachelet acaba de revelar: “Quiero ser absolutamente clara: nunca, jamás se habló (con Bolivia) ni se mencionó la palabra soberanía, en términos de cuestionar la soberanía chilena, ni mucho menos la división del territorio. Por lo tanto, cualquier avance en la agenda era un avance dentro de lo que a los intereses del país correspondía” (Diario La Nación de Chile, 14/12/2010).

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Hay más: el general (r) Juan Emilio Cheyre, ex comandante en jefe del Ejército de Chile, ya había lanzado un globo de ensayo: la solución de la mediterraneidad de Bolivia es viable, si se la plantea sobre las bases de las negociaciones de Charaña en 1975. Esto dio lugar a diversos pronunciamientos. Hasta hubo la curiosa proposición de convocar en Chile un referendo para definir este asunto, a sabiendas de que, luego de una constante prédica contra un arreglo para una salida al mar de Bolivia con soberanía, las encuestas muestran que la mayoría de los chilenos ahora se opondría. ¿Decepción? Sí. Es un nuevo ardid, esta vez producto de la conducta política sibilina de un legislador.

Así las cosas, ¿de qué van a hablar los cancilleres encargados de una nueva ronda de negociaciones? Es obvio que ahora sólo se intenta buscar una salida al revelado impasse, sin posibilidad inmediata de acercar las posiciones divergentes de las partes. Entonces, surge la pregunta: ¿qué buscaba el presidente chileno al promover el encuentro con su colega boliviano, sabiendo que hay diferencias rotundas en el objetivo final de los dos países? Quizá el nuevo acuerdo con Perú sobre Ilo fue visto por La Moneda como un posible final del acercamiento entre Bolivia y Chile, y buscó neutralizar este nuevo entendimiento, otra vez ‘mareando la perdiz’.

Por nuestro lado, seguimos ahora una política exterior ingenua y errática, que ya contribuyó a ocultar por un tiempo un nuevo tropezón en un asunto trascendental: el de la mediterraneidad. Hemos tropezado nuevamente en la misma piedra.

El Deber – Santa Cruz