El electoralismo como causa de la pobreza y del atraso

Bolivia es un país preponderantemente político, es decir, un lugar donde la gente pelea día y noche por tomar el poder, muy pocos comprenden la importancia del desarrollo. Esto sucede porque la dirección nacional está en manos de gente que se pierde en lo formal buscando objetivos secundarios.

image Editorial Opinión.

En última instancia la democracia adquiere dimensión histórica en la práctica, de otro modo, es apenas un conjunto de enunciados teóricos abstractos. Lamentablemente, dicho sistema no pasa del estrecho marco de la política y en esa dimensión sólo de la elección de gobernantes. En otros momentos, en relación con acciones de quiénes toman el poder, la democracia es más bien un sistema para legitimar el dominio de los más fuertes. La experiencia de 20 años consecutivos, muestra que no hay cambios cualitativos considerables.



No sólo el Gobierno, sino también los partidos políticos de oposición, no atinan a formular planes ni programas para mejorar la economía ni otras actividades de la población, se quedan anclados, sin salvación posible en el juego electoral inmediatista. En los tres últimos años, hemos tenido más votaciones que en ningún período de la historia nacional. En semejante aceleración formal, Bolivia realizó cuantiosos gastos inútiles y perdió mucho tiempo en forma irreversible.

A esta altura, muy poco, casi nada, hay como para justificar semejante derroche. Lo alarmante es que los niveles de dirección no pueden salir de esa situación simple y regresiva. Después de la aprobación de la nueva CPE, formulada como el instrumento comprobable de la refundación, no hay nada referido al aumento de la producción, a la creación de nuevas fuentes de trabajo, al mejoramiento de los ingresos de la gente. Más del 70% de la población sigue en niveles extremos de pobreza e inseguridad.

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Curiosamente, las organizaciones sociales amenazan con movilizarse y bloquear el Parlamento para acelerar otra instancia electoral y no dicen nada en relación con el vacío, mejor dicho, frente al inmenso descuido respecto de la economía, de la moneda, del comercio exterior, de las amenazas de la crisis mundial. Los pobres, no sabemos por imperio de qué fuerzas oscuras, se movilizan para perpetuar las condiciones del pasado que determinaron su miseria, descuidando lo esencial.

¿Cuál es el sentido, a esta altura y en relación con los grandes desafíos internos y externos, enfrascarse en discusiones meramente electoralistas? La elección de nuevas autoridades tendrá que realizarse, tomando en cuenta objetivos claros. No hay nada que nos haga ver lo que sucederá en la administración pública, en el aprovechamiento de los recursos naturales, en el mejoramiento del sistema educativo. Los niveles de dirección y por su influencia, el país en su conjunto, están preocupados sólo del poder adjetivo sin lograr ni siquiera comprender lo que realmente debe hacerse en las actuales circunstancias.