En política y más aun en la antesala de nuevas elecciones es necesario en ocasiones “tragarse sapos y culebras” y acomodarse a circunstancias que pueden resultar incómodas.
La frase acuñada por el experimentado dirigente del MNR, Walter Guevara Arze, expresa una realidad que es aceptada por quienes han decidido dedicarse a la política y cuyos cultores no siempre gozan de mucho prestigio.
Esta cita viene a propósito del consejo que algunos de sus colaboradores le ha dado al presidente Morales, con motivo de los próximos festejos patrios y que tradicionalmente han tenido como centro a Sucre, ciudad donde fue firmada el Acta de la Independencia y es la capital constitucional de la República o del “Estado plurinacional”.
Sus colaboradores le han hecho notar a Evo la necesidad de establecer puentes de entendimiento con Sucre, cuya población no olvida, ni debe hacerlo, a sus muertos en La Calancha y la afrenta de la que fue víctima en ocasión de los festejos por el bicentenario, cuando hasta se quiso restar el mérito histórico de la gesta encabezada por los hermanos Zudañez.
Los argumentos de los asesores palaciegos, más que todo, se sustentan en consideraciones electorales, una vez que existen encuestas que no solo en Sucre sino en todo el departamento de Chuquisaca dan a Morales como perdedor, lo que sumado a la situación existente en otras regiones como Cochabamba y el oriente, están exigiendo a los estrategas masistas aguzar la imaginación en algunos casos y en otros, aplicar cierta dósis de humildad, ya que un inquilinato permanente en el palacio de Gobierno, bien lo vale.
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Por tanto algunos de sus ministros están intentando hacer entender al presidente, la conveniencia de que los festejos por las fiestas patrias se realicen en Sucre como legalmente corresponde y que se olvide pasados agravios.
Sin embargo Evo es genio y figura y la humildad no es su característica. La soberbia que siempre tuvo desde cuando era dirigente cocalero se le ha multiplicado en el gobierno y considera que está más allá del bien y del mal y que no debe dar explicaciones a nadie y menos reconocer errores y pedir disculpas.
Es un secreto a voces que de sus exabruptos son víctimas varios de sus colaboradores que se atreven a hacerle algún tipo de sugestión. Le resulta francamente intolerable que a él, un iluminado, un predestinado que se las sabe todas, alguien pretenda darle consejos, a menos que se trate del venezolano Chávez o el cubano Castro. Ahí sí obedece sin chistar.
Las víctimas del superlativo ego y rencor presidencial son todos los chuquisaqueños, quienes en el último tiempo están siendo relegados de los programas de desarrollo y tanto la prefecta Savina Cuellar como los cívicos, son permanentemente acosados con juicios y procesos que disparan los masistas desde el ministerio de Transparencia, la Controlaría o las comisiones legislativas.
Se trata de una actitud vengativa y mezquina que no condice con el rol que debieran jugar el presidente y vicepresidente (Alvaro ha reducido su labor a justificar todo lo que hace Evo) que como primeros mandatarios tienen el deber primordial de dar ejemplo de unidad y equilibrio nacional.