Ir o no ir es la cuestión

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Las convocatorias del Ejecutivo, invitando a "dialogar" a los prefectos, se ha convertido en un juego de nunca acabar. La pulseta comenzó hace mucho tiempo y los prefectos que asistieron entonces no creyeron que tendrían que repetir una y mil veces la visita obligada.

El caso del referendum revocatorio fue el paso en falso que necesitaba el gobierno para transformar la pulseta en el morboso juego del gato y el ratón. Lo increíble del caso es que los prefectos entonces fueron ciegos a ese encuentro con la tragedia que emplazó a los bolivianos a vivir de votación en votación, de referendum en referendum, de tropiezo en tropiezo y de caída en caída.



Después del revocatorio y de la capitulación de septiembre, donde se abandonó a un prefecto en prisión, sin "negociar" su libertad ni imponer ninguna condición para devolver las instituciones tomadas en un episodio de explosión social, la actitud del Gobierno se volvió más exigente con los prefectos y los obligó a dialogar sobre las autonomías, para terminar incluyéndolas a su manera en la carta constitucional que promulgó recientemente el Ejecutivo.

Ir o no ir a los llamados diálogos o negociaciones sigue siendo la pregunta que se hacen los conminados, exigidos una y otra vez a complacer a quien tiene el poder, la constitución hecha a medida y el ejercicio de la coerción.

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Podemos confirmar con esto, que todo lo que no se enfrenta a tiempo desencadena mayores dificultades y tiene cada vez un costo más alto. El error de visión o de lectura de las realidades, lleva a que este error no se subsane sino que se vuelva progresivamente un cúmulo y una cadena de errores cada vez más difíciles de sortear. Esto es lo que ocurre hoy en Bolivia, donde la oposición sigue marchando al son de las agendas impuestas por el oficialismo, el modus operandi siempre es el mismo, se hace un poco de resistencia, algunos amagos de cuestionamiento, los que finalmente se agotan y dan lugar a la aceptación de prácticas y acciones que abren las puertas a los planes del Gobierno. En este juego siempre toma la delantera el prefecto Cossio y comienza a ceder y negociar, quien sabe porqué motivos es el adelantado, provocando que se desgranen y se deshilachen tras él todos los tejidos prefecturales, menos el de Sabina que hasta ahora es la imbatible.

Decir no y después si, sin ninguna seguridad de cual es el camino que se debe seguir lleva a que el desgaste sea cada vez mayor porque la secuencia de dudas conduce a acciones políticas erráticas que finalmente acaban poniéndose la soga al cuello.

Este es el caso de las elecciones manejadas y programadas desde una agenda del Ejecutivo que sabe hacia donde encamina al país, así como de las negociaciones que no son tales sino trampas que permiten cada vez mayores avances al proyecto que va implementando el Gobierno.

Los venezolanos que acaban de recibir el gran revés de haber perdido un referendum que le otorga a Chávez el poder de reelegirse indefinidamente, han expresado, que al cabo de diez años de vivir de tropiezo en tropiezo con una oposición funcional a un poder que tiene todo previsto para ganar y ganar, saben que el camino para salir del atolladero exige de otras estrategias, necesita salir de las idas y venidas sin oficio ni beneficio.

Deben plantearse propósitos y propuestas mínimamente responsables con el pueblo que pone el voto como opositor, se deben restituir principios en los que no se puede transigir a nombre de nada, como es el principio de exigir la libertad de los presos políticos entre los que se encuentra Leopoldo Fernández, se debe exigir la restitución del IDH y de todos los recortes del presupuesto que según expresión de funcionarios de la prefectura ya alcanza los 800 millones de bolivianos.

¿De qué autonomía estamos hablando?

No hay lugar a la duda, se debería mandar siempre la misma respuesta que consista en pedirle al Gobierno las mismas e inamovibles bases de negociación: Reposición del IDH y de los recursos expropiados, liberación de los presos políticos, revisión del padrón electoral y del registro de identificaciones, un Seduca departamental que respete a los maestros de cada lugar, la cultura y la identidad, esto entre una larga lista de exigencias y condiciones para hacer respetar nuestra cultura, nuestra identidad y nuestra visión que son las bases de todo proceso de autonomía o estado federal.

Los que no encuentren el cimiento y la fortaleza de espíritu para entablar un juego de pulseta que conduzca a la paz duradera, deberían leer la biografía y las acciones del gran y lúcido Mahatma Gandhi que liberó a un pueblo de la opresión de una potencia mundial y lo hizo a fuerza de decisiones sólidas y firmes.

Después de tomar la única decisión posible, ir o no ir no será más motivo de duda, ni un cuestionamiento válido.