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El Nuevo Día / Amenaza que se hizo realidad

La Estrella del Oriente / Los zorros estaban durmiendo…



El Deber y La Prensa / ¿Hacia una militarización del país?

Opinión / El Corso de Corsos, una expresión que debe trascender lo regional

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Los Tiempos / Bolivia y el reinicio de la historia

La Razón / Acostumbrarse a los militares

El Diario / Nueva advertencia de Chile


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El Nuevo Día / Amenaza que se hizo realidad

Mientras las cuestiones del gas boliviano se ventilan (“ventean”, dirían los petroleros) en los tribunales judiciales, en medio de un juego siniestro de policías, ladrones y asesinos, Brasil avanza a paso de parada en su plan de autoabastecimiento, algo que sucederá en el corto plazo, según los pronósticos.

Brasil se puso como meta conseguir suficiente gas y petróleo para disminuir la dependencia de Bolivia y Venezuela y en los últimos años no ha parado de encontrar ricos yacimientos, tanto en tierra como en sus reservorios ubicados en el fondo del mar, frente a las costas de Río de Janeiro. Las cantidades halladas “dan miedo”, ha dicho un funcionario brasileño y si bien no se han medido con exactitud, los primeros cálculos alcanzan para que el Gobierno de Lula se entusiasme y le diga adiós al megaproyecto venezolano de construcción del gasoducto del sur, desde el Caribe hasta la región más austral de Argentina.

Esta debería ser una buena noticia para nuestro país, porque lo que hace Lula en primera instancia, es alejar de Bolivia la amenaza venezolana del principal mercado del gas de América del Sur que, por ahora, depende en gran medida del suministro boliviano. El problema es que al darle el portazo a Venezuela, Brasil está dando evidencias inequívocas de su plena confianza en lograr la autosuficiencia dentro de muy poco tiempo. Las expectativas son tan grandes, que las autoridades brasileñas hablan incluso de venderle gas a Chile y Argentina, con lo que pasaría a ser la nueva potencia sudamericana en materia de suministro energético, sitial al que aspiraba Bolivia hasta hace unos años.

En cualquier escenario siempre hay actores primarios y secundarios y no cabe duda que Brasil acaba de darle un revés a un gigante que pretendía llevarse el pedazo más grande del mercado de América del Sur. Mientras tanto, la situación de Bolivia se torna aún más complicada, pues no hay que olvidar que Perú acaba de consolidar un puesto importante en la industria gasífera continental y se proyecta como un sólido suministrador, con reservas que ya superaron a las bolivianas.

Hace muy poco, el anuncio de la reducción de la demanda de gas que hizo Brasil, generó desesperación en el Gobierno boliviano, que no dudó en ir a rogarle a los brasileños para que revisen su medida. El golpe proyectado era bajar a 19 millones de metros cúbicos diarios y se ubicó en 24 millones, cifra que sigue dejando al país con una porción de gas sin mercado y con la amenaza de causar desabastecimiento interno, algo que ya se nota en la industria. El contrato con Brasil todavía tiene diez años por delante y supuestamente no hay riesgo inminente, a no ser que el país vecino decida plantar definitivamente sus requerimientos en los 19 millones ó 20 millones, como sucede en estos días.

Evo Morales sigue insistiéndoles a las petroleras extranjeras para que inviertan en el país. La última rogativa se hizo ante la empresa francesa Total durante su reciente visita a París. Esas compañías ya no sólo tienen al frente la seria amenaza de inseguridad jurídica, sino un triste panorama que se yergue sobre el sector energético boliviano.

Brasil acaba de dar una señal clara sobre su avance en la autosuficiencia en la provisión de gas. Mientras tanto, Bolivia retrocede.

La Estrella del Oriente / Los zorros estaban durmiendo…

Y llegó el Carnaval, en medio de detenciones y privaciones ilegales de libertad, de amenazas, de planteos tramposos de dialoguitis. El Carnaval abrió sus puertas en toda Bolivia, porque la sociedad boliviana está empapada de carnaval hasta los tuétanos, porque esta fiesta popular tiene un fuerte raigambre en nuestros pueblos, con todas las variaciones que conocemos, desde la diablada del Carnaval orureño a la entrada de las comadres tarijeñas y al multifacético y sobredeterminado Carnaval cruceño, que es un mosaico donde se yuxtapone folclore, con réplicas de costumbres que se generaron en una sociedad que vivió cerrada sobre sí misma y que consiguió abrirse al mundo, que traspasó fronteras internas y externas con empuje, alegría, reveses, errores, pujanza, apuesta, trabajo y muchos logros.

