Labios traicioneros


 

Las transmisiones de partidos de fútbol por la televisión muestran a jugadores, técnicos, e incluso a los árbitros, cubriéndose la boca con una mano cuando hablan entre ellos en la cancha deportiva. Esta acción busca evitar que las cámaras capten sus conversaciones, y a través de la lectura de labios, se descifre lo que se dicen: reclamos, insultos, mofas o estrategias de juego.



La lectura de labios es una asombrosa habilidad que permite interpretar las palabras que se pronuncian observando los movimientos de los labios y las expresiones faciales del emisor. Aunque no son los únicos, ni exclusivos, se sabe que las personas con dificultades auditivas desarrollan más esta capacidad para equilibrar sus deficiencias y poder comunicarse. Existen expertos, que han entrenado esta habilidad, y captan y traducen hasta las murmuraciones.

Se ha sabido que el más famoso prisionero de Robben Island, Nelson Mandela —quien era observado escrupulosamente por sus escoltas—, se comunicaba y transmitía mensajes y planes secretos, con otros líderes políticos, a través de esta técnica, sin que sus guardias comprendan lo que estaban diciendo.

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Hay una infinidad de anécdotas sobre conversaciones entre celebridades, que no tuvieron la precaución de proteger la intimidad de su plática, y bajo el ojo mediático, se difundió el contenido de las mismas: en algún momento, de la larga y fastuosa ceremonia de coronación del rey Carlos III de Inglaterra —mientras estaban dentro de su carruaje, en las puertas de la abadía de Westminster—, él se acercó al oído de la reina Camila y le expresó su disconformidad por tener que esperar en el exterior de la iglesia por tanto tiempo, siendo él, “una persona mayor”; es famosa también la queja de cansancio y aburrimiento que le expresó Ben Affleck a su esposa, Jennifer López, en la gala de los Grammy 2023, lo que obligó a una declaración, en sentido contrario, de la voluptuosa diva.

Aunque queramos pensar que todo esto es nuevo, hay una inquietante escena de la película, 2001: una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) en la que los dos astronautas que viajan hacia Júpiter se encierran en una cápsula y desconectan micrófonos para evitar ser oídos por H.A.L. 9000, la inteligente computadora que controla toda la nave. Ellos sospechan del mal funcionamiento y dudan sobre desconectarla. H.A.L. no puede oírlos, pero, un acertado plano muestra que, mientras ellos dialogan, la cámara de la computadora lee el movimiento de sus labios y se entera de lo que están tramando.

En la actualidad, con la inteligencia artificial, existen máquinas que pueden leer los labios mejor que las personas expertas. Mediante técnicas de reconocimiento facial, geometría de la posición de los labios en las imágenes y aprendizaje automático, una máquina utiliza el contexto para dar prioridad a palabras que encajan mejor con los “fonemas visuales”, según el tema que se esté tratando. Imágenes normales de video son suficientes para que un equipo digital arroje resultados más precisos que un humano.

Además de curiosear sobre lo que dicen las celebridades, más allá de los dilemas éticos y legales sobre la privacidad, la aplicación de estos nuevos dispositivos sirve para obtener transcripciones de videos en los que no hay sonido o este es de baja calidad; se puede utilizar para mejorar la precisión de las traducciones automáticas; utilizar la técnica como sistema de contraseñas, que dependan no solo del tono de voz, sino también de la forma de mover los labios al pronunciar la palabra clave; y en un ambiente ruidoso, como en un automóvil, se pueda combinar el reconocimiento de voz y la lectura de labios.

 

No sé bien porqué elegí este tema para la columna de hoy. Habrá que leer mis labios para descifrarlo.

 

Alfonso Cortez es Comunicador Social