10 de octubre de 1982/21 de febrero de 2016

Susana Seleme Antelo                         Para la libertad sangro, lucho, pervivo/ Para la libertad, mis ojos y mis manos, como un árbol carnal, generoso y cautivo…/ soy como el árbol talado que retoño: aún tengo la vida.  Miguel Hernández Bien decía Marguerite Yourcenar que “en un mundo tan dispuesto al olvido, todo lo que saca a la luz el esfuerzo del hombre, es saludable.” Recordar aquel 10 de octubre de hace 36 años, es además un deber de la memoria personal y colectiva, porque le ganamos a las dictaduras militares el derecho a vivir en libertad y en democracia, sin testamento bajo el brazo.Deber de la memoria por los que ya no están, asesinados por las dictaduras, o porque ya dejaron este mundo, o porque quienes recordaron ese día lo hicieron desde el exilio que les impone el régimen autoritario y populista de Evo Morales y su tóxica compañía. Algunos como ‘lumpen-intelligencia’ o masa acrítica, disfrazados de demócratas solo porque convocan a elecciones con cartas marcadas. Ahí desnudan su miseria intelectual, que nutre su miseria moral ahíta de corrupción y codicia, imposturas e instrumento de injusticias políticas, sociales, económicas, étnicas y ambientales.Es un deber de la memoria recordar aquel 10 de octubre de 1982, que dejó atrás 18 años de dictaduras militares y civiles. Lograrlo costó vidas, sufrimientos, torturas, clandestinidad, exilios, y huelgas de hambre, como la de las heroicas mujeres mineras, en 1977, que exigían amnistía general e irrestricta y convocatoria a elecciones libres. Y se logró. Casi lo mismo exigimos hoy 36 años después: democracia sin cortapisas, Estado de Derecho, libertad a pensar diferente y respeto al referéndum de 21 de febrero de 2016 que dijo NO al continuismo de la mentira y el latrocinio oficialista.Aquellos fueron largos años de acumulación de fuerzas, de compromisos, concesiones, diálogos, pactos, crítica, autocrítica y aprendizaje en la práctica cotidiana esquivando a los represores de bota o de corbata. Pero también, de inteligencia y sabiduría para construir la unidad de las fuerzas políticas y de la sociedad civil democráticas con un solo objetivo: derrotar el ciclo militarista para transitar los libres senderos de la democracia republicana, siempre perfectible con voluntad política.

Fue un trabajo de orfebrería, tallado con paciencia, idas y venidas, avances y contradicciones hasta llegar a la síntesis que fue entonces la Unidad Democrática y Popular (UDP). La historia, que suele ser ingrata, poco valora aquella hazaña y a Hernán Siles Suazo, el primer presidente electo democráticamente tras 18 años de oprobio, y a toda la generación de la democracia que la hizo posible. Pesan más la inflación galopante, el factor económico negativo de esos años y su impacto emocional. Empero, somos muchas y muchos los privilegiados que fuimos parte de todo ese continuum político, social y cultural, sus antecedentes, sus tres procesos electorales: 1978, ’79 y ’80, y los contextos internos y externos que posibilitaron el éxito de vivir en democracia. No obstante, la unidad no fue total: hubo partidos políticos que no formaron parte de ella. La unidad no se impuso, se construyó y las diferencias políticas se respetaron.

Hoy pienso en ese otro continuum que fue llegar al 21 de febrero de 2016, cuando Bolivia le dijo NO a la inconstitucional prorroga política que pretenden Morales, su Vice y compañía. Articular ambos sucesos, eminentemente políticos, aunque en 2016 la cara la pusieron las plataformas ciudadanas sin filiación político partidarias, es también un deber que le debemos a la historia de la construcción de la democracia boliviana.



Si en 1982 derrotamos la represión militarista y la ola de terror y muerte que recorría este hemisferio, en 2016 con el democrático Referéndum, Bolivia inhabilitó al binomio Morales-GarcíaLinera en un magnánimo 21 de febrero. Nos robaron –tan acostumbrados a robar- más de 10 % de votos, haciendo uso y abuso de su poder.Su miseria intelectual y moral hasta ahora ha desconocido el NO de ese 21F, mientras se amparan en un populismo jurídico asestado por un Tribunal Constitucional a título de derecho (in)humano de Morales de ser reelecto por cuarta vez. El sumiso Tribunal habilitó al binomio, a pesar del artículo168 de la Constitución, que solo aprueba dos elecciones seguidas, y desconociendo con impunidad y alevosía el voto popular y soberano del 21 F.La lucha política, hoy por hoy, es la defensa de ese voto que deberá impedir la habilitación de Morales a las elecciones generales de 2019. “Para poder luchar por lo que es justo, hay que empezar a reconocer lo que es inadmisible”, afirma la española Rosa Montero. Y lo inadmisible es que ese binomio concurra a unas primarias instrumentadas por el oficialismo para arrasar con la oposición política. Tan instrumentadas, que solo pueden impugnarlo sus propios militantes e impone fechas fatales, vía un Órgano electoral que hasta ahora es funcional al régimen.Para enfrentar este tiempo como un continuum, hay que construir una gran ‘concertación’ entre demócratas con partidos y sin ellos, sin precipitaciones y sin exclusiones para derrotar a Morales. Otro trabajo de orfebrería, diálogos, concesiones, pactos y acuerdos. Algunos seremos como el árbol talado que retoña, y otros pondrán la sangre joven carnal y generosa que lucha y luchará por su libertad y sus derechos políticos y civiles.