El Carnaval, para sorpresa de los racistas indigenistas, es en todos sus casos una fiesta que muestra el sincretismo al que han llegado los pueblos de Bolivia, uniendo las costumbres y el folclore de los originarios con alegorías y símbolos hispanos y de allende de nuestras fronteras. Esta fiesta es una muestra clara de que la pollera es una vestimenta que surgió de los faldones de las españolas, las mantas también, la diablada está plagada de mitos religiosos, de la lucha del bien y el mal, de vestimentas que tienen motivos romanos y máscaras con fuerte ascendencia de los dragones chinos y resabios de la cultura africana traída por los esclavos y, por supuesto, otra vez y mil veces lo hispano que trajo la colonia y que no va a salir de Bolivia por represión o por decreto.

El Carnaval es la amalgama de los procesos, es toda una mezcla explosiva que une miles de hilos de la cultura universal con la cultura local, y que finalmente ha dado como resultado una versión nueva, una versión local de estos mitos, de estas tradiciones, de las costumbres y el folclore que ahora conforma lo boliviano con sus diferencias claras entre los distintos pueblos y con esa innegable diferenciación mayúscula de las dos grandes culturas que marcan el oriente y el occidente de Bolivia.

Pero más allá de lo que es o no es el Carnaval, como el magma de la fiesta de la carne, la fiesta de la explosión, del derroche, de la descontracción, este Carnaval abrió sus puertas mostrándonos que las sociedades muchas veces también tienen la negación a flor de piel, practican la negación sin medir las consecuencias, se largan de cabeza y sin pensarlo dos veces a vivir un día, sin medir qué pasará mañana y mucho menos pasado mañana, y por eso Bolivia toda, la del caos creado a propósito que no es ni por cerca el equivalente del caos natural que nos alimenta se lanzó sin medida a carnavalear como una flor en medio de la tormenta.

Este Carnaval ha abierto sus puertas, se ha inaugurado con serias amenazas que penden sobre los pueblos del Oriente y sobre Santa Cruz en particular, esto se corroboró en la declaración que hiciera el señor Luis Alberto Áñez, quien manifestó contar con información sobre la posible militarización del departamento cuando se terminen los festejos del Carnaval.

Si seguimos el rastro que nos deja el mensaje que diera hace escasos días el vicepresidente, Álvaro García Linera, cuando dijo que los bolivianos debemos “acostumbrarnos a la presencia militar”, podemos deducir que en los planes del Ejecutivo la militarización y la represión están programadas para que nos sean administradas como el pan nuestro de cada día.

La frase de García es una muestra clara de que el Gobierno concibe la política de la represión como un aspecto insoslayable del plan de gobierno y de la supuesta gobernabilidad lograda a costa de represiones y violencia militar-miliciana.

Si seguimos la frase con la que se pretende inaugurar el gobierno miliciano- comunitario y que abrió el festejo de este Carnaval, que ha pretendido emboscar al Oriente de Bolivia en medio de esta festividad popular, nos imaginamos que posiblemente los militares tendrán que reprimir en años venideros a los carnavaleros, para que no muestren todo el derroche de mezclas culturales, para que no se ponga en evidencia ante los ojos del país este mosaico del chencko cultural que es Bolivia. Nos imaginamos que posiblemente habrá un Carnaval con marchas milicianas y militaroides, marcha de sumisos y obedientes subordinados que no podrán mostrar ni creatividad, ni inteligencia, ni osadía, ni sensualidad, ni desborde de alegría, ni el principio de la vida que tiene como condición el crearse y recrearse constantemente a sí misma.

A mí no me entusiasma el Carnaval, menos en estos momentos, porque creo que es un engaño, una negación, que está quitando energía a quienes deberían ser la fuerza de la sociedad, la fuerza de las propuestas distintas, la fuerza arrolladora de los pueblos lúcidamente contestatarios, pero no puedo dejar de admirar la manifestación de las sociedades, no puedo dejar de solazarme en todos esos mosaicos superpuestos que año a año se repiten y en la repetición se consolidan como sociedad abigarrada y superpuesta, como la afirmación de que todos cambiamos indefectiblemente en medio de la espiral de la vida.

Cuando era niña escuchaba las bandas que pasaban por las calles acompañando a los alegres comparseros, entre los que siempre estaba presente mi padre, gran carnavalero y alegre hombre de trabajo. Esas bandas tocaban una melodía que decía: “Los zorros estaban durmiendo cuando llegó el Carnaval, los zorros se despertaron y se pusieron a bailar”.

Esperamos que los cambas y los carnavaleros bolivianos, se den cuenta que los zorros no están durmiendo y que no están para bailar ni para bailes. Esperamos que los carnavaleros que estaban durmiendo, se despierten después del Carnaval.

El Deber y La Prensa / ¿Hacia una militarización del país?

Pocos días atrás, el vicepresidente del ‘Estado plurinacional’ -como se dice ahora, en lugar del histórico y venerable ‘República’-, Álvaro García Linera, afirmó que habrá más presencia militar. Advirtió a la población boliviana que debe ‘acostumbrarse’ a ver tropas en las calles del país. Luego afinó la puntería para referirse específicamente a Pando: “El Gobierno ya tomó una decisión, hubo una reorganización estratégica de la presencia militar en el país, habrá mucha más presencia militar donde el Estado es débil, fundamentalmente en regiones fronterizas. Es una decisión que se tomó y eso va a ser así, acostúmbrense a ver presencia militar”, afirmó contundentemente.

La nueva Constitución Política del Estado expresa, en su artículo 244: “Las Fuerzas Armadas tienen por misión fundamental defender y conservar la independencia, seguridad y estabilidad del Estado, su honor y la soberanía del país; asegurar el imperio de la Constitución, garantizar la estabilidad del Gobierno legalmente constituido, y participar en el desarrollo integral del país”. Nadie puede objetar estas funciones tan claramente definidas, pero de ahí a la pretensión anunciada de querer militarizar a toda Bolivia, hay un gran paso. Asimismo, dada la escasez de recursos, ello podría significar un mayor presupuesto castrense, un gasto extra que bien podría utilizarse para otros fines que sí requieren imperiosamente fondos, como salud, educación, etc.

Más allá de las legítimas funciones que le competen a las FF.AA., pareciera que se pretende generar un cierto tipo de ‘amedrentamiento’ y de temor en la ciudadanía o pasar a tener una ‘nación en armas’, pero no para defenderse de la agresión extranjera, sino del ‘enemigo interior’.

La semejanza entre este atisbo de nueva política anunciada por García Linera y la odiosa ‘doctrina de seguridad nacional’ de la época de las dictaduras militares, es preocupantemente notoria. Nos hace ver la futura evolución de los hechos con profunda inquietud.

‘Garantizar la estabilidad del Gobierno legalmente constituido’ tiene una lectura objetiva y otra subjetiva. La primera es indiscutible, pero la segunda puede dar lugar a interpretaciones de naturaleza tal que podrían vulnerar el estado de derecho y, sobre todo, los derechos y garantías fundamentales de la ciudadanía, que quedaría inerme frente a los uniformados. Esto se ha visto en los últimos acontecimientos de Pando. Allí todo debió haberse hecho con fundamentos legales, con respeto y con propiedad, no atropellando y golpeando, como lamentablemente ocurrió. Aunque las FF.AA han negado oficialmente su participación, sombras y dudas quedan, agrandadas luego mediante las expresiones de García Linera.

Si en épocas dictatoriales, cuyo retorno nadie quiere, vivíamos ‘con el testamento bajo el brazo’, ahora tal vez tengamos que hacer lo propio, ya que nadie sabe a qué hora un grupo de encapuchados volteará puertas o ventanas para llevarse presa a la gente, con violencia y sin explicación alguna. Si los militares se han de prestar a este tipo de situaciones, el día de mañana deberán rendir cuentas al pueblo boliviano. Ojalá jamás sea el caso.

Los militares deben estar en donde les corresponde según sus funciones constitucionales, no en las calles ni en las casas, salvo tumulto tal que así eventualmente lo amerite. Lo contrario, o es parte de una guerra psicológica o, Dios no lo quiera, el principio del fin de las instituciones democráticas.

Desafortunadas las expresiones objeto de nuestro comentario y alarmantes las potenciales ramificaciones. La comunidad internacional tiene que estar alerta frente a las tristes derivaciones o exageraciones que surjan próximamente en esta nuestra Bolivia. El contexto democrático es algo integral, con derechos, deberes, respetos mutuos y esenciales garantías. No es solamente cuestión de mayorías y minorías o de simples procesos electorales.

Opinión / El Corso de Corsos, una expresión que debe trascender lo regional

Se ha dicho que Cochabamba tiene potencialidades para recibir a miles de turistas nacionales y extranjeros, este factor sería importante unirlo a una manifestación que es la muestra sintetizada del Carnaval de Bolivia, como es el Corso de Corsos de Cochabamba.

En Cochabamba el Carnaval se prolonga más que en otras ciudades capitales. El tradicional Corso de Corsos, bautizado también como el Carnaval de la Concordia, en alusión al propósito de unir las manifestaciones culturales y tradicionales de todos los otros departamentos del país, en una enorme Entrada, se realiza casi en las postrimerías carnavaleras, el último sábado de la semana carnavalera.

Todas estas muestras pueden tener explicaciones que les otorgan valor y hasta justificaciones para prolongar el festejo, la alegría y la farándula acompañada, como se sabe, no siempre de moderada ingesta de bebidas alcohólicas.

Los cochabambinos esperan su Corso de Corsos, y lo tienen como punto de referencia del Carnaval, lo apoyan y lo festejan, pero también año tras año, como salido de un libreto, los problemas previos y en la misma realización parecen repetirse. Por ejemplo, los comerciantes pelean por las graderías y sillas en la ruta carnavalera, o la misma ruta que muchos quieren cambiarla y otros se oponen, la desorganización en su desarrollo, el destrozo de las áreas verdes de El Prado, y problemas repetitivos hasta el cansancio.

Las promesas de solución son al unísono de los problemas y de las críticas, mientras muchos siguen esperando que el Corso de Corsos encuentre algún día, un lugar expresamente instalado, con graderías construidas, con espacios cómodos para los espectadores, con seguridad policial, con baños públicos, venta ordenada de refrigerios, una especie de “sambódromo” como el de Río de Janeiro, claro salvando las proporciones, pero en suma un sitio agradable y ordenado. Para ello, habría que cambiar mucho: autoridades, bailarines, espectadores, es decir todos.

O sea que lo más importante para Cochabamba y los cochabambinos sería sentar algunas bases para salir de la mentalidad inmediatista que implica seguir adelante con el mero espectáculo, signado como hasta ahora, con las deficiencias y las situaciones que no abren espacio de reflexiones concretas para superar y mejorarlo.

Se ha dicho miles de veces, que Cochabamba tiene potencialidades para recibir a miles de turistas nacionales y extranjeros, sin embargo, esta misma afirmación parece una cantaleta a manera de gratificarnos de las situaciones buenas que tiene el departamento, pero ni autoridades ni organizaciones privadas deciden explotar este potencial turístico y unirlo a lo que podría ser la muestra más expresiva y resumida del Carnaval de Bolivia, en el Corso de Corsos.

Todo esto necesariamente, obliga a hacer algo que debe ser un compromiso y característica de los cochabambinos: trabajar en forma unida y plantear objetivos comunes. Este año, seguramente, el Corso de Corsos del próximo sábado, discurrirá como otros anteriores, mejorando algo y retrocediendo otro poco. Lo importante sería plantear una completa reorganización, es decir una reformulación de fines y objetivos que favorezcan en forma orgánica y planificada a todo el departamento en sus ingresos y en su imagen. Es un reto que hay que asumirlo.

Los Tiempos / Bolivia y el reinicio de la historia

Mucho de lo que ocurre en Bolivia puede ser visto a la luz de lo que Fukuyama llama “el reinicio de la historia”

En la edición de ayer, en este mismo espacio editorial, al comentar sobre la enorme magnitud de la crisis estadounidense que durante la última semana llegó a niveles que superaron incluso las más pesimistas previsiones, decíamos que además de sus espantosos efectos económicos y sociales, tendría muy hondas repercusiones en el mundo de las ideas.

En efecto, durante los últimos días se ha desencadenado en los ambientes académicos de Estados Unidos una polémica que hasta hace muy poco tiempo parecía definitivamente superada. La idea de que la historia había llegado a su fin, tesis expuesta en 1992 por Francis Fukuyama ha sido puesta en duda y el vacío que deja sólo es llenado por un sinfín de preguntas y muy pocas respuestas.

En un hecho que es de por sí elocuente, el principal promotor de una muy fuerte corriente de pensamiento que pone en duda las certezas hasta hace poco tan sólidas es el mismo Fukuyama. El autor de “El fin de la Historia” ha reabierto una áspera polémica sobre el rumbo que debe tomar Estados Unidos para afrontar el colapso de las bases de su hegemonía y más aún, llega a plantear que es nada menos la civilización occidental la que está ante uno de los mayores desafíos de la historia.

La nueva tesis de Fukuyama parte de la constatación de que estamos asistiendo a un “reinicio de la historia”, pero no a partir de la guerra contra el terrorismo, como se creía, sino de la crisis financiera y económica global y del desafío a la democracia que representan regímenes como el de Rusia y China y sus aliados en el resto del mundo. Al referirse a estos últimos, tiene en mente a Irán, Venezuela y también a Bolivia, a cuya situación en el tablero ideológico y político mundial ha dedicado su atención en más de una ocasión. En muchos de sus artículos y entrevistas se ha referido al fenómeno que representa Evo Morales identificándolo como un “síntoma” de las nuevas corrientes que empiezan a soplar en el mundo.

El autor no cree, sin embargo, que por lo menos por ahora esos proyectos políticos logren alcanzar la cohesión y vigor que en el siglo XX tuvieron la Alemania nazi, la URSS o la China de Mao. Cree que son exponentes de "la incipiente era posestadounidense", pero que todavía no ha llegado el momento inicial de la “era de la autocracia”, con Occidente en segundo plano y a la defensiva.

En ese contexto, la intensa actividad diplomática que durante los últimos días llevó a Evo Morales a Rusia para sentar las bases de una alianza económica, política y militar, y al vicepresidente chino Xi Jinping en Caracas, haciendo lo propio con el gobierno de Chávez, pueden ser interpretados como parte de esa historia que está comenzando a ser escrita en el planeta entero.

La Razón / Acostumbrarse a los militares

No hay discurso de “cambio”, por atractivo que le parezca al mundo exterior, que alcance para justificar las violaciones de los derechos humanos, que en este gobierno aumentan día a día con acciones como las de Pando e ingredientes donde intervienen fiscales, policías…

Cuando el vicepresidente Álvaro García pidió a los bolivianos que se fueran acostumbrando a la presencia de militares en las zonas fronterizas o en regiones que, según sus palabras, se convirtieron en “semirrepubliquetas”, en realidad, la población ya se había acostumbrado, porque el Ejecutivo hace tiempo que viene apelando a la actuación de las Fuerzas Armadas para fines que no son, precisamente, los suyos.

“El Gobierno tomó una decisión: ha habido una reorganización geoestratégica de la presencia militar en el país. Habrá mucha más presencia militar hoy en aquellas regiones del país donde la presencia del Estado es débil”, afirmó García.

Su declaración se produjo en el marco de las reacciones a una nueva ola de detenciones de personas en Cobija, por los hechos registrados en septiembre del año pasado en Porvenir. Cuando se cuestionaba el accionar irregular de encapuchados en un operativo, que se ejecutó en horas de la madrugada del miércoles, con una violencia injustificable y con infracciones a la nueva Constitución Política del Estado y al Código Penal.

¿El Vicepresidente de la República está, entonces, de acuerdo con este tipo de violaciones a los derechos humanos? En ningún momento lamentó las brusquedades cometidas por quienes participaron en ese operativo, que vino a completar otros realizados en meses pasados aunque en el marco del estado de sitio que se dictó en Pando.

Todo lo contrario: “Acostúmbrense a ver presencia militar del Estado, presencia de soberanía del Estado, de nuestras FFAA en regiones anteriormente abandonadas y convertidas en semirrepubliquetas de algún par de personas extranjeras o adineradas”, dijo, en tono desafiante.

La expresión, desafortunada y reveladora a la vez, se suma a una serie de otros hechos cuestionables de la Fiscalía de La Paz, que en evidentes horas de la madrugada del miércoles actuó al margen de la ley y la Constitución, deteniendo con violencia y en un horario que no corresponde al procedimiento en democracia a ciudadanos pandinos, unos acusados de cometer delitos y otros no —entre ellos menores de edad y mujeres.

Tras la operación, el fiscal Eduardo Morales mintió alevosamente a los medios de comunicación al afirmar que la detención se produjo a las siete de la mañana, cuando varias redes de televisión informaron del hecho a las 6.30 de ese día. Otras imágenes de video reafirmaron que la operación se hizo en horas en que Cobija estaba a oscuras. Eso no fue todo: Morales también dijo que a los pandinos se los trató “como a damiselas”.

¿Estará el Gobierno calculando el efecto de las acciones como las de Pando —que si bien formalmente corresponden a la Fiscalía, tienen el sello estilístico inconfundible de un poderoso ministro del Palacio— en su imagen que tanto cuida?

Da la sensación de que no lo hace. Porque las violaciones de los derechos humanos y la cada vez mayor participación militar en hechos políticos, además de violar leyes, son percibidas como tales aquí o en cualquier país democrático del mundo.

No hay discurso de “cambio”, por atractivo que le parezca al mundo exterior, que alcance para justificar las violaciones de los derechos humanos, que en este gobierno aumentan día a día con acciones como las de Pando e ingredientes donde intervienen fiscales, policías y militares de dudosas actuaciones.

El Diario / Nueva advertencia de Chile

En tono de no disimulada advertencia, el señor Van Klaveren, canciller chileno en ejercicio, dijo: “Recordamos con respeto al Gobierno y al pueblo boliviano que es política de Estado de Chile, que este es un tema estrictamente bilateral”, en respuesta a una posible apelación de Bolivia a la comunidad internacional en busca de apoyo a su reivindicación marítima, según manifestó el presidente Evo Morales en su reciente visita a Rusia, oportunidad en la que no le quedó otra alternativa frente a la exhortación de Fidel Castro a la presidenta Michelle Bachelet para dar solución al enclaustramiento que sufre nuestro país por el cercenamiento de su costa marítima a manos de la “oligarquía chilena”.

Lo anterior se basa en los conocidos antecedentes ocurridos en ocasión de la visita de 72 horas a Cuba de la presidenta Bachelet en días pasados. El ex Mandatario cubano ratificó sus conceptos en un artículo publicado a continuación de las reacciones en cadena que su exhortación provocaron en Santiago, reacciones que no reflejan otra cosa que la permanente tozudez y reduccionismo con la que se trata el tema del otro lado de la frontera por sus portavoces oficiales y oficiosos. En cuanto a lo manifestado por el presidente Morales, ciertamente poco tiene que ver con la agenda de 13 puntos acordados desde el comienzo de sus períodos por ambos mandatarios, agenda que para Bolivia ha devenido en una nueva frustración, pese a que nominativamente se incluye el tema marítimo, pero sin que se lo considere y menos ofrezca resultado alguno.

En Santiago, el alto funcionario mencionado, en su mismo tono de advertencia dejó claro que si el presidente boliviano lleva su reclamación marítima a nivel internacional, quedarán reducidas las posibilidades de solución. Así una vez más Bolivia queda encerrada en el círculo vicioso de que si recurre a la multilateralidad, Chile deja las supuestas tratativas, al paso que dentro de los términos bilaterales nada se avanza, porque la mejor estrategia chilena no es otra que una dilatación indefinida del tema mediante diversos ensayos de adormecimiento, dentro de los cuales ahora practica el halago al Primer Mandatario andino, como lo llaman, junto a la condescendencia política traducida en el obsequio de la Unasur.

El líder cubano con mirada certera y que dice bien de él, pone el dedo en la llaga en un conflicto cuyas características cada vez más pungentes comprometen la conciencia americana, tal como ha sido declarado más de una vez, pero como ocurre en las actuales circunstancias, algunos gobiernos nacionales lo han mediatizado cuanto han podido. En cambio la ejemplar actitud cubana es un llamado de atención para que el resto de los gobernantes del continente superen su estudiado recato y timidez, pese a tratarse de un tema que constituye parte del “interés hemisférico”, según lo declaró la OEA.

Es lamentable que la cancillería y el propio Primer Mandatario, no hubieran sacado buen partido del ascendiente con el que le distingue la comunidad internacional, en provecho de la magna causa nacional, cosechando nuevos veredictos de apoyo que las especiales expectativas internacionales podían haber puesto a su disposición. Aún es tiempo para que la cancillería replantee su posición conformista y encause una política de mayor firmeza, concordante con la nueva Constitución y su declaración irrenunciable de reivindicación marítima. El mejor “cambio” será, sin duda, el que nos devuelva al goce de la costa marítima que heredamos desde los más remotos arcanos